El amor propio salvó la temporada del Barça
Estaban desahuciados. Nadie daba un duro por ellos. La directiva los había puesto en venta. Llevaban tres años sin ganar un título decente, ya que lo último que habían conquistado era una descafeinada Copa de la Liga, jugada con reservas y jóvenes promesas, mientras las estrellas se tostaban al sol de México. Desde la Liga de Terry Venables, este equipo había estado en todas partes, metido en todos los fregados y no se había comido un rosco. Pisaban el Bernabéu con la Liga perdida, la UEFA olvidada y con el pelotón de descenso en los talones. Por si eso no era suficiente, se enfrentaban al equipo revelación de las dos últimas temporadas, al campeón de ,Copa, a la Real de John Benjamin Toshack, que goleó al Real Madrid en el mismísimo estadio Santiago Bernabéu, al Barcelona en Atocha y al Atlético de Jesús Gil y Gil.Pero no sólo sobrevivieron a la prueba, sino que se llevaron el trofeo a casa con todo merecimiento. Poco les importó que los dieran por derrotados antes de empezar el partido, o jugar en inferioridad de condiciones, de forma escandalosa, en las gradas del Bernabéu.
Jugaron sabiamente para ganar desde el primer instante, se confabularon antes de saltar al césped para lograr el título como fuera, y supieron presionar lo suficiente a los donostiarras como para que les entrara el miedo en el cuerpo y se dieran cuenta de que podían perder. Trabajaron como leones, pelearon el partido hasta el último minuto e hicieron lo que saben de la mejor forma posible. La Real, que se creyó superior desde el pitido inicial, debió sucumbir ante la organización, veteranía, profesionalidad y dedicación de un equipo que estaba muerto y enterrado.
El partido fue un encuentro típicamente copero, en el que los dos equipos jugaron con gran temor durante los primeros 45 minutos. La segunda parte fue un derroche de fuerza por ambos bandos, pero mientras los azulgrana estaban mejor organizados -contrariamente a lo que en principio cabía suponer- los donostiarras se dieron cuenta de inmediato de que la historia estaba en su contra incluso lo estuvo hasta el último segundo cuando Bakero II, el goleador vasco, falló estrepitosamente ante Zubizarreta.
Tácticamente no hubo demasiadas sorpresas. Toshack se decidió por Zúñiga a la derecha y López Recarte a la izquierda, lo que hizo que Luis colocara a Urbano en la derecha, ya que al ser zurdo podía neutralizar el recorte al que se ve obligado López Recarte -otro zurdo- para poder centrar con la derecha. Schuster, portentoso durante todo el partido, al igual que Lineker, cumplió funciones de organizador y se despedirá del Barcelona con un nuevo título.
Luis no hizo caso a los directivos y jugó fuerte alineando al alemán. Muy fuerte. La misión del rubio centrocampista era vital en un encuentro planteado, en principio, abiertamente al contragolpe. Toshack no le dedicó marcaje especial y posiblemente se esté arrepintiendo en estos momentos, ya que decidió que los hermanos Bakero lo controlasen escalonadamente, lo que no dio resultado y permitió que el rubio centrocampista marcase el ritmo del juego catalán y se moviese libremente por el campo.
El Barcelona, para neutralizar las oleadas ofensivas de los donostiarras, utilizó como mejor arma la táctica del fuera de juego. La Real cayó en ella en multitud de ocasiones y jamás encontró su antídoto.
Al perder el balón, los barcelonistas reculaban hasta llegar al borde de su área, donde mantenían la línea hasta provocar el fuera de juego. Además, conocedor del peligro que podía crear la Real en los saques de esquina, Luis colocó a Schuster delante del balón en cada córner, lo que obligaba a que el lanzamiento fuera muy elevado y, por tanto, Zubizarreta podía controlar la acción.
La entrada de Calderé, a los 56 minutos de juego, supuso un mayor empuje ofensivo para los barcelonistas, que, en ese momento, ya habían decidido ganar la final, conscientes de que a la Real le había entrado el miedo escénico del Bernabéu. Lineker y Carrasco se abrieron hacia los extremos -una falta a Lineker, junto al córner izquierdo, propició - el gol del Barcelona- para superar a Górriz y Gajate y facilitar la entrada de los centrocampistas azulgrana.
El partido no contó con grande oportunidades de gol, aunque ambos conjuntos disfrutaron de alguna ocasión para ganar el partido. La primera, después de más de media hora de dominio donostiarra, fue barcelonista, pero Arconada abortó con una sensacional intervención el remate de Lineker. Dos minutos después era Loren quien disfrutaba de una oportunidad sin igual, pero no supo qué hacer cuando el balón cayó en sus pies sobre el punto de penalti.
Habiendo visto los primeros 45 minutos estaba claro que quien marcara ganaría el partido. Marcó el Barcelona y ganó merecidamente. La Real lo intentó todo al final, Toshack incorporó a López Recarte en el centro del campo y añadió en ataque a Fuentes. La final estaba sentenciada, por mejor organización, más motivación y, principalmente, por el amor propio de los azulgrana.
Los jugadores intentaron dar la vuelta al campo con Luis Aragonés, gran vencedor de la noche. El técnico madrileño, harto de sufrir, mereció ayer llevarse una de las mayores alegrías de su vida. No sólo demostró con su planteamiento y confianza en Schuster y el resto de jugadores -a los que ha defendido hasta el final- que también sabe hacer ganar a otro club que no sea el Atlético, sino que incluso asestó una palmadita en la cara del parlanchín técnico galés, que le ha recordado durante toda la semana que le había ganado en los tres últimos enfrentamientos entre ambos.
La Copa viajó de madrugada a Barcelona, dentro de un avión inundado de cava. Con un equipo resucitado y feliz. Hoy, empieza otra historia azulgrana. Ayer fue otro día.
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