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Tribuna:LA SITUACIÓN EN CHILE
Tribuna
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Democracia y proyección internacional

La situación política y económica de Chile facilitará, en opinión del autor, una transición política fluida, cuyo punto culminante será la instalación de un nuevo presidente y un Congreso Nacional constitucionales el 30 de marzo de 1990.

El referéndum convocado para el 30 de julio debe aprobar un conjunto de reformas constitucionales previamente acordadas entre el Gobierno y la oposición. Este acuerdo da formalidad jurídica a las que serán las reglas del juego para la transición política a la democracia. La ausencia de espectacularidad con que evoluciona la situación chilena lleva a algunos sectores de la opinión internacional a subvalorar la importancia de los cambios que vive el país. La derrota del general Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988 abrió paso a una rápida -y no por ello menos ordenada- evolución de la vida política. Las elecciones presidencial y parlamentaria del 14 de diciembre son la próxima etapa de un proceso que culminará en marzo de 1990 con la instalación de un presidente constitucional en el Palacio de la Moneda y de un Congreso Nacional en los nuevos edificios que a estos efectos se construyen aceleradamente en Valparaíso.La Concertación de Partidos por la Democracia -acuerdo político que virtualmente reagrupa a la totalidad de la oposición- multiplica sus iniciativas desde el plebiscito del año pasado haciendo gala de un realismo, de una flexibilidad y de un espíritu de unidad que no por ser más amplio ha dejado de ser operacional.

La postulación de Patricio Aylwin como candidato único del conjunto de la oposición y el acuerdo en torno a las listas de candidatos a parlamentarios ha reforzado la credibilidad política nacional e internacional de la Concertación. Finalmente son las fuerzas políticas que hasta ahora han apoyado al Gobierno las que han exhibido de modo más explícito sus querellas internas. Cierto es, sin embargo, que el proceso de reciclaje democrático no es fácil para los distintos sectores de una derecha mal acostumbrada al monopolio del poder durante más de 15 años.

Realismo político

El nuevo clima -el nuevo sentido común- que vive Chile no es, sin embargo, privativo del ámbito político. Corresponde a una visión crecientemente compartida por los principales actores y poderes fácticos del país. Este nuevo realismo político desconsidera tanto los maximalismos ideológicos como las disputas por el sentido de la historia más reciente y pone el acento en el establecimiento de reglas del juego que hagan posible hoy una convivencia nacional y un nuevo sentido de futuro. El nacimiento simultáneo con esta nueva cultura política de una también nueva cultura económica y de empresa abre para Chile nuevas posibilidades de éxito en los años venideros.

Luego de su brutal caída a comienzos de los años ochenta, y sin desconsiderar su eufemísticamente llamado coste social, la situación económica de Chile es actualmente la mejor de América Latina. Crecimiento, recuperación del empleo, baja inflación, modernización sostenida de la infraestructura de servicios, dinamismo del sector externo, son algunos de sus rasgos. Esta economía sana está basada no sólo en la preservación de los equilibrios macroeconómicos, sino en la emergencia de una cultura de empresa de creciente prestigio en todo el país y progresivamente integrada en el conjunto de la cultura democrática. Los nuevos empresarios chilenos parecen comprender no sólo que su éxito económico no está ligado al mantenimiento del régimen del general Pinochet, sino que la democracia puede abrirles nuevas posibilidades de desarrollo, particularmente en el ámbito internacional. De hecho, ni las inversiones ni la actividad económica han decaído después del 5 de octubre y los valores en la Bolsa de Santiago registran alzas mayores que los del dólar en el mercado informal.

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Del mismo modo que los empresarios entienden que su postulado de sociedad libre no puede excluir la existencia de instituciones democráticas de amplia participación ciudadana, las élites opositoras entienden que la democracia y el desarrollo no se lograrán sin crecimiento económico y sin una activa vinculación del país a los mercados mundiales y a los núcleos de innovación tecnológico-productiva y empresarial.

Inserción económica

Por sus actuales modalidades de inserción económica internacional, Chile es un país que goza de confianza principalmente entre los sectores financieros, comerciales y, en menor medida, entre los inversionistas. Sin embargo, las características de su sistema político y de su política interna hacen que las capacidades de negociación con que puede contribuir su diplomacia no estén a la altura de los requerimientos de su Inserción económica.

Sus relaciones con la Europa comunitaria serán, para una futura democracia chilena, una de las prioridades de su política exterior. Ponderando diversos indicadores, Chile mantiene con los países de la CE un tercio de sus intercambios externos.

Acrecentar su capacidad de captar inversiones, renegociar su voluminosa deuda y aumentar el volumen y precio de sus exportaciones hacia la CE serán algunos objetivos que -en democracia- la concertación entre empresarios y Estado debería permitir alcanzar.

Chile cuenta con competencias políticas y diplomáticas que el régimen militar ha desaprovechado, pero no destruido. Y cuenta también con la más reciente experiencia de empresarios que han sabido ser competitivos en el mercado mundial.

De existir una política preparada con imaginación, responsabilidad y espíritu de concertación, la Europa comunitaria podría ser una región en que dichos resultados sean alcanzados en plazos más breves y en condiciones más satisfactorias. El papel que en esta materia cabe a España puede ser eminente y ejemplar.

El mañana de la democracia es el hoy de las iniciativas necesarias para hacerla posible y darle estabilidad.

Sergio Spoerer es doctor en Sociología e investigador en el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET) en Santiago de Chile.

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