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El primer motorista que muere tras la nueva ley llevaba un casco 'quitamuItas'

Ana Alfageme

José Manuel Herraiz, un mensajero de 25 años, tenía que ir a recoger ayer por la mañana un documento a la calle Mayor. El chaval enfiló la calle del Arenal desde Sol e intentó rebasar a un camión con su moto. Pero su viaje acabó bajo la rueda. El conductor del gran remolque sólo oyó la bocina de la moto a su izquierda, y después, un golpe. José Manuel cayó sobre el manillar de su Yamaha y el camión pasó por encima. El joven llevaba un casco endeble: son los apodados quitamultas, porque los agentes los pasan por alto. En la práctica evitan la sanción. Pero no la muerte.

José Manuel Herráiz Morillas hacía recados de mensajero para una empresa de transportes de Vallecas: Nacional Express. Hace un año leyó un anuncio en el barrio, y con su vespino se sacaba 130.000 pesetas mensuales. La Yamaha 250 SR que conducía ayer era suya desde hace un mes. Era de segunda mano, según había contado a sus compañeros. Y los policías no pudieron encontrar el carné de conducir esa moto, sólo el de manejar ciclomotores.José Manuel no llegó a la calle Mayor. En su camino se topó, a las 9.35, con un camión de 2.000 toneladas que repartía bollos para el Burger King . "Oímos un claxon; luego, un golpe; y cuando nos paramos, el chaval estaba en el suelo", contaba el copiloto del camión. Cuando le dieron la vuelta, tenía sangre en la cabeza y en la cara, y estaba agonizando. Un policía dijo que se había tragado -literalmente- el manillar. Quizá con un casco que protegiese la cara las lesiones hubieran sido menores.

Dudas y homologaciones

"Pudo resbalar por el polvillo de las obras, porque llevamos dos meses...", decía una señora. "Es que son jóvenes y van metiéndose entre los coches así y así", añadía otra, haciendo un gesto serpenteante con la mano. Mientras el cadáver, de bruces, centraba la atención de la calle, se oyó el sonido de un casco que caía al suelo. Era el de Marcos, su amigo de la empresa, que saltó de su vespino y levantó la manta de metal. Eran los rizos y el chándal de su compañero."¡No, no!", sollozaba el chaval con la cara contraída, dejando al aire un diente picado "¡si aqui no era posible ir rápido!". Alguien se lo llevó a una tienda de camisetas y allí llamó, a la empresa: "Oye, que soy Marcos, que José Manuel está tirao en Arenal, tío, que está muerto. Sí, en Arenal, ¿que en dónde?". "En el nueve", le dijo el dependiente. "Que está tirao en el nueve".

José Manuel metió a Marcos a trabajar en la empresa, hace un mes. Ayer, Marcos, que también es de Vallecas, vio a lo lejos el depósito brillante de la moto de su amigo y se paró. Al lado del cadáver, reposaba un endeble casco de plástico, que le cubría la mitad de la cabeza -pero no las orejas o la nuca-, de los que regalaban los fabricantes de ciclomotores a los compradores desde hacía cuatro años -hasta que, cuatro días atrás, entró en vigor la nueva ley-. Probablemente vendría en el mismo lote que su viejo vespino. "Pues son los que Tráfico consideró adecuados", decía ayer un portavoz de Moto Vespa, "y así se lo dijo a los fabricantes de motos". Ese casco, según Tráfico, lo podía llevar José Manuel con su vespino, pero no con su nueva moto, que podía alcanzar con holgura los 100 kilómetro! por hora.

La nueva ley dice, vagamente, que los motoristas deberán llevar cascos "homologados o certificados". Estas calificaciones las otorga el Ministerio de Industria, cuyos portavoces no supieron ayer informar sobre sus características. En Tráfico sólo dijeron que un casco homologado -el de las motocicletas- está señalado con tina E y un número (generalmente, cosido a, la correa, y que, obviamente, se puede cambiar de un casco reglamentario a otro, que no lo es). Los conductores de ciclomotores pueden usar los certificados, cascos señalados por las contraseñas: UNE-264228/91, N-Producto Certificado, o CE más un número.

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Cascos como el del mensajero muerto se venden ahora con el sello: "Homologado para ciclornotores". El casco que necesitaba José Manuel cuesta unas 20.000 pesetas. Un quitamultas llega a las 2.000. La policía, en la práctica, no suele distinguir.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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