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DUELO VIBRANTE EN EL CAMP NOU

El Barça demuestra estar tan vivo como el Madrid

El pasado 16 de septiembre, segundos después de que el Barcelona perdiera, también por 2-0, su segundo desplazamiento de Liga en el estadio Carlos Tartiere de Oviedo, los jugadores barcelonistas entraron en su vestuario cariacontecidos y toparon con un panorama dantesco. Johan Cruyff y Carles Rexach, sus técnicos, sus jefes, yacían derrumbados sobre los banquillos, con la cabeza entre sus manos, destrozados, tristes, impotentes, desilusionados, sin encontrar justificación a aquella debâcle. Fueron los propios Jugadores los que lanzaron un grito al aire intentando sobreponerse, al desastre. "¡Tenemos que levantar el ánimo, por cojones!", gritaron cinco o seis veteranos, mientras Cruyff y Rexach despertaban de su letargo.Puede que John Benjamin Toshack, entrenador del Real Madrid, sintiera anoche una sensación parecida a la de sus colegas. Su equipo, que pisó el Camp Nou después de menospreciar al rival durante toda la semana, acabó derrotado y hundido. Se diría que el galés políglota entró en el lujosísimo vestuario que los barcelonistas tienen reservado a sus adversarios con la cabeza gacha, consciente de que su credibilidad ante la afición blarica había sido dañada en lo más íntimo. Cuando Toshack se sentó en el banco del vestuario supo que había perdido una oportunidad de oro para borrar de un plumazo al rival más pelig-roso en la lucha por el título. Y como Michel no estaba para bromas, en aquel templo nadie lanzó un grito al aire.

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El Barcelona de anoche volvió a ser el Barcelona de Varsovia. Un equipo veterano, consciente de lo que se jugaba y ansioso por desfilar sobre el cable del trapecista. Un conjunto que, lejos de hacer caso a su entrenador, necesitaba demostrarse a sí mismo que sigue vivo. Por eso importó poco que Cruyff cometiera la torpeza de alinear anticipadamente a Urbano o Bakero, o insistiera en mantener en el equipo titular a Koeman cuando Milla es diez veces mejor que él en ia posición de cuatro.

Esa gente había sido ofendida en lo más íntimo y deseaba demostrar que, pese a su deficiente campaña, están viVitos y coleando. Poco les importó que el árbitro les birlara nada más iniciarse el partido un claro penalti o que el partido empezase con 0-1 debido a otro máximo castigo, éste sí, existente. Ellos estaban allí para partirse el alma, para vaciarse como lo hicieron gente con un corazón tan grande como ZubizalTeta, Roberto, Eusebio o Laudrup. Jugaron sin demasiado orden ni concierto, pero sonaron bien y, además, ganaron. Era un partido de supervivencia, de corazón y, en esas ocasiones, los latidos de ese músculo son más importantes que el 4-4-2 o que el 3-5-2.

Frente aljuego a la desesperada del Barça -con acciones patéticas de Alexanco, Urbano o Aloislo, que pudieron provocar más de un infarto en las gradas-, el Real Madrid, el campeón, el aspirante de nuevo al título europeo por excelencia, presentaba su conjunto de siempre, su esquema de costumbre, su organización, su disciplina, su saber estar y hacer, su espectacular y bello gesto. Pero poco más. Ni Toshack, ni Michel -que volvió a fallar en una noche clave- ni por desgracia Butragueño -que se vio obligado a abandonar el campo en los primeros minutos- supieron bombear sangre a un corazón que había decidido de antemano que aquel no era su partido decisivo. El Barça salió a morir y el Madrid pensó que no tendrá necesidad de esos dos puntos para renovar su cetro.

Fuimos muchos los que creímos ver sobre el césped del Camp Nou al Madrid de Leo Beenhaker, aquel Madrid temeroso, aquel Madrid de las malas noches de Copa de Europa. Incluso cuando dominaron el partido temieron enfrentarse cara a cara con Zubizarreta, tal vez pensando que lo mejor era no provocar al rival para que no maltrataran más de lo debido a Hierro, Ruggeri y Schuster, tres armarios, más que tres defensas.

En el fondo, todo el partido puede resumirse en las diabluras que Laudrup y Salinas cometieron en las personas de Hierro y Ruggeri. Los barcelonistas sacaron del centro de la defensa a sus pares, se los llevaron a las bandas y allí, ante la atónita mirada de un impotente John Benjamin Toshack, les hicieron cuantos túneles quisieron. Allí acabaron con ellos, con el Madrid y con el partido. Ni siquiera Urizar Azpitarte pudo salvarles.

Y si esos hombres no estaban dispuestos a morir sobre el. césped, no debieron provocar. Si no pensaban decidir el título, no debieron decir que el rival estaba descartado. Si no pensabanjugar con el corazón en la mano, no debieron declarar que el adversario estaba en la UVI, que no latía.

Mientras Núñez sufría y Gaspart se mordía el cuello de la camisa, mientras Maragall encontraba a faltar a Liricker e, incluso, a Valverde, Mendoza se lo pasaba en grande en París, donde hoy asistirá a una carrera de caballos, el Arco de Triunfo, consciente de que ahí sí hay puras sangres.

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