Crear el IV Reich
El líder de los neonazis alemanes resucita las ansias imperiales
Gottfried Küssel es el segundo nacionalsocialista austriaco que ha ganado fama política en Alemania, El primero fue Adolfo Hitler, que se inició en la década de los veinte arengando a sus camaradas en las cervecerías de Múnich, cuando el mundo todavía le creía "sólo un loco". Küssel, de 33 años, un agitador de nuestros tiempos, se ha convertido en el espiritus rector de los neonazis alemanes.
Los neonazis alemanes reconocen el liderazgo de Gottfried Küssel desde que le invistiera como su sucesor el ex führer Michael Küchnen, muerto de sida en abril pasado. Según él, "en toda Alemania, incluyendo Ostmark [como llamaban los nazis a Austria, tras ser anexionada al Tercer Reich], tenemos medio millón de simpatizantes y 15.000 militantes". Dos de esos militantes, de unos 23 años, actúan como guardaespaldas y ayudas de cámara. Uno va disfrazado para la batalla con uniforme de camuflaje y el otro, todo de negro, luce las águilas alemanas y versiones modernas de la esvástica estampada en su jersey. Hacen piruetas torpemente serviles y se mantienen en alerta roja para responder al más mínimo deseo de Küssel, quien habla en un local cercano a los bosques de Viena, donde también realizan ejercicios marciales.El nuevo líder, que divide su tiempo entre Austria y Alemania, vive en un permanente estado de agitación, tanto que una película de sudor le cubre su rostro mofletudo. Con real orgullo asegura que es "un opositor a los derechos humanos porque son una idiotez" y las expresiones que utiliza con notable frecuencia son: "Deutschland, deutsche nation, deutsches reich [Alemania, nación alemana, imperio alemán]", "limpieza de la raza", genética", "extranjero".
Cuando se disgusta fija sus ojos -de pupilas extrañamente dilatadas- en el objeto de su furia. Enrojece y le tiembla levemente la barbilla. Se indigna cuando se insiste en los métodos de asesinato en masa que fueron utilizados por los nazis. "Existieron las cámaras de gas, pero no para matar a la gente, sino para despiojarlos".
Gestos histéricos
La chaqueta de cuero negro, adornada con una bufanda roja, que son los colores del nazismo, le sienta mal a su figura redonda. También con poca gracia mueve sus manos en gestos histéricos. Pero no se puede negar que Gottfried Küssel tiene capacidad de convocatoria en la tierra fértil de la Alemania unificada y atrae a todo el espectro de la derecha radical, incluyendo al Partido Nacional Democrático (NPD), a la Liga Alemana y la Unión Popular Alemana en manifestaciones efectuadas especialmente en los cinco nuevos länder que constituían la antigua RDA.En Austria tiene 37 juicios pendientes y en 1984 fue condenado a un año de prisión del que sólo cumplió siete meses. En su país natal tiene menos seguidores que en Alemania y, según explica el Ministerio de Interior de Viena, cuenta sólo con unos "50 militantes duros".
Gottfried Küssel, que estudió, sin éxito, astronomía y en una escuela técnica para luego convertirse en vendedor y viajero, asegura que el futuro lo ve como "muy positivo, porque ahora somos parte de la realidad política", por más que esa realidad produzca repulsa en la sociedad germana, como demuestra el hecho de que las cenizas de Michael Küchnen lleven meses peregrinando en busca de un lugar de reposo: todos los ayuntamientos las rechazan por temor a verse convertidos en lugar de peregrinación neonazi.
También hace Küssel trabajos de propaganda internacional y mantiene contactos con grupos de extrema derecha "de casi todos los países europeos blancos", en los que incluye a Estados Unidos y Canadá. En sus "zonas de influencia" destaca Küssel sus "buenas relaciones" con líderes de la ultraderecha española. Según él, vive del equivalente de 60.000 pesetas mensuales, los intereses de la herencia dejada por su padre.
Las metas de Gottfried Küssel son a largo plazo "tener gente de raza limpia en el interior de las fronteras alemanas". Para ello no descarta una "guerra civil", porque asegura que es "fácil conseguir armas" con que luchar por el IV Reich, que, además de Alemania, incorporaría Austria, los Sudetes, Silesia y Tirol del Sur, el sueño de Hitler.
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