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VIOLENCIA RACIAL EN EE UU

Bush declarará Los Ángeles zona de catástrofe

Antonio Caño

Desapareció el humo del cielo de Los Ángeles y volvió a brillar el sol sobre las colinas. La ciudad recupera su apariencia tradicional, pero se tardarán anos en reconstruir lo destruido durante los disturbios de la pasada semana. Para ayudar a la recuperación, el presidente George Bush, que se desplazará a la ciudad a finales de esta semana, ha declarado Los Ángeles zona de catástrofe nacional, lo que da derecho a los propietarios de los negocios arrasados a solicitar ayuda federal. El alcalde, Tom Bradley, anunció que hoy se levantará el toque de queda.

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La declaración del alcalde chocó con las del controvertido jefe de la policía local, Daryl Gates, quien había sugerido en una entrevista televisada que se mantuviera el toque de queda al menos tres días más, hasta que haya una "paz total"."Ni en mis peores pesadillas pude imaginar que presenciaría lo que estoy viendo", comentaba Charles Doane, un productor de cine blanco que el sábado se sumó a los pelotones de limpieza que recorren la ciudad, integrados por miles de voluntarios llegados incluso desde fuera del área de Los Ángeles.

El desastre causado en la segunda mayor ciudad de Estados Unidos parece peor de lo que una catástrofe natural es capaz de provocar. Manzanas enteras han sido convertidas en cenizas. El número final de muertos, 49, convierte, además, los sucesos de Los Ángeles en los más sangrientos de la historia contemporánea norteamericana, por encima de los de Detroit en 1967, donde murieron 43 personas.

El sábado, por primera vez desde que la revuelta se inició, cuatro días antes, no hubo nuevas víctimas mortales, aunque fue encontrado el cuerpo de un hombre, muerto días antes, bajo los escombros de un edificio incendiado. Todavía bajo toque de queda, la noche del sábado al domingo transcurrió con casi total tranquilidad, interrumpida únicamente por algunos disparos aislados que no obligaron en ningún momento a las fuerzas militares que patrullan la ciudad a responder con fuego.

Esa noche se sumaron por primera vez al patrullaje los 1.500 marines enviados por el presidente Bush para garantizar la seguridad de los angelinos.

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Las autoridades de Los Ángeles siguen considerando todavía necesaria la exhibición de fuerza militar para evitar la reanudación de la violencia. "Hemos hecho algunos progresos, pero no soy tan optimista como para pensar que esto se ha acabado" declaró el gobernador de California, Pete Wilgon.

En el bulevar Hollywood, Maomi Hernández, camarera de un restaurante que abrió sus puertas el sábado después de tres días de cierre, comparte el temor de que la ciudad vuelva a ser escenario de violencia una vez que las tropas se retiren: "Hay mucha gente con deseos de venganza. Mucha gente armada y capaz de todo"

Estas amenazas no han disuadido al presidente soviético Mijaíl Gorbachov, que llegó ayer con su esposa, Raísa, dispuesto a pasar unos días con sus amigos Ronald y Nancy Reagan en su rancho de Santa Bárbara.

También llegó ayer a Los Ángeles el principal candidato demócrata a la presidencia, Bill Clinton, quien recorrió las principales zonas afectadas por los sucesos de la pasada semana y comparó el sentimiento de vergüenza nacional por estos conflictos raciales con la vergüenza histórica de EE UU por la esclavitud.

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