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No hay tiempo ni para comer en el feudo de Bill Clinton

El equipo del candidato demócrata a la Casa Blanca, convencido de la victoria, despliega una frenética actividad en Little Rock

Antonio Caño

Avis LaVelle ha hecho el sacrificio de su vida al cambiar su cosmopolita y vital ciudad de Chicago por este aseado cementerio que es Little Rock, capital del pequeño y pobre Estado de Arkansas, donde está instalado el cuartel general del candidato demócrata a la presidencia, Bill Clinton. LaVelle, secretaria de prensa de la campaña, es uno de los cerebros que contribuyen a la elaboración de una estrategia para intentar derrotar a los republicanos por primera vez en más de una década.

Esa estrategia se diseña desde el interior de un viejo edificio de mármol blanco que hasta el año pasado perteneció a Arkansas Gazette, un diario que fue el más antiguo al oeste del río Misisipí, pero que terminó absorbido por su competidor, The Arkansas Democratic Gazette.Fuera de ese edificio nada parece acorde con el protagonismo adquirido por esta ciudad desde que el gobernador del Estado decidió presentar su candidatura a la presidencia. Como en la mayoría de las capitales norteamericanas, casi, todos los negocios han huido hacia los núcleos comerciales de la periferia, dejando el centro de la ciudad en un ambiente de desolación y pesadumbre que lo asemeja a una población atacada por una bomba de neutrones.

Dentro del edificio de la campaña, sin embargo, la actividad de las más de 200 personas que allí se desenvuelven es agobiante. Casi todo el mundo trabaja más de 12 horas diarias sin interrupción. Es difícil encontrar tiempo para un almuerzo ligero en el Café D and D o para atender a algún visitante en el restaurante del tradicional hotel Capitol. A las 11.30 les pasan un recipiente de plástico con unas cuantas hojas de lechuga, y a las cinco, un bocadillo.

Los sueldos de la mayoría oscilan entre las 100.000 y las 200.000 pesetas al mes, mientras que los jefes de los distintos departamentos pueden ganar hasta las 300.000 pesetas, mucho menos, desde luego, que los salarlos de la empresa privada.

"No estamos por dinero"

"Está claro que no estamos aquí por dinero", explica Avis LaVelle. "Yo estoy aquí porque miraba, alrededor y no me gustaba lo que veía. Veía a brillantes licenciados buscando trabajo como camareros, veía amigos y familiares en el paro, empresas de mi vecindad al. borde de la quiebra. Sentí la necesidad de hacer algo, y Clinton es esa posibilidad"."Si estoy aquí", añade, "es porque aquí he encontrado gente con entusiasmo y con ganas de cambiar las cosas". "Aquí hay otra gente", interviene Maite Junco, "que ya ha estado en otras presidenciales y aseguran que nunca habían visto tanta confianza como ahora".

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LaVelle trabajaba como periodista en uno de los principales canales de televisión de Chicago. Había colaborado anteriormente en la campaña electoral del alcalde de su ciudad, negro como ella, pero nunca hasta ahora supo lo que era participar en una campana presidencia, y menos en un puesto de tanta responsabilidad.

A sus 38 años, LaVelle es una de las de mayor edad de la campaña. Su mismo jefe, George Stephanopoulos, director de comunicaciones y uno de los hombres más próximos a Clinton, sólo tiene 31 años. Casi ninguno de los que trabajan en Little Rock, a excepción de unos cuantos directivos, llega a los 30 años. "Es que para aguantar este ritmo hacen falta mucha energía y mucha juventud, asegura Patti Solis, de 28 años, la responsable de una sección del cuartel general marcada con el letrero "Tierra de Hillary", que señala el área en la que se maneja la relación de la prensa con la esposa del candidato.

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