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Los candidatos franceses miran al Sur

Los principales aspirantes a la presidencia reflexionan sobre España y la política de su Gobierno

Lluís Bassets

España ocupa un singular lugar en las ideas y discursos de los principales candidatos a la presidencia de la República. Por primera vez en una campaña electoral francesa, los tres candidatos con posibilidades de ganar reflexionan públicamente sobre el papel de España en la política europea, y a veces se refieren de forma admirativa a la política interior española. El papel de España en la Comunidad Europea, la liberalización económica emprendida por el Gobierno español y la política de defensa de éste son las principales cuestiones que suscitan elogios de Barre, Mitterrand o sus estados mayores. En cuanto al excelente momento de las relaciones hispano-francesas, la victoria de cualquiera de los tres candidatos no conllevará ninguna modificación sustancial.

"Doy mucha importancia", aseguró Barre el martes en una conferencia de prensa, "a la toma de posición de Felipe González sobre la defensa europea y me alegro de que España, el tercer país continental, se añada a los esfuerzos para construir el llamado pilar europeo". El ex ministro socialista Michel Rocard, que mantiene posiciones convergentes con las de Barre en algunos temas de defensa, subrayó en una entrevista a EL PAÍS el papel que debía desempeñar España en el flanco sur di la OTAN y en la defensa europea y la capacidad de sus Fuerzas Armadas para asumirlo.El crecimiento económico español en 1987 y la adaptación a la situación creada por la entrada en la CE arrancaron hace unos meses un espectacular elogio del economista Alain Minc, de ideas liberales pero simpatizante de François Mitterrand. Minc, brazo derecho del industrial italiano Mario de Benedetti, aseguró que en 20 años España se situaría en la cabeza industrial de Europa. El primer ministro neogaullista, Jacques Chirac, ha afirmado en uno de sus recientes mítines que España e Italia acompañarán a Francia y Alemania Occidental en la primera fila del dinamismo europeo, en la que promete que su país será el más fuerte.

Para la derecha no hay duda de que la naturaleza del socialismo español permite explicar los buenos augurios. Según afirmó a EL PAÍS Charles Millon, uno de los lugartenientes de Barre, hay una diferencia cualitativa entre los socialistas españoles y los franceses, "todavía muy doctrinarios y antiguos". El dirigente del partido democristiano Centro de Demócratas Sociales (CDS) y ministro de Transportes, Pierre Mehaignerie, recordó a Michel Rocard, en un reciente programa de debate en televisión, la consideración que le merecían a Felipe González los dos primeros años de nacionalizaciones y de "socialismo a la francesa", calificados por el presidente español como "el camino que no hay que seguir".

El "socialismo liberal a la española", que tantos elogios suscita en las filas de la derecha halla también abundantes simpatías en la izquierda, principalmente en el ala más moderada del Partido Socialista, que ha, conseguido extender su influencia y sus ideas en todo el partido. El propio Mitterrand parece admirar secretamente la hegemonía política del socialismo español, y su gran ambición sería obtener después de la elección presidencial una situación parecida a la española, con un gran PS capaz de invadir el espacio del centro después de marginar a los comunistas, un centro que salta por los aires (la Unión para la Democracia Francesa), y una derecha reducida en dimensiones e incapacitada para regresar por el momento al Gobierno (los neogaullistas de la Asamblea para la República, RPR). Lo que falla en este esquema es la fortaleza de la extrema derecha, el Frente Nacional.

La atención por España se limita, sin embargo, a los tres grandes candidatos, únicos que cuentan en la carrera y que se presentan como comprometidos en la construcción de Europa. El comunista André Lajoinie y el ultraderechista JeanMarie Le Pen cuestionan, por razones distintas, la propia Comunidad Europea y su reciente ampliación. Para Le Pen, la Europa que hay que construir debe ser "imperial", y asocia a su labor, entre otros, a los mismos italianos y al notario madrileño Blas Piñar. Para Lajoinie, como para los otros candidatos situados a su izquierda, los trostkistas Pierre Boussel y Arlette Laguiller, la Europa de la CE responde todavía al estereotipo de la "Europa de los comerciantes".Discurso antieuropeístaEl discurso antieuropeísta de derechas o de izquierdas tiene el terreno abonado en un cierto nacionalismo que tiene profundas raíces en muchos sectores de la población francesa. El propio Jacques Chirac, con su discurso sobre la primacía de Francia en la Europa del futuro, intenta compensar algunas frustraciones de parte de su electorado, al que prometió en las elecciones legislativas de 1986 la revisión de las modalidades de adhesión de España a la Comunidad. Chirac asegura ahora, cuando se le interroga sobre esta cuestión, que la revisión ya se ha producido.

Algo similar sucede con su rival, François Mitterrand, respecto a la política de expulsiones de refugiados vascos por el procedimiento de urgencia absoluta. El Partido Socialista, que propugnaba las extradiciones por vía judicial, ha tenido que tragarse el sapo de las expulsiones, sin apenas rechistar, para no empañar su imagen de organización europeísta y de solidaridad con la democracia española.

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La victoria de François Mitterrand, en cualquier caso, no pondrá en peligro la política seguida hasta ahora respecto a la colaboración antiterrorista.

Lo que va de ayer a hoy

Los tres grandes candidatos a la presidencia de la República son actualmente fervientes europeístas y amigos de España. Pero cada uno de ellos cuenta con una particular historia de sentimientos hostiles y desconfianza hacia España.Chirac se opuso a la ampliación de la CE con la incorporación de España y Portugal mientras estuvo en la oposición, hasta 1986. Su ministro de Agricultura, François Guillaume, era entonces dirigente de la patronal agraria y militaba activamente contra la competencia que supondría la desaparición de fronteras para los productos del campo.

El ex primer ministro Raymond Barre, en su paso por el Gobierno bajo la presidencia de Giscard d'Estaing, fue un devoto apóstol de la Europa a dos velocidades, en la que España debía correr más lentamente que los países de cabeza de la CE. La última etapa de Giscard, con Barre de primer ministro, fue la más negra en las relaciones hispano-francesas, con dificultades en todos los terrenos posibles: agricultura, paso de camiones españoles, refugiados vascos, pesca, etcétera.

El presidente de la República, François Mitterrand, ha sido uno de los primeros conversos a la fe española, pero después de numerosas apreciaciones erróneas sobre las posibilidades de la, transición democrática. Los Gobiernos socialistas de Mitterrand continuaron primero en la línea de dificultades emprendida por Giscard y aceptaron más tarde la plena colaboración con España. Pero tuvo que ser el Gobierno conservador de Chirac, el que protagonizara el mayor esfuerzo de comprensión entre los dos países.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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