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Musulmanes por decreto ley

En Arabia Saudí se prohíben las expresiones religiosas no islámicas

Ángeles Espinosa

"El té es a las cinco en casa de...". Esta cita, que sería tópica en Londres, se convierte en una aventura casi peligrosa en Riad. El té no significa infusión y pastas, sino una reunión clandestina paracelebrar un servicio religioso cristiano en casa de un miembro de la colonia occidental en la capital de Arabia Saudí. En este país, cuna del islam, cualquier manifestación religiosa externa que no sea musulmana está prohibida por ley.

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Ni iglesias, ni crucifijos, ni ministros religiosos pueden por tanto aparecer en público. La paranoia llega a tal extremo que cuando en 1986 las embajadas acreditadas en el reino trasladaron. sus sedes desde la costera ciudad de Yeda a la de Riad, en medio M desierto, la delegación suiza tuvo problemas con su bandera por estar representada en ella una cruz.Los integristas religiosos de la conservadora Riad adujeron entonces que el símbolo del país helvético no podía ondear en el cielo que contempló el profeta Mahoma. Inteligente y astuto, el representante suizo preparó de inmediato una respuesta adecuada a la impertinencia de sus interlocutores: "Suiza es un país pacifista, y como en la bandera saudí figura una espada, símbolo de la guerra, ésta no podrá ondear en el suelo suizo", venía a decir el razonamiento del diplomático. Los saudíes entendieron el mensaje y la cosa no paso a mayores. Hoy ambas banderas se exhiben sin problemas, aunque en las agencias de viaje de Riad los timones de cola de los aviones de Swissair tienen oportunamente tachado el emblema de la compañía, su bandera nacional.

"Estamos como en la época de las catacumbas por lo que a la práctica religiosa se refiere", asegura resignado e impotente un occidental con varios años de residencia en suelo saudí. Y es que al igual que en la época de los primeros cristianos, quienes practican esta religión se ven confinados a celebrar sus creencias en la clandestinidad.

"Quedamos cada semana en casa de uno o en la sede de alguna embajada", relata un practicante. "Normalmente, el jueves o el viernes, coincidiendo con el finde semana saudí. Nunca sabemos de antemano dónde va a tener lugar la próxima reunión. Nos llamamos por teléfono y solemos llegar al punto de cita de forma espaciada para no levantar sospechas. Una vez allí bajamos persianas o corremos cortinas para mantener la discreción"."Suelen ser servicios religiosos interconfesionales oficiados por un seglar autorizado para ello por el obispo de Riad, quien, por razones obvias, reside en Abu Dhabi", añade un asistente habitual a este tipo de ceremonias. "Acudimos tanto católicos como protestantes y ortodoxos. De vez en cuando alguna de las embajadas acredita a un sacerdote haciéndole entrar en el país como si de un ingeniero o de cualquier otro profesional se tratara. Esto es especialmente frecuente en torno a la Navidad o a la Semana Santa. Entonces el recién llegado despliega una intensa actividad y dice decenas de misas en unos pocos días.

30.000 mezquitas

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Esta rigidez para con el credo de los otros sorprende al venir de un pueblo que se ha dedicado a levantar mezquitas no ya en su propio territorio, donde superan las 30.000, sino en todo el mundo, empezando por Europa, y muy particularmente en España. No hay explicación oficial al respecto. Cuando en la visita a la recién construida ciudad industrial de Yambu, la periodista hace notar a uno de los responsables que entre los servicios construidos para los trabajadores extranjeros no se encuentra ninguna iglesia, éste responde fríamente: "Es la ley La ley en Arabia Saudí quiere decir el Corán (libro sagrado de los musulmanes) y la tradición islámica. La sharia (ley islámica) constituye la base jurídica y legislativa del Estado, y se aplica hasta sus últimas consecuencias. "El poder de los religiosos es muy grande", asegura un saudí que se autocalifica de liberal. "Las autoridades no quieren que les ocurra como en Irán", precisa un observador occidental. El temor a una revolución de corte integrista por parte de las capas más conservadoras de la población ha llevado a los dirigenteis, la familia Saud, a efectuar numerosas concesiones, que han terminado por configurar el factor religioso como un instrumento de control social.

Los saudíes son musulmanes por decreto ley. Ninguna normativa prevé la posibilidad de excepciones, en clara violación del artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. "Aquí no podemos optar como en Europa", reconoce un saudí que, aunque musulmán practicante, se declara alejado de los extremismos.

El Estado paga a todo el estamento religioso y financia sus actividades. La construcción de nuevas mezquitas o la aportación económica para tal o cual proyecto constituyen fórmulas para acallar un eventual descontento, que cuenta además con medios de difusión propios. Los altavoces de los alminares son la única fuente de crítica -y aun así muy limitada- a tal o cual política del Gobierno. A cambio de esta intervención en lo social, el clero ha admitido un proceso de modernización material y tecnológica del país hacía el cual nunca ha demostrado muchas simpatías.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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