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Alemania, bajo estado de choque

Kohl, principal víctima política del clima de crisis total tras la reunificación.

La recesión económica, evidenciada por las últimas cifras que muestran un crecimiento de sólo un 0,6%, el estancamiento del proceso de unificación y la imparable ola de violencia neonazi contra los extranjeros han creado en Alemania una profunda sensación de crisis, cuya víctima propiciatoria es el Gobierno del canciller Helmut Kohl. En un intento de emerger del estupor político en el que se halla inmerso, el canciller propuso un "pacto de solidaridad" integrado por la oposición, los Gobiernos regionales y locales, la patronal, los sindicatos y, prácticamente, el conjunto de la sociedad.

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Kohl no explicó en qué consistiría el gran pacto y dejó la negociación de su contenido a la mesa redonda que piensa convocar con todos los actores sociales El discurso del canciller ante el Parlamento aprovechando el debate sobre los presupuestos del Estado, ha sido, de hecho, su respuesta a los que dan por segura la inminencia de una gran coalición entre democristianos y socialdemócratas, que significaría el fin de su carrera política.El descenso en la popularidad del canciller y su falta de iniciativa política, que se inició ya a principios de 1991, poco después de la unificación del país y de que ganara arrolladoramente las elecciones, se ha acelerado enormemente en los últimos meses.

Consciente de ello, Kohl, por primera vez, no tuvo reparos en hacerse una autocrítica. "Desde hace diez años", dijo, "y especialmente en los dos últimos, hemos sido capaces de conseguir muchas cosas, y también hemos fallado en algunas otras, hicimos muchas cosas bien y algunas mal". El canciller aseguró que mira "con serenidad" al futuro. "En las elecciones de 1994 hablaremos de fallos y éxitos", añadió desafiante.

Factura elevada

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Kohl reconoció, que en el futuro va a ser necesario un trasvase anual a la antigua RDA de la friolera de 140.000 millones de marcos (más de nueve billones de pesetas), que nadie sabe bien de dónde pueden salir.

El propio Kolil descartó -definiéndolo como "un espectáculo circense"- las propuestas qué salieron de su propio partido de establecer un tipo especial de bonos del Estado que, estarían obligados a comprar los ciudadanos con ingresos más elevados. "Un discurso basado en el eslogan amor, fe y esperanza no es una respuesta a las preocupaciones y necesidades de la gente", fue la contestación del líder socialdemócrata Björn Engholm ante el Parlamento en su réplica al canciller.

"Este Gobierno", añadió, "es como un barco sin capitán arrastrado por una galerna. La tripulación necesita órdenes claras desde el puente de mando, pero los oficiales conversan sobre el estado del tiempo".

El líder socialdemócrata, cuya figura se agranda día a día mientras todas las encuestas le sitúan muy por delante de Kohl, fue especialmente duro cuando atribuyó el descarrilamiento del proceso de unificación al hecho de que Kohl la vendió "haciendo un llamamiento al egoísmo y no a la solidaridad".

En los últimos tiempos, las voces críticas contra el canciller no llegan sólo desde la oposición o desde sus socios liberales, cada vez mas incómodos en la coalición, sino también desde su propio partido.

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