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NECROLÓGICAS

Dino Grandi, el fascista que hizo caer a Mussolini

Dino Grandi, antiguo dignatario fascista que organizó junto con el rey Víctor Emanuel III la caída de Benito Mussolini en julio de 1943, falleció el sábado pasado, en su residencia de Bolonia, a la edad de 93 años.Periodista y abogado, elegido diputado del Parlamento en 1921 a la edad de 25 años, Grandi formó parte del primer gabinete de Mussolini como subsecretario del Interior, pero tuvo que dejar el puesto debido a sus tendencias democráticas.

Pasado al campo de la diplomacia, contribuyó a la redacción del Tratado de Locarno, según el cual Italia y el Reino Unido garantizaban la frontera francoalemana del Rin. En 1929, Mussolini le confió la cartera de Asuntos Exteriores, pero el acercamiento con Hitler, que era favorable a la revisión del Tratado de Versalles, cosa a la que Grandi se había opuesto, terminó con su designación para embajador en Londres, en 1932.

Aunque cosechó éxitos en la Embajada, fue llamado a Italia en 1939, tal vez por presiones de Berlín, que le encontraba demasiado anglicista, y nombrado ministro de Justicia.

El 1 de septiembre de 1939 manifestó de nuevo su independencia de espíritu al aconsejar la neutralidad de Roma tras el ataque alemán contra Polonia. En febrero de 1943 dejó el Gobierno para pasar a ocupar la presidencia de la Cámara, puesto meramente honorífico. Grandi buscó entonces la argucia constitucional que permitiera deponer a Mussolini y poner la suerte del país en manos del rey, a fin de hacer salir a Italia de la guerra. Cuando los anglosajones desembarcaron en Sicilia y Hitler se negó a incrementar la ayuda militar a Roma, el Duce decidió finalmente convocar el Gran Consejo Fascista el 24 de julio de 1943. Tras un debate de más de 10 horas, se adoptó por mayoría una moción redactada por Grandi que ponía fin al régimen fascista italiano.

Convertido en la bestia negra de los alemanes, dejó Italia para refugiarse en Portugal y después en Brasil, donde volvió a ejercer con éxito su profesión de abogado, que ejerció durante 25 años antes de regresar para acabar sus días en Bolonia, su ciudad natal. Ciego y casi sordo, conservó, no obstante, una gran lucidez y se dedicó a redactar sus memorias.

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