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Castro aprovecha su primer día en Galicia para decir que el régimen cubano resistirá sin cambios

El comandante cubano Fidel Castro aprovechó ayer su estancia en Galicia, tierra de sus antepasados, que visitaba por primera vez, para proclamar en actos distintos, con la izquierda nacionalista y la clase conservadora gobernante, que resistirá hasta el final, lo que quiere decir que no pretende hacer ningún tipo de cambio hacia la democracia en el régimen que personaliza. Castro respondía también así a su anfitrión y amigo Manuel Fraga, presidente de la Xunta, que momentos antes había brindado en su presencia por la reconciliación de todos los cubanos.

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El mensaje de Fraga no inmutó a Castro. Prefirió no oírlo. Fue pasadas las 20.30 de la noche en el convento de San Francisco, en Santiago de Compostela, donde asistió a una recepción organizada por la Xunta y a la que acudió la clase política, las instituciones y los empresarios gallegos. Sin embargo, fue muy cortés con Fraga y elogió su valentía por recibirlo en Galicia y pasar por alto las presiones para que esta visita no se llevara a cabo.Castro llegó al convento de San Francisco ya motivado. Venía de un acto que le organizó el Ayuntamiento izquierdista de Oleiros (La Coruña) en el hotel donde el líder cubano se aloja durante su estancia de dos días en Santiago de Compostela. Fue multitudinario y Castro, ante un auditorio fiel y que continuamente le ensalzaba, se sintió como en Cuba y les arengó durante una hora.

Dijo que se encontraba en Galicia "en cuerpo y alma", que su sangre española le había dotado de un "espíritu audaz, aventurero y temerario" y que éste no era un viaje fácil. "Los vecinos del Norte", dijo en alusión a Estados Unidos, "sufren y se ponen amarillos cuando hay cualquier evento y participa Cuba. Me voy antes porque no quiero, en estos tiempos difíciles, que el pueblo cubano piense que viajo demasiado. Y estoy seguro de que muy pronto me va a entrar la morriña de España.

Castro había llegado al aeropuerto de Lavacolla poco después de las once de la mañana en una visita de fuerte significación sentimental, inicialmente prevista para cinco días pero que se quedará en dos. El líder cubano tiene previsto esta misma noche partir de regreso a su país.

La llegada de Castro a Santiago, procedente de Sevilla, no fue ni por asomo una réplica a la que majestuosamente él le organizó a Fraga el año pasado en La Habana. Fraga se hizo acompañar de la mayoría de sus conselleiros y no había más autoridad ajena a la Xunta en el aeropuerto que el delegado del Gobierno, Domingo García Sabell, y el embajador de España en Cuba, Gumersindo Rico.

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Hubo un saludo cortés que no pasó del apretón de manos. Fraga y Castro, este último con su tradicional uniforme verde oliva, sonrieron, caminaron por la pista y se detuvieron ante los fotógrafos por espacio de tres minutos. Era la foto oficial.

A mediodía, Fraga y Castro, en un Mercedes negro blindado, aparecieron por la plaza del Obradoiro, donde se encuentra el palacio de Raxoy y la catedral compostelana. Allí esperaban al líder revolucionario algo más de 400 personas, en su mayoría de la izquierda nacionalista, muchas de ellas portadoras de banderas cubanas y gallegas y pancartas de solidaridad con Castro, que incansablemente estuvieron gritando contra Estados Unidos y a favor del socialismo.

Castro firmó en el Libro de Oro de Galicia con una frase que demuestra que el comandante cubano sabe quedar bien: "Con el inmenso honor de encontrarnos en Santiago de Compostela, tierra de mi padre y de tan noble gente que tanto contribuyó a la vida de Cuba". Firmado: Fidel Castro Ruz. Fraga le regaló a su invitado La rosa de 100 hojas, la obra poética del gallego Ramón Cabanillas.

Tras el acto de Raxoy llegó el caos. A Fraga se le ocurrió enseñarle a Castro la catedral y tenía ya dispuesto en el Pórtico de la Gloria, para que diera las oportunas explicaciones, al presidente dean del cabildo y a otros dos canónigos.

En la calle, mientras tanto, sonaban sin cesar gritos de "Cuba socialista, Galicia también". Castro no entró a la catedral. Prefirió quedarse en el Pórtico de la Gloria.

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