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LA CITA DE LOS MÁS RICOS

Siete agendas para una cumbre

Cada uno de los líderes del G-7 tiene objetivos propios en la reunión de Tejas

Las reuniones formales de la cumbre de Houston comenzaron por fin ayer. Un año después de la anterior cita, en París, los líderes de los siete países más poderosos de la Tierra y el presidente de la Comisión Europea se sentaron en la mesa oval de la Universidad de Rice para debatir los temas previstos. Junto a la agenda oficial, cada uno de los presidentes lleva la suya propia. Las prioridades son muy diferentes para cada protagonista, porque cada cual tiene su visión personal del nuevo orden económico que se avecina y sobre todo necesidades políticas internas diversas. La cumbre ha comenzado, pues, con agendas sobre la mesa y posiblemente algunas notas del octavo jugador, Jacques Delors.

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A medida que iban llegando los líderes mundiales, el presidente de EE UU, George Bush, les iba dejando claro que ésta era su cumbre. Por eso, a nadie extrañó el rodeo y el festival country con que obsequió a algunos de los asistentes y sus parejas.Bush se encuentra pletórico de fuerzas y de ánimo. Las últimas encuestas (realizadas, eso sí, antes del anuncio de subir los impuestos) le dan un apoyo en la calle superior al 70%. Con este optimismo, quiere llevar al debate el tema comercial y convencer a sus socios, sobre todo a los europeos, para que hagan desaparecer las cuotas y los subsidios agrarios. Enarbolando la bandera del GATT (acuerdo general sobre tarifas y comercio), Bush intentará dar un paso más en el proceso de liberalización.

Respecto al cambio histórico de los países del Este de Europa, en la agenda del primer mandatario estadounidense hay una gran tachadura sobre la concesión de ayudas económicas a la Unión Soviética. Ni la carta de Mijaíl Gorbachov en la que pedía ayuda humanitaria para su país parece haber hecho mella en Bush y su equipo gubernamental.

Por su parte, el primer ministro japonés, Toshiki Kaifu, ha traído una agenda de claro color amarillo. Su principal propuesta consiste en que el G-7 levante las sanciones a China e inicie una política de ayudas que incentive el cambio en este país. En este empeño se está dejando parte de su tiempo libre, intentado convencer a sus colegas de que los sucesos de Tiananmen están olvidados. Y si Bush no quiere ni oír hablar de la URSS, Kaifu ha apuntado el asunto de las eventuales ayudas económicas en la primera página de su agenda, pero con un gran signo de exclamación y el nombre de Kuriles en mayúsculas. Si no hay un cambio de postura soviética sobre la soberanía de este archipiélago, por el que llevan discutiendo 45 años, no hay nada que hacer. Tampoco quiere el líder japonés una mayor liberalización del comercio mundial.

El canciller alemán, Helmut Kohl, que llega a Houston apenas nueve días después de la unión económica y monetaria con la RDA, tiene un especialísimo interés en que prosperen sus propuestas de ayudas a los países del Este de Europa y a la URSS. Como segundo asunto, y presionado por la fuerza de los grupos ecologistas en la política alemana, Kohl tiene previsto presionar a sus socios para que se tomen medidas serias contra las emisiones de dióxido de carbono que provocan la terrible lluvía ácida. En concreto, la propuesta consiste en una reducción del 25% de aquí al año 2005.

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La agenda del presidente francés, François Mitterrand, es similar a la de Kohl, a pesar de las notables diferencias ideológicas, en cuanto a ayudas al Este y medidas de defensa del medio ambiente. Pero Mitterrand trae además un mandato de sus agricultores para que no se reduzcan los subsidios agrarios ni se acelere el proceso de liberalización entre la Comunidad Europea y Estados Unidos.

Thatcher se desmarca

El Reino Unido siempre tiene sus puntos de vista particulares sobre todo. Y Margaret Thatcher ha venido a Houston con una agenda con las barras y las estrellas americanas en sus tapas, a pesar de su pertenencia a la CE. La dama de hierro tiene apuntado en letras grandes en la primera página de su dietario algo así como: "Ayudas a las URSS, no gracias". La primera ministra británica es de la opinión de que primero tienen que producirse los cambios en la URSS y luego ya se hablará.

Italia ha traído unas propuestas similares a las de sus colegas centroeuropeos y en general a lo que defenderá con toda seguridad el presidente de la Comisión Europea. Giulio Andreotti y Jacques Delors están a favor de ayudas a la URSS, en contra de reducir subsidios agrarios y aumentar el ritmo de liberalización del comercio mundial y a favor de medidas que mejoren el medio ambiente en el viejo continente.

Y, por último, Canadá, el país más imprevisible de la cumbre. Brian Mulroney parece que ha venido sin agenda previa. Con las manos con los bolsillos. Pero una vez que ha llegado no ha dejado de dar opiniones sobre lo que va sucediendo. Para empezar, y como el que no quiere la cosa, propuso a Bush un acuerdo para luchar contra las emisiones de dióxido de carbono y reducir la lluvia ácida, consiguiendo que se firme el primer protocolo de esta 16º cumbre del G-7. En cuanto a las ayudas a la Unión Soviética el primer ministro canadiense era teóricamente contrario antes de salir de su país, pero tras la carta de Gorbachov está un poco a la espera de acontecimientos.

Los cuatro ases de la baraja son las ayudas a la URSS, el levantamiento de sanciones a China, las medidas para mejorar el medio ambiente y la liberalización del comercio mundial. El póquer de ases es casi imposible.

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