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El mundo según los padres fundadores

ANTONIO NAVALONEl articulista reflexiona en este texto sobre el reto al que se enfrentará el demócrata Bill Clinton cuando, el próximo 20 de enero, comience su andadura como presidente de Estados Unidos. En esta primera parte, analiza los retos en la economía, la crisis social y los problemas raciales y el Ejército.

El historiador Arthur Schlesinger, hijo, elaboró en los años sesenta un famoso ranking sobre los mejores y peores presidentes de la historia estadounidense. Aportaba además una teoría según la cual en Estados Unidos los ciclos políticos se,, repiten aproximadamente en periodos de 30 años: Teddy Roosevelt a principios de siglo, el new deal de su pariente lejano en los años treinta y el sueño glamoroso de Kennedy en los sesenta. Para los noventa Schlesinger vaticinaba entonces una nueva era de idealismo e innovación. Y curiosamente "ha coincidido que ésta sea también una Administración demócrata. Aunque la teoría carezca de toda base científica, sí es cierto que el binomio Clinton-Gore y el mismo país, al igual que en 1901, los años treinta o los sesenta, tendrán de nuevo que definirse. Pero con una diferencia: nunca como hoy ha sido Estados Unidos tan dependiente ni ha estado tan interrelacionada su economía con el mundo exterior. Ahora corre el riego de ser colonizado y de hecho lo está siendo bastante por Japón.La carga es tan profunda que, aun sin efectuar ninguna enmienda en la Constitución, el sistema de gobierno ha devenido en una copresidencia. No es sólo por una cuestión de forma por lo que Clinton y Gore aparecen juntos, ni significa una concesión del presidente al vicepresidente. Lo que está sucediendo es que, por primera vez en la historia de Estados Unidos, un dúo accede al trono real de la presidencia americana, ese gran misterio del país más presidencialista de la tierra.

Pero Estados Unidos es hoy un reino en el que la filosofía del quick buck, del enriquecimiento rápido, ha triunfado sobre la filosofía de los valores éticos de los padres fundadores. Clinton y Gore tendrán que acometer las reformas estructurales de fondo que asuelan al país, lo que en definitiva significa una reescritura de la democracia americana.

La declaración de principios de Clinton y Gore en su primera rueda de prensa tras ganar las elecciones tenía ecos de los discursos de Franklin Delano Roosevelt (FDR). Pero analizarlo así sería un error: no son ni Kennedy ni FDR. Como el mismo vicepresidente Gore reconoce en su libro La tierra en el balance, el sistema político americano se halla en una profunda crisis; por tanto, el desafío al que debe enfrentarse este tándem de hijos ¿le nuestro tiempo consiste más en dar respuesta al sentimiento de frustración de todo un pueblo que en personalizar un sueño idealizado.

La única superpotencia que hoy queda en pie en el mundo, este gran imperio que lo es muy a pesar suyo, tiene por delante cuestiones ineludibles. Clinton y Gore tendrían que empezar por parar el deterioro de la situación económica, y sólo así conseguirían pasar de ser los presidentes de la frustración a los presidentes de la esperanza.

Reformas estructurales

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Pero Clinton y Gore tienen ante ellos una tarea aún más ardua que la económica. Éstas son reformas estructurales de fondo. América se ofreció al mundo como tierra de hospitalidad pidiendo que se renunciara al pasado a cambio de tener sólo un futuro, que en definitiva era el futuro de América. Ahora eso es imposible porque ya nadie renuncia a sus señas de identidad y, al enfrentarse a tantos elementos de asimilación, el trato se ha roto.

El mito del melting pot, el crisol de las razas, ya no existe. En la obra The melting pot, de Israel Zangwill, estrenada en Nueva York en 1908, el inmigrante judío recién llegado a la ciudad canta las glorias de su nuevo país, "el verdadero americano aún está en el crisol. El auténtico superhombre nacerá de la fusión de todas las razas". En 1992 estamos asistiendo a la ruptura del melting pot ante la falta de integración de las culturas.

Hoy Estados Unidos se ve incapaz de frenar los estallidos raciales o la crisis planteada en su sistema total. Si en los años treinta una cuarta parte de la masa laboral no tenía trabajo, en los noventa hay cerca de 30 millones de americanos clasificados como los nuevos pobres, es decir, todos esos que han fracasado en el país de las oportunidades.

Las teorías de Max Weber sobre la ética protestante hoy día no prueban nada porque casi no hay nada que probar. Ni los wasp (blancos anglosajones protestantes) ni los que han conseguido asimilarse culturalmente producen generaciones suficientes para controlar el país. Cuando ya hay más gente fuera que dentro del sistema, lo que se plantea es derogar ese sistema.

La armonización de la composición de la base de resistencia social de Estados Unidos exige la integración de las minorías, planes educativos, sistemas de gobierno y una asimilación de los inmigrados dentro del sistema de poder político. Es dudoso que el tiempo, la historia y hasta las necesidades del mundo concedan a Estados Unidos el plazo que tuvieron los padres fundadores para hacer las cosas muy bien.

Este problema se recrudece en el caso del Ejército. A Estados Unidos se le plantea decidir si quiere convertirse en un país de mercenarios, y para ello tendrá que definir cuál es la estructura básica, no teórica, que garantiza fidelidad al modelo americano. Desde ese punto de vista, las estadísticas sobre ocupación de latinos y minorías raciales que se sienten discriminados de los puestos del Ejército profesional colocan el problema a plazo fijo en no más de 10 años.

Si Clinton y Gore estudian los últimos momentos del imperio romano, observarán que solamente los romanos eran altos oficiales en el Ejército. El resto de los componentes de las legiones provenía de las provincias y colonias que no habían terminado de integrarse.

La necesidad de despertar la ilusión la pone Clinton, y la necesidad de aplicar un tratamiento de choque al país la pone Gore. Coincide sin duda con el ciclo antes mencionado de los 30 años, pero con un fuerte golpe de timón, porque el mundo y Estados Unidos, tal y como están como hoy, son inviables.

Si Clinton y Gore descuidan acometer esta tarea con un acercamiento humilde, si Clinton y Gore no consiguen desarrollar un oído fino que les permita escuchar las partículas del silencio, que nadie se asuste si dentro de cuatro años vuelve a emerger Perot o surgen otros Perots.

es periodista.

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