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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Palabras hueras

DURANTE SU primera visita oficial a Londres, concluida con discreto éxito ayer, Felipe González ha afirmado que las relaciones entre España y el Reino Unido no tendrán "la fluidez deseable" mientras subsista el problema de Gibraltar. La expresión es poco significativa y resulta difícilmente creíble. En efecto, las relaciones entre los dos países no pueden ser mejores tanto en el ámbito bilateral como desde el punto de vista de la construcción europea, tema éste en el que las posturas británica y española, especialmente en cuestiones económicas, se han aproximado extraordinariamente desde la designación de John Major como primer ministro. ¿Es, por consiguiente, mera concesión a la galería?El Gobierno de Madrid ha actuado correctamente en el tema de la reivindicación de Gibraltar. Es más, la ha llevado con sensatez hasta los límites de la actuación democrática, sin abandonar la reclamación de la soberanía, pero sin propiciar Inútilmente el papel de víctimas de los gibraltareños. Si alguien está en falta es el Reino Unido, pillado en su propia trampa de no poder disponer de Gibraltar sin el consentimiento de la ciudadanía de la colonia, al tiempo que tiene que esconder pudorosamente la anacrónica condición colonial del enclave. Es complicado hacer compatibles las sinrazones de los gibraltareños con las presiones de la Comunidad Europea, a la que España y el Reino Unido pertenecen.

El contencioso de Gibraltar existe y debe ser resuelto como corresponde a dos paises amigos. En esta materia, Madrid tiene el derecho de exigir de Londres el cumplimiento de los acuerdos suscritos -como el del uso conjunto del aeropuerto-; de lo contrario, no debería haberlos firmado. Por otro lado, da la impresión de que el Gobierno español se siente incómodo con el problema y no tiene formulado un plan realista para la recuperación del Peñón. Se diría que, acudiendo a una puntillosa escrupulosidad -como es el caso de excluir a Joe Bossano, primer ministro de Gibraltar, de toda negociación hispano-británica- o aludiendo a fricciones inexistentes, lo que subyace es un mero recurso para aplazar todo análisis en profundidad.

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