Sainz ya es el rey de los pilotos
El héroe del automovilismo español defendió ayer su suerte con uñas y dientes. Utilizando, aunque lo deteste, el sobrenombre de El Matador, Carlos Sainz (Toyota Celica 4WD) logró mantener la tercera plaza del Rally San Remo hasta el final y proclamarse, a falta aún de dos pruebas, nuevo campeón del mundo de rallies en sustitución del bicampeón italiano Massimo Biasion (Lancia). Sainz, que empezó su noche gloriosa asestando un duro golpe al italiano Dario Cerrato, el piloto designado por Lancia para desbancarle del podio, se convierte así en el primer español que forma ya parte de la historia del automóvil. La nueva estrella del firmamento automovilístico recibió ayer el reconocimiento de todos sus rivales.
Era media noche. Había llovido mucho sobre San Remo. Los coches empezaban a desperezarse y temían sufrir malos tratos por la noche. El Toyota número 2 de Carlos Sainz tenía todo el cuerpo magullado, aunque su esqueleto, su chasis, parecía intacto. Al menos eso le habían dicho a su propietario, que se preparaba para darle una nueva paliza con el fin de mantener la tercera plaza que le otorgaba el título.Poco le importaban ya a Sainz y a su Celica que el francés Didier Auriol y el finlandés Juha Kankkunen , ambos con Lancia, les aventajasen en la clasificación. El sueño de campeonar ganando en San Remo, delante de miles de tifósi, quedó apartado tras el desafortunado accidente del miércoles.
El Lancia Delta Integrale de 16 válvulas número 4 del italiano Dario Cerrato, doble campeón de Europa en 1985 y 1987, también sabía que le iban a apretar de firme. Su piloto tenía ordenes tajantes de Claudio Lombardi, jefe de Lancia, de intentar descabalgar a Sainz del último escalón del podio.
Si lo lograba -estaba a 1.18 minutos-, Lombardi daría orden a Auriol de pararse para que ganase Kankkunen y Sainz se viera obligado a acudir a Costa de Marfil a intentar un nuevo asalto al título.
La noche no era buena para nadie. El asfalto mojado y la lluvia podían causar accidentes, errores en la elección de los neumáticos y generar un sinfin de problemas. El único que se jugaba allí el tipo era Sainz. Los otros siete Lancia no tenían nada que perder.
El reloj marcó las doce en punto. Y salió Auriol. Y luego Kankkunen. Y, por fin Sainz. Antes de meterse en e¡ coche, acarició el lomo de su Celica, sonrió a los pocos españoles que se habían dado cita en el puerto deportivo de San Remo y le guiñó el ojo a Luis Moya, su copiloto. Estaba preparado para su mejor faena.
Primeros rugidos
Bajó la rampa de salida haciendo un gran estruendo. Quería saber si su Toyota, que no había podido probar tras la reconstrucción que habían realizado sus mecánicos, estaba en condición de, si no de ganar, sí al menos de presentar batalla, de defenderse del acoso de Cerrato. El Toyota rugió con complacencia y Sainz supo entonces que estaba listo para convertirse en el arma preferida de El Matador.
Todos sabían que Auriol y Kankkunen dosificarían sus fuerzas -superaban a Sainz por 56 y 40 segundos, respectivamente- a la espera de que Cerrato consiguiese derribar al español del podio. "Es una tarea muy difícil pero voy a intentarlo", había reconocido honestamente el piloto italiano, de 39 años, ganador, curiosamente, del último Rally Cataluña-Costa Brava.
Todas las miradas estaban puestas en el primer tramo. Todos querían saber cómo respondería el coche de Sainz, y hasta el propio Sainz después del grave revolcón. Y querían saber cómo se las apañaría Cerrato para arañar más de un minuto en ocho tramos con 180 kilómetros cronometrados. También había que averiguar qué sucedería sobre mojado, pues la primera etapa, que transcurrió por la misma zona y en la que Sainz fue superado por el Lancia de Biasion, se había corrido en seco.
Había demasiada expectación para que Sainz, que en lajornada anterior había derrotado a los siete Delta Integrale que Lancia había alineado en la salida para doblegarle (Auriol, Kankkunen, Biasion, Cerrato, Fiorio, Liatti y Deila), saliera derrotado. Pese a su espectacular accidente del día anterior, Sainz estaba dispuesto a acabar su trabajo en San Remo. Ni quería ir a Costa de Marfil ni jugarse el todo por el todo en un terreno tan incierto como el RAC de Inglaterra.
Así que se puso los guantes de gamuza, se ató por segunda vez en la noche sus zapatillas rojas, le echó la última mirada a Moya y afrontó con decisión los primeros 26,910 kilómetros de la terrible noche. El tramo se llamaba Ceriana y empezó exacta -Mente a las 00.28. Sainz salió a las 00.32, y 19.25 minutos después había demostrado ser el mejor piloto del año.
La estocada final
Sainz consiguió el mejor tiempo (19.25 minutos), dos segundos mejor que su compañero de equipo, el alemán Armin Schwarz; 6 segundos más rápido que Auriol; 8 segundos más veloz que Kankkunen ... y, ¡magistral!, 1.01 minutos por debajo de Cerrato, que había sufrido la presión del pretendiente, del candidato, del hombre designado por su jefe para acabar con el piloto que ha amargado el año a toda una fábrica: a Lancia, hija de Fiat y hermana de Ferrari.
Sainz había corrido a tope. No lo dijo, pero el tiempo lo confirmaba. Quería demostrar al mundo entero que el accidente no le había restado ni un solo segundo de garra. Y también quería gritarle a Lancia que acabaría su trabajo en terreno italiano. Si además le susurraba a Cerrato que dejara de intentarlo, mucho mejor. Y es que Cerrato, excesivamente presionado pese a su veteranía, sufrió dos despistes en pleno tramo y así es imposible derrotar al campeón.
Fue una lección definitiva. La noche transcurrió con normalidad. Ganó Auriol, escoltado por Kankkunen. Ninguno de los dos osó atacar al otro porque, nada más empezar la noche, Sainz ya le había ganado el pulso a Cerrato.
Sainz bajó de la montaña como campeón y, a un kilómetro del parque cerrado, pudo leer una pancarta que rezaba en italiano "Ma lo Sainz chi vince? Miki Biasion". Los tifosi querían que ganase Biasion, pero el mundo entero sabía que el favorito era Sainz.
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