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Walesa no logra convencer a los últimos huelguistas

Los trabajadores en varios focos de huelga en Polonia se negaron ayer a secundar el llamamiento del líder del sindicato ilegal Solidaridad, Lech Walesa, a poner fin a su actitud de protesta para abrir camino a las negociaciones entre el régimen y la oposición. Otras tres minas anunciaron ayer preparativos de huelga, en abierta oposición a las intenciones de la dirección del sindicato Solidaridad. Walesa intentó infructuosamente poner fin a la huelga en la mina Manifest Lipcowy, en la localidad de Jastrzebie, en la que se hallan encerrados varios centenares de mineros desde hace dos semanas.

Durante toda la tarde, Walesa intentó convencer a los mineros para que depusieran su actitud. Los obreros acusan al dirigente sindical de haberse contentado con vagas promesas del régimen en su cambio de postura. Exigen garantías para la legalización de Solidaridad por parte del Gobierno. En Manifest Lipcowy están encerrados con los mineros dos de los líderes históricos del sindicato, Bogdan Lis y Tadeusz Jedynak, quién acudió a la huelga desde Australia donde vive actualmente.El Gobierno, por su parte, acusó a los huelguistas en la factoría de Stalowa Wola, cercana a Cracovia, de haber inducido al suicidio a un policía que el miércoles por la noche se disparó un tiro en la cabeza con su arma reglamentaria. El portavoz del Gobierno, Jerzy Urban, llegó a sugerir que no había sido un suicidio, para luego señalar que incluso en el caso de muerte voluntaria, ésta se debía al clima de presión psicológica y agresividad a que se ven sometidas las fuerzas del orden por parte de los huelguistas.

Tras el éxito de Walesa al acabar con la huelga en Gdansk, ayer parecía cumplirse el vaticinio de su asesor Bronislaw Geremek de que, en el actual clima de radicalidad y desesperación de algunos sectores obreros, la oposición organizada podría perder el control de las movilizaciones y protestas. Geremek acompañaba ayer a Walesa en su intervención en la mina. La dirección histórica de Solidaridad no tiene ya, ocho años después de su surgimiento, la influencia en los trabajadores de que gozaba entonces.

Walesa y sus asesores, pero también la Iglesia Católica que apoya su gestión afrontan el primer grave problema para su credibilidad como interlocutores con influencia suficiente para movilizar pero también acallar las protestas obreras.

La mina de Manifest Lipcowy es uno de los últimos focos de huelga en Polonia que se mantienen después de la apertura de negociaciones entre Walesa y el gobierno polaco. Los obreros del puerto de Szczecin (localidad báltica próxima a Gdansk) anunciaron que suspenderán la huelga de acuerdo con el llamamiento de Walesa si los obreros de la terminal de autobuses que se hallan también en paro reciben garantías de que no serán objeto de represalias por parte del gobierno.

Dura prueba

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Walesa afronta la dura prueba de demostrar al régimen su influencia en un movimiento de protestas laborales cuajado de gente joven radicalizada que exije garantías de que el gobierno accederá a la reivindicación de pluralismo sindical.Walesa no cuenta con más garantías que el apoyo de la Iglesia polaca. Ésta ha prometido públicamente proteger a los obreros que sean despedidos por su participación en las huelgas, de acuerdo con la advertencia del ministro de trabajo Ireneusz Sekula, como sucedió ayer, en el astillero Lenin, donde 400 obreros sancionados por su participación en el paro han regresado a sus puestos sin sanción alguna.

Los mineros de Manifest Lipcowy habían exigido la presencia de Walesa en la mina para que diera cuenta de sus contactos oficiales con el régimen y de las expectativas de la prometida mesa redonda entre el poder y la oposición.

Walesa había logrado, no sin dificultades, poner fin a las huelgas en los astilleros y el puerto de Gdansk y en la factoría de Stalowa Wola al sur del país. Muchos obreros reprocharon a Walesa la falta de resultados concretos en su encuentro con el ministro del interior Czeslaw Kiszczak el pasado miércoles.

En Szczecin la huelga parecía ayer fuera del control del líder de Solidaridad. Su condición de garantías de impunidad para sus compañeros en la terminal de autobuses está fuera del control de la oposición organizada. El jefe del comité interempresarial de huelga de Szczecin manifestó que, incluso si Walesa se presentaba personalmente en el puerto, es muy posible que los obreros en huelga no le dejaran entrar.

La oposición a los llamamientos a concluir las huelgas parecen demostrar que gran parte de los huelguistas, muy jóvenes, ven al sindicato Solidaridad como el símbolo de unos ideales no como una organización con líderes en los que delegar. Gran parte de estos jóvenes cachorros no participaron en la sublevación de 1980 y todos ellos parecen partidarios de una línea radical de enfrentamiento al régimen.

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