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Tribuna:EL FUTURO DE UNA DICTADURA
Tribuna
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¿Qué hacer con Pinochet? / y 2

Y sobre todo está Pinochet. No es un dictador envejecido, parquinsoniano, rodeado de viejas guardias decrépitas o de jóvenes cómplices que ya han pactado el reparto de su túnica. Pinochet no quiere otro juicio de la Historia que el que pueda dictar él mismo y dará mucha guerra a quien quiera apartarle. Y, por otra parte, está la realidad social de Chile, menos cruda que la de las otras Repúblicas compañeras en la solución final del Cono Sur emprendida en la década de los setenta (Chile, Uruguay, Argentina), pero menos dura porque dispone de un marco macroeconómico más saneado, contrarrestado por la miseria instalada en las poblaciones donde se detectan niveles de consumo rigurosamente tercermundistas. Es cierto que Santiago de Chile no es aquella ciudad de tristes escaparates maltratados por todos los bloqueos exteriores contra Allende, sino que, tanto en su antiguo centro como en los nuevos centros comerciales surgidos en las zonas residenciales, los escaparates recuerdan geografías de la abundancia.Pero está el Chile mayoritario del desempleo, del subempleo y del trabajo mal pagado y mal defendido que se hacina en poblaciones al borde del estallido social. Los estrategas de una salida pactada de la dictadura temen, por un lado, el tozudo empeño de Pinochet por sucederse a sí mismo, y, por otro, esa presión social rupturista que hoy por hoy encarna hegemónicamente el partido comunista y algunos sectores del partido socialista, los que encabeza Almeyda, cada vez más cuestionados por estos nuevos socialistas que tienen en Felipe González y en el PSOE español sus puntos de referencia.

Proyecto de ruptura

Qué hacer con esa izquierda que vehicula un proyecto de ruptura y transformación que no es preocupación menor para los urdido res de una transición sin traumas y a los que el propio Pinochet les baila de vez en cuando la danza de los siete velos, prometiéndoles un lugar a su izquierda en el futuro paraíso democrático, siempre y cuando dejen en la clandestinidad a los comunistas y todo lo que representan. Se puede hacer. A un elevado coste de sangre y sufrimiento histórico de buena parte de las clases populares y de la juventud universitaria chilena. Pero también a un elevado coste de credibilidad democrática futura de quienes se presten a una operación discriminatoria.

El temple de la izquierda va por barrios. Los comunistas razonan e historifican, tienen un discurso contundente respaldado por ese Chile de la memoria sangrienta y por ese Chile de los deseos revolucionarios de los sectores sociales postrados. También tienen en sus manos su capacidad de iniciativa, esa capacidad de iniciativa que en todas las transiciones permite a la organización comunista urdir tejidos sociales de resistencia a través de los movimientos sociales y culturales. Pero sus líderes son conscientes de que su influencia social y cultural es hoy superior a la que traducirían unas elecciones, porque en tiempos de riesgo ellos se arriesgan y los demás contemplan y a lo sumo respaldan. La propia organización de Chile crea es una demostración de este juego. La mayor parte de carne puesta en este asador vindicativo de la cultura crítica, respaldado por la presencia de personalidades extranjeras, la han puesto cuadros comunistas y, sobre todo, cuadros juveniles, universitarios o no. La Democracia Cristiana ha desplegado algunos efectivos humanos, pero sobre todo ha aportado instalaciones para que los actos puedan celebrarse, a veces conseguidos en los últimos minutos previos a la convocatoria. Y a más distancia pero también apreciable como síntoma, el hecho de que el centro organizativo de Chile crea esté instalado en el hotel Tipahue, cuyo propietario es un destacado miembro del derechista Partido Nacional.

Chile crea fue de hecho un gran ensayo general de libertad vigilada. Baste decir que el acto inaugural en el teatro Baquedano estuvo pendiente de un hilo por que hasta minutos antes de levantar el telón se careció de permiso. El acto en la calle de homenaje a Neruda se realizó con los mil ojos del invisible servicio de seguridad mirando. hacia todos los horizontes por si llegaba el séptimo de caballería. Una manifestación de profesionales del cine y la televisión fue contundentemente disuelta. Algunos delegados extranjeros fueron retenidos durante unas horas y a un escritor chileno participante en un coloquio sobre literatura desarrollado en el teatro de El Galpón de los Leones le habían allanado su domicilio aquella mañana, en busca de su hija, una adolescente supuestamente implicada en un enfrentamiento con la policía. En el teatro donde se desarrolló el coloquio cada noche se representaba una obra de gran éxito de Marco Antonio de la Parra. Título: La secreta obscenidad de cada día.

Los actos centrales se celebraban cada atardecer en el pabellón deportivo del colegio San Leonardo, cedido por la Democracia Cristiana. Allí se constituía cada día una isla de libertad, un ensayo de catarsis nutrido de antiguos himnos, viejos y nuevos eslóganes. Lógicamente, sonó menos El pueblo unido jamás será vencido que el que aludía a la próxima caída de la dictadura militar. Poetas, cantantes, científicos, pintores, animadores culturales de variada condición, llega dos de casi todas las partes del mundo, aportaban la solidaridad de su memoria y sus deseos. A los chilenos les entusiasmaba especialmente el reencuentro con destacados miembros de su exilio cultural y les emocionó que Raimon cantara Amanda, de Víctor Jara, en catalán, mientras ellos le secundaban en castellano. Pero no era sólo el próposito de la comunión de los santos lo que animaba la convocatoria de Chile crea: se necesitaba, por una parte, una cobertura más para ganar espacios de libertad, y, por otra, manifestar la supervivencia de una cultura crítica chilena que ha resistido la represión y la intoxicación de la dictadura. Todos los pueblos que hemos pasado por una larga noche de piedra hemos tenido la necesidad de demostrar y demostrarnos que el fascismo no nos había vampirizado. Homenaje, pues, a los que se marcharon porque les iba en ello la vida, pero sobre todo a esa reconstruida cultura crítica, popular y de elite, que la sociedad civil chilena ha opuesto a la cultura oficial y todas sus falsificaciones.

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Mártires

En el teatro Baquedano, junto al ritmo paralelístico del Digamos no proclamado por Eduardo Galeano, el momento más emotivo fue la aparición de unas decenas de siluetas negras en las que se habían escrito los nombres de los más destacados mártires de la dictadura. Eran los ausentes que preguntaban a los presentes por su capacidad de olvido. ¿Nos olvidaréis? ¿Sí? ¿No? No. Y la negación se sumaba a la campaña del plebiscito, en las duras condiciones del entonces existente estado de excepción. Al día siguiente por la tarde, en el centro de Santiago estaba convocada una manifestación contra el hambre, el hambre real que en muchas poblaciones se traduce en dos comidas a la semana. La respuesta de la policía fue contundente y los gases lacrimógenos se sumaron a la feroz contaminación atmosférica que padece la capital. 1.a respuesta de la gente no fue menos reveladora: participaran o no en la manifestación, se sacaron del bolsillo o del bolso máscaras antigás, bolsas de sal o simples pañuelos perfumados y siguieron su camino de vuelta, los unos a sus casas y los otros a la democracia.

Osvaldo Soriano se me apareció de pronto en una barbacoa organizada por la revista Análisis en su propio jardincillo. Por allí estaban Galeano y el poeta peruano Antonio Quintero, corresponsales extranjeros y, sobre todo, chilenos vinculados a la publicación perseguida, a los frentes de resistencia y al exilio del que han vuelto paulatinamente, como un factor de presión más contra la dictadura. Soriano está pesimista sobre las salidas políticas del llamado Cono Sur y especialmente de Argentina, donde Alfonsín lo hace cada vez peor, pero donde nadie puede prometer que lo va a hacer mejor. En torno del fuego se canta y se recuerda. Rutas de exilio que vuelven a casa y por el camino vivencias y contagios de otras culturas: México, España, Francia, Italia, Alemania... Verdad y mentira hay en el poema de Nicanor Parra, que recuerdo al calor y al frío de la conversación:

"La partida tenía que ser triste / como toda partida verdadera: / álamos, sauces, cordillera, todo / parecía decirme no te vayas".

Y, sin embargo, el regreso es más triste...

"Aunque parezca absurdo toda mi gente desapareció: / se la tragó la ciudad antropófaga.

Solamente me esperan / los olivos enfermos de conchuela / y el perro fiel, / el Capitán, con una pata rota".

Precisamente, Nicanor Parra, imprevisto soporte del golpe en los primeros meses por un particular ajuste de cuentas con la poderosa sombra de Neruda, ha sido casi el único gran sénior de la cultura chilena que ha respaldado con su presencia y su recital la convocatoria de Chile crea. A los otros, o les ha asustado la radicalidad de la propuesta, o consideran que no hay que irritar demasiado a la dictadura, o se confiesan cansados para nuevos sobresaltos. Que la cosa va en serio se comprueba en este pequeño jardín de Análisis cuando, al aproximarse las diez de la noche, el director Cárdenas prepara su regreso a la cárcel. Un minuto de retraso puede representar un alargamiento de condena, y la misma espada de Damocles pende con diferentes balanceos sobre todas las publicaciones de la oposición: Análisis, Apsi,Cauce, Hoy, Fortín Mapocho, La Epoca, y sobre sus profesionales repetidamente perseguidos, hostigados, encausados, como demuestra un duro informe del Consejo Metropolitano del Colegio de Periodistas de Chile titulado La dictadura contra los periodistas chilenos.

Juan Pablo Cárdenas en su cárcel, como Cenicienta particular del general Pinochet; yo me voy a cenar con unos nuevos amigos entre los que está Marco Antonio de la Parra, psiquiatra y dramaturgo, el responsable precisamente de La secreta obscenidad de cada día. En la obra, M arx y Freud sostienen un diálogo basado en el equívoco sobre su condición de exhibicionistas. ¿Qué exhiben cuando se abren la gabardina? ¿Ante quién se la abren? Dejo el misterio al alcance del espectador español, que próximamente verá la obra, y me limito a resumir una conversación de sobremesa distendida e informativa. Mis compañeros esta noche son partidarios de una reforma radical, pero reforma al fin y al cabo, y temen la posibilidad de un aventurerismo izquierdista, el mismo que acosó a Allende en los tiempos de la Unidad Popular. La tentación del fracaso como razón de ser puede ser uno de los vicios de la izquierda y me lo dicen gentes que en un próximo pasado tal vez hubieran considerado a Allende o al propio Corvalán demasiado prudentes.

Chile vive

Prudentes e imprudentes. Así puede dividirse la oposición chilena, mientras por encima de sus techos el Departamento de Estado, las multinacionales económicas y políticas estudian la situación, su situación. Cuando llegue lo que ha de llegar, invito a los politicólogos a que apliquen sus aparatos para medir cuánto se debió a la acción de las personas y las masas, y cuánto se debió a las jugadas de ajedrez superestructural urdidas en las cloacas por fontaneros de desagüe y utilizando fondos reservados. Pero de momento hay chilenos que ya han demostrado que Chile vive, y recientemente han dado el salto al nivel superior para demostrar que Chile crea. Estaban bajo el estado de excepción. Ahora, ya no. ¿Quién ha conseguido este paso hacia la libertad? Es urgente saberlo, porque si está demostrado que las palabras tienen dueño, las democracias también. Aunque a esta rotunda frase que quise ftiera de despedida, añado el relativizador recuerdo de una sensata afirmación de Alfonsín: "A los intelectuales habría que recordarles que a veces la diferencia que hay entre la democracia formal y su negación es la misma diferencia que hay entre vida y muerte".

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