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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sombras europeas

LA RECESIÓN parece definitivamente instalada en Europa. El canciller alemán, Helmut Kohl, acaba de reconocer ante el Parlamento de su país lo que los indicadores y los analistas venían anticipando desde hace semanas sobre aquella economía: intensa desaceleración de la actividad, en especial en los componentes de inversión, que conducirá a un crecimiento prácticamente nulo durante 1993.Tras los nuevos descensos en los pedidos industriales durante el mes de octubre, la industria de la parte occidental de Alemania acentúa sus planes de reducción de la producción. Esos marcados perfiles recesivos no impiden que sigan emergiendo tensiones inflacionistas incompatibles, según el Bundesbank (banco central alemán), con el descenso de los tipos de interés que la estabilidad cambiaria y la recuperación del conjunto de Europa precisan.

Los datos correspondientes a las variaciones en los precios de algunos länder durante el pasado octubre sitúan el indicador de inflación en un 3,7% interanual. De esta forma, la principal economía europea completa la caracterización de un escenario, en el que habrá de desenvolverse la economía española, muy distinto del incorporado por nuestras autoridades en sus actuaciones, tanto a medio como a largo plazo.

Un escenario cuyas consecuencias adversas pueden incluso exceder a las propias de una desaceleración cíclica de la actividad, en la medida en que aspectos esenciales para el funcionamiento de las economías y el mantenimiento del horizonte de integración se encuentran seriamente hipotecados. La amenaza del Gobierno francés de vetar el acuerdo agrícola alcanzado entre la Comisión Europea y la Administración estadounidense no sólo impediría una definitiva normalización de la ronda de negociaciones del GATT, y la correspondiente contribución de la multilateralización de los intercambios a la recuperación de la economía mundial, sino que daría al traste con las ya menguadas posibilidades de afianzar la transición hacia la unión económica y monetaria de la Europa comunitaria.

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Si hasta ahora podía destacarse la ausencia de tensiones en los mercados de materias primas, como paliativo de la presente recesión o, al menos, como elemento diferenciador respecto de las crisis anteriores de la economía mundial (1974-1975 y 1980-1982), el reciente acuerdo alcanzado en la asamblea de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de reducción de la producción en 300.000 barriles cada día, hasta situarla en 24,9 millones de barriles diarios en el primer trimestre de 1993, supondrá un aumento en el precio del barril que probablemente se acercará a los 21 dólares, desde los 18,5 dólares que en promedio ha mantenido el mercado internacional en el último trimestre. Una variación tal incidiría también de forma adversa en las posibilidades de recuperación de las economías occidentales y en sus perspectivas de inflación.

Una de las pocas luces que emergen en ese entorno económico internacional es la asociada a la consolidación de la recuperación de la economía de Estados Unidos. El Departamento de Comercio de aquel país ha hecho pública la revisión de la tasa de crecimiento del PIB en el tercer trimestre del año, del 2,7% anual inicialmente estimado al 3,9%. Una tasa de crecimiento (la más elevada desde finales de 1988) que, aunque no es probable que se mantenga en sucesivos trimestres, aleja al menos las posibilidades de recaída de aquella economía en una fase de estancamiento. El importante peso que en esta revisión al alza ha tenido el aumento en casi un 40% de los inventarios tampoco permite una lectura excesivamente favorable de ese registro.

Junto a este indicador, otros igualmente favorables correspondientes al mes de octubre, hechos públicos la pasada semana (aumento del índice de confianza de los consumidores, de las ventas de viviendas, descenso en las inscripciones en el seguro de desempleo, revisión a la baja del deflactor del PNB), pueden contribuir a la reconsideración por la nueva Administración de algunas de las medidas de carácter expansivo anticipadas en el programa económico de Clinton. De la consolidación de estas señales y de las respuestas que a las mismas conceda la Reserva Federal dependerá esa compensación de los efectos recesivos que sobre el resto de las economías industrializadas puede ejercer la norteamericana.

Con todo, ni el peso específico de que dispone esa economía en la actualidad ni la tasa de crecimiento en la que se asentará esa recuperación sirven demasiado para alejar las sombras por las que discurrirán las economías europeas durante el año que entra.

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