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Los atrapados de Filipinas

B. E., Casi una veintena de españoles, la mayoría de ellos turistas, han vivido una amarga experiencia en los pasados días al ser testigos involuntarios del golpe de Filipinas. Cuatro de ellos se hallaban todavía ayer retenidos en el hotel Intercontinental, uno de los tres que están en manos rebeldes, sin poder salir a riesgo de jugarse la vida en los enfrentamientos entre uno y otro bando.

"Nunca he pasado tanto miedo como estos días. No pienso volver a Asia", confiesa Luis Fernando Muro, un hombre joven natural de Ciudad Real, que con otros tres amigos suyos de Pamplona pasaba dos semanas de vacaciones en Filipinas. Los cuatro decidieron echarle valor ayer por la mañana y abandonaron el hotel Mandarín, después de firmar un papel en la recepción con el que asumían toda la responsabilidad, y se dirigieron en un taxi, en medio de una ráfaga de disparos, hasta otro albergue. El sábado y el domingo, siguiendo los consejos de la dirección, durmieron en el cuarto de baño de sus habitaciones asustados por las explosiones de granadas y ráfagas de metralla que venían desde fuera. Anoche se alojaron en el hotel Manila y hoy tienen previsto regresar a España, vía Hong Kong.

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Cinco catalanes que viajaron a la India y que completaban estos días una visita a Filipinas no vivieron las escenas de pánico de los anteriores, pero mostraron su disgusto por la falta de cooperación que al parecer encontraron por parte de la embajada española. "Estamos deseando volver a España para explicar también lo mal que se ha portado con nogotros la embajada", dijo ayer uno de los miembros de esta expedición, Miguel Coderch.

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