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Sale a la luz el quinto 'topo' del grupo de espías británicos de Kim Philby

La aparición del quinto hombre ha dejado fríos a los británicos, probablemente hastiados de una historia de espías que ya huele y a la que otro agente secreto, el soviético Oleg Gordievski, aspira a poner fin para siempre. Gordievski, el más importante topo del KGB en huir a Londres, asegura que el último de los cinco magníficos es John Cairncross, hoy un anciano de 76 años que lleva una discreta vida en el sur de Francia.

Cairncross pasó a sus mentores antes, durante y después de la segunda guerra mundial información tan valiosa como para rayar a la altura de Kim Philby, el espía por antonomasia. Gordievski llevaba once años trabajando para los servicios secretos británicos cuando, en mayo de 1985, fue llamado a Moscú. En Londres era jefe de la estación del KGB, con rango de coronel, y su olfato profesional le hizo sospechar que tenía las horas contadas. No obstante, viajó a Moscú, consiguió no asentir a las repetidas denuncias de sus jefes de "sabes que nos has estado engañando durante mucho tiempo" y hasta logró darles esquinazo cuando un día de julio salió, como cada tarde, a hacer jogging para reaparecer en los viejos pagos británicos.Oleg Gordievski, que pasa por ser el primer topo que se les escapa de entre las manos a los soviéticos, pone mañana en las librerías KGB: La historia interna de las operaciones exteriores desde Lenin a Gorbachov, donde al pairo del descubrimiento de las actividades del servicio secreto soviético -entra ellas las de socavar las perspectivas electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, en los años previos a la perestroika- el antiguo agente no sólo desvela la identidad del quinto hombre, sino que eleva el activismo de un espía de poco pelo, y ya desenmascarado por el propio contraespionaje británico en los años cincuenta, casi a la altura de Philby.

Eslabón perdido

De hacer caso a Gordievski -que escribe el libro en compañía de Christopher Andrew, un historiador del espionaje de la universidad de Cambridge- el eslabón perdido de aquella cadena de jóvenes burgueses inconformistas, homosexuales, mujeriegos y bebedores formada por los Philby, Burgess, Maclean y Blunt es un hombre oscuro, aburrido, raro e incapaz de hacer amistades que consiguió infiltrarse en el Foreign Office; el Tesoro (donde los soviéticos nunca habían colocado a nadie); en la oficina de lord Hankey, uno de los ministros de Churchill; en la agencia encargada de captura y desciframiento todos los mensaje transmitidos por radio (otra primicia para Moscú), y en el Servicio Secreto de Espionaje, el tambien llamado MI6, encargado de las operaciones en el exterior.

Cairncross fue en todos sus destinos de gran utilidad para sus controladores y Gordievski le considera como el primer espía atómico, ya que cuando estaba junto a Hankey tuvo acceso a información científica sobre los planes anglo-norteamericanos para construir la bomba atómica.

Cairncross -que ha abandonado por unos días su casa del sur de Francia, donde vive en compañía de una mujer joven- es el último de la riquísima galería de espías británicos al que se le cuelga la etiqueta de el quinto hombre.

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El anterior adjudicatario del título fue sir Roger Hollis, antiguo jefe del MI5, el servicio de espionaje que opera en las islas, según relata Peter Wright, otro ex agente, en sus controvertidas memorias Spycatcher (Cazador de Espías). Gordievski mantiene que él sabe de qué está hablando, porque para eso ha tenido acceso a los archivos del KGB, y que los demás no han hecho más que dar palos de ciego.

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