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Europa frente al reto de Serbia

Estamos otra vez en Múnich. Nunca creí que tendría que echar mano de esta analogía tan manida y trillada, pero consideren la realidad de Yugoslavia en este momento.Serbia está retando deliberadamente a un sistema de legalidad y valores políticos internacionales que ha proporcionado a Europa y a Occidente casi 50 años de paz. Y como en 1938, las potencias de Europa occidental se niegan a hacer algo serio para responder a este reto, aunque, a diferencia de 1938, los pueblos parecen ser más realistas que sus Gobiernos. Pero a menos que algún líder occidental se arme de valor y actúe, esto terminará en algo mucho peor que la tragedia a la que ya nos enfrentamos.

Las consecuencias prácticas de lo que Serbia está haciendo corrompen el sistema europeo vigente y amenazan con paralizar -o posiblemente destruir- los avances que, durante el último medio siglo, Europa ha conseguido en la unificación política y económica, y que constituyen el gran logro de los años de posguerra.

Sin embargo, los Gobiernos de Europa occidental se limitan a debatir el destino de los 2,5 millones de refugiados que la agresión serbia ya ha generado. ¿Deberían admitirlos en los países vecinos? Esto le facilita las cosas a Serbia y de manera implícita respalda la política genocida de limpieza étnica de los territorios conquistados.

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Los que se oponen a esto exigen una solución política. Pero por ahora es obvio que no habrá solución hasta que Serbia tenga lo que quiere y Croacia el resto.

La acción occidental para detener la agresión, restituir las fronteras invadidas, castigar los crímenes de guerra y defender los principios del derecho internacional repercutiría en dificultades políticas internas para los Gobiernos occidentales. Podría resultar costoso, pues supondría el uso de la fuerza militar. Y Yugoslavia es un país lejano del que la mayoría de los occidentales sabe poco; después de todo, su gente se lo ha buscado; aquélla es una parte brutal del mundo... Hoy se oyen exactamente las mismas palabras que se decían de Checoslovaquia en 1938, cuando el Gobierno de Chamberlain se preparaba para traicionar a los checos.

Pero no es Yugoslavia lo que está en juego. Ni siquiera la justicia: en este tipo de asuntos rara vez se sirve a la justicia. Ha habido poca justicia en el pasado de Yugoslavia, y probablemente habrá poca en su futuro. Milovan Djilas, el eminente escritor y disidente político yugoslavo de Montenegro, escribió en su autobiografía que generaciones de su familia murieron a manos de otros montenegrinos. "El abuelo de mi padre, mis dos abuelos, mi padre..., y su hermano, y mis hermanos... Me da la impresión de que nací con sangre en los ojos. Lo primero que vi fue sangre, mis primeras palabras fueron sangre y bañadas en sangre".

Es el orden europeo lo que está en juego. Alemania quería el reconocimiento de Croacia y Eslovenia, y lo consiguió, y con ello hizo estallar una campaña de agresión visionaria que algunos intelectuales serbios llevaban medio siglo preparando y despertó una paranoia política que ya existía en la memoria y el resentimiento atormentados del pueblo serbio desde que fuera derrotado por los turcos en la batalla de Campo Kosovo en el año 1389.

La invasión actual de Bosnia es parte de un programa para una gran Serbia defendido por intelectuales próximos al trágico líder de la guerrilla monárquica Drago1jub Mijailovic, a quien los aliados abandonaron en la II Guerra Mundial y Tito ejecutó en 1946. Expresa la ambición. expansionista de la Serbia arruinada por el reino anterior a esa guerra.

Tres profesores numerarios de uníversidad dirigen las milicias serbias que en la actualidad asedian Sarajevo. Están destruyendo Sarajevo y las demás ciudades y pueblos musulmanes de Bosnia, obligando a más de dos millones de personas a abandonar sus hogares y su tierra natal con el fin de, dicen, salvar a Europa de los turcos. Tratan de corregir el resultado de la batalla de Campo Kosovo.

Afirman que la propia Serbia es una nación mártir que también se encuentra bajo el ataque encubierto de una Alemania, renazificada que controla toda Europa, de un Estados Unidos imperialista y agresivo, aliado de esta Alemania, y de un Vaticano decidido a acabar con el cristianismo ortodoxo. Como si no bastara con los turcos.

Ahora los alemanes se enfrentan a una invasión de refugiados, al igual que los italinos y los austriacos, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Alois Mock, exige una intervención militar en apoyo de las decisiones de la ONU. "La ley sin poder es un absurdo", dice.

Puesto que ni el resto de los europeos ni Estados Unidos van a defender siquiera los esfuerzos humanitarios de la ONU, por no hablar del derecho internacional, los alemanes y los austriacos consideran que los aliados les han dejado solos con este problema. La prensa alemana acusa a los franceses de servir a los intereses de la propaganda serbia, y a los británicos, de inoportunos,por convocar conferencias infructuosas.

Esto sucede en un momento en que la construcción de Europa ya ha sido socavada por el Tratado de Maastricht, pocoestudiado y excesivamente ambicioso, sobre el que se han venido acumulando objeciones en todos los principales Estados europeos desde que los daneses lo rechazaron en un referéndum lápasada primavera. Sucede en el momento en que la reunificación de Alemania y el final de la guerra fría han trastornado las relaciones y percepciones del poder en Europa, y cuando Estados Unidos está a punto de volver al aislamiento.

Los británicos disfrutaron como piratas enviando un destacamento especial al Atlántico sur en 1982 para recuperar las islas Malvinas. Los franceses dan por hecho el enviar a la Legión y a los paras para mantener el orden en África occidental. Ambos secundaron de buena gana la obsesión de Bush por echar a Irak de Kuwait. Ninguno de los dos moverá un dedo por salvar a la propia Europa occidental de una fundamental amenaza al orden europeo y al futuro de Europa. Ese reto es demasiado serio, y la tarea, demasiado ¡inpredecib le. Además, no tienen a Washington para que les diga que lo hagan

En la actualidad, Estados Unidos tiene un presidente que, por los más despreciables motivos de ventaja partidista, ha invertido su rumbo político y ha comprometido a Estados Unidos a rechazar cualquier intervención en Yugoslavia, sea cual sea -y ha acusado a su oponente, Bill Clinton, de "temerario" por proponer una intervención aérea mínima para proteger a las misiones humanitarias de la ONU- El conquistador de Panamá y Kuwait quiere que le reelijan.

Si se permite a Serbia demostrar que la fuerza militar vuelve a gobernar en Europa y que una política étnica genocida no encontrará verdadera resistencia; si se le permite reinstaurar en el moderno Occidente una política legitimada por odios milenarios y agravios históricos, se acabó Europa. Se acabó el famoso nuevo orden mundial antes de empezar. Es una vuelta al viejo orden. Todos lo lamentaremos, pero será demasiado tarde.

es experto estadounidense en política internacional.

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