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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Razones de la sátira

Maldita la gracia que tenía todo aquello, pero lo cierto es que, eso sí, con Franco reíamos mejor. O, por lo menos, sobre el papel, leyendo, reíamos más. El recurso al humor -esa renuncia al grito para expresar la insatisfacción- y el uso de la ironía -decir algo de manera que haga pensar lo contrario- eran armas que los que escribíamos usábamos a menudo contra todo aquello. Todo aquello era el régimen por antonomasia. El régimen por antonomasia, o bien porque no supiera leer, o bien porque en lo más hondo de su subconsciente algo le dijera que había que dar salida a la queja, la dejaba salir, por ejemplo, en comisarías y cárceles de papel, siempre más leves y divertidas que las de verdad.De hecho, se cultivaba el humor y, mejores o peores, daba frutos abundantes en colecciones como El Monigote de Papel, de Plaza y Janés, o El Club de la Sonrisa, de Taurus, donde yo publiqué mi primer libro. Ahora, si usted escribe humor, cualquiera que sea el historial que como humorista tenga, los juicios que sus libros anteriores hubieran mere-

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cido, la gracia que puede haber, si la hay, en los originales con los que se presente en las editoriales, puede estar seguro de que se va a quedar con los originales en el bolsillo. Ninguna editorial tiene hoy una colección de libros de humor, y fuera de colección no le publica un libro nadie.

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El nunca bastante alabado, seny catalán, que, por ejemplo, da una ley prohibiendo que se maltrate a los animales, pero admitiendo las corridas de toros allá donde maltratarlos es negocio¡ ha conseguido que Barcelona se quite la espina dé otros sufridos centralismos gozando de su actual condición de centro del mundo editorial, no ya en la lengua de mosén Jacinto Verdaguer, sino también, y sobre todo, en la por allí para otras cosas tan a menudo rechazada lengua de Cervantes, y en Barcelona, capital editorial del Estado español, dicen ahora que el humor no se vende.

Los jóvenes de ahora, los únicos que parecen interesar a los expertos en eso que llaman marketing, dan la impresión de estar de vuelta antes de haber tenido tiempo d *e ir; se diría que ya lo saben todo, nada les ilusiona hoy día. ¿Seguro que no comprarían esa sonrisa de la desilusión que no recuerdo quién dijo que solía ser el humor? Y, en un país como éste, con tanta gente y tantas instituciones tan importantes por todas partes; donde tanta gente y tantas instituciones, quizá por el mismo hecho de que no estén del todo seguras de sus méritos, exigen por todas partes que se les tome absolutamente en serio y se les tenga el debido respeto, ¿es posible que a nadie le den ganas de reír leyendo y el humor literario no se venda?

No es que no se critique. El periodismo tiene ahora a gala aquí el ser agresivo y no le faltan ocasiones de agredir, pero tanta aguda y agria agresividad está enrareciendo la atmósfera de esta supuesta democracia que supuestamente la mayor parte de los periodistas defienden.

A falta de salida sobre el papel, hay esa salida del humor sobre las tablas. que -Los Luthiers, el Triciclo, la Trinca, los Joglars...- suele venir también de Barcelona. Sería mala cosa que se saliese con la suya -esa beatería de que recientemente hablaba Vicente Verdú en EL PAÍS, la de los que en Cataluña tuercen el gesto y, tras su última aparición televisiva, claman al cielo y pretenden enviar a Boadella y sus Joglars a los infiernos.-

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