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Tribuna:EL JUEGO COMO ENFERMEDAD
Tribuna
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De lo lúdico, lo patológico y lo terapéutico

Breves noticias de prensa han informado sobre las valiosas experiencias de un joven y entusiasta grupo dirigidas a combatir el juego patológico. ¿Le interesa, lector, saber qué es esto del juego patológico, además de una figura viciosa de dicción? Llanamente, adicción a gastarse los cuartos confiando en que se recibirá ciento por uno. Adicción, pues, a la primitiva, a las quinielas, al Niño, a la de Navidad y la del turista; a los extraordinarios de primeros de mes, de los 15 y de los 20; al oro de la Cruz Roja (con descuento del IRPF), a las carreras, bonoloto, cuponazo, máquinas, ruleta, bingo y frontón. Y los de siempre, escaqueados del Tesoro por su tabernaria pequeñez: la brisca, los chinos y otros distintos, marginales aquí.Muchos ciudadanos pierden así algunas perras; otros se pasan y entran en conflicto con la parienta/e o con la ley. En este continuo de gratificaciones y conductas repetidas se precisa definir un punto donde empieza lo anormal, lo enfermizo, lo patológico. Y es tarea refinada establecerlo bien alto, porque el Estado apaña buenos miles de millones en cada ejercicio anual.

A esa definición política se contrapone otra psicológica, hasta ahora harto compleja, pero, gracias a Dios, facilitada con el DSM III. Para saber dónde acaba la normalidad se ojea el DSM III (sigla norteamericana pimpante, reguladora y potísima: disease statistic manual, en castellano: radio del aro por donde precisa usted pasar si no quiere que le consideren trastornado. Hubo otros dos DSM, el I y el II; hoy se anuncia pronto el IV; el V vendrá poco después. Los intereses cambian, y las anomalías, también). Llevaría demasiado espacio transcribir los criterios para determinar el juego patológico. Son algunos: progresiva incapacidad para resistir los impulsos a jugar, aprietos familiares, trastornos de la vocación, etcétera. Me pregunto si, desde mi hispánica heterodoxia, no será que muchos cristianos DMS III positivos se jugarán las pestañas por resolver esos aprietos o intentar costear su vocación; pero éste es otro tema Voy a la génesis del ofuscamiento

Proporcionalmente a la renta per cápita, parece que España figura en cabeza del dinero invertido en los juegos de azar. Dicen que Filipinas compite. Allá ellos. A mí lo que me importa es mi país, y lo que en mi país acaece desborda la medida de la ecuanimidad y la sensatez.

Creación de hábitos

La creación de hábitos se rige por principios que hace tiempo enunciaron Skinner, Konosrsky, Watson y Pavlov. Se hace algo y, seguida de ello, se recibe una respuesta, un refuerzo, positivo o negativo, según favorezca o no, en el caso que tratamos, la fortuna. En líneas generales, tanto más se repite la conducta y mayor es el refuerzo, tanto más estable resulta el hábito. Digo, pues, que el bingo, condiciona, envicia o anormaliza más que la lotería, por la frecuencia de la repetición, y la lotería más que el bingo, por la millonada imaginada del refuerzo. De ahí que, promediados cuantía y rapidez, las tragaperras aventajen a ambos. Por ahora. Pues se anuncian nuevos modos diabólicos que asocian cuantía e inmediatez.

Para contribuir a tal desaguisado, el Tesoro cuenta con los media y, obviamente, con el más poderoso de ellos, la televisión. Los desmanes se reconocen con el DSM, y una vez catalogados, allá ellos con los artistas de la terapia conductal.

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En otros tiempos, quien se arruinaba en la ruleta, al salir del señorial casino recibía discretamente una pistola con la que algunos se saltaban la tapa de los sesos. Y amén.

Termino deprisa y corriendo. Está a punto de cerrar el quiosco. Y esta semana hay bote. Adiós.

Antonio Colodrón es psiquiatra.

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