_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Historia y catástrofe

La fatalidad quiso que la catástrofe, ese negativo de lo histórico, asomara pocas horas después de que el señor presidente del Gobierno, con ese gracejo y esa labia que Dios le ha dado, exclamara ante la pasmada ciudadanía de una de nuestras hijas patrias: "La inflación no es de derechas ni de izquierdas", como argumento que venía, cual anillo al dedo, en auxilio de que todo Gobierno necesita una macroeconomía sana y de que, al parecer, tampoco las macroeconomías son de derechas o de izquierdas. Esas minucias situacionales sólo caben en las microeconomías o en la categoría de lo microeconómico.Horas después de que el señor presidente hiciera tan inspirada afirmación, que no le comprometía más allá de situar metafísicamente a la inflación, sin aludir a que se puede hacer frente a la inflación con unos objetivos de derechas o de izquierdas, asunto de 11 varas que requeriría un artículo al menos de 11 folios, el avión del señor presidente se puso malo y las cataratas del cielo se abrieron para inundar una vez más el Levante español, sorprendidas y regocijadas las aguas porque se encontraron ante un cuadro macrogeológico exactamente igual a los anteriores y ante una micropoblación tan desvalida y arramblable como en las riadas precedentes. Ante los repetidos avisos que los aviones oficiales han dado, se ha tomado la preventiva medida de sustituirlos por otros, medida que aún se mueve en el terreno de los propósitos, pero algo es algo. Y ante la evidencia de que el Levante español ha quedado otra vez inundado y arrasado, las autoridades implicadas han decidido, ya sin más dilaciones, anunciar que se creará una comisión para que estudie el porqué de tanto charco y que aconsejará las medidas pertinentes con cinco años y unos cuantos muertos de retraso.

Tales pruebas de funcionalidad han provocado reacciones diversas y a la vez diríase que complementarias. Por una parte son muchos los interesados en conocer de antemano los próximos vuelos oficiales, para seguirlos desde tierra y así estar en óptimas condiciones para recoger los restos. Por otra, los ciudadanos del Levante español estudian, o deberían estudiar, según mi criterio, la posibilidad de que, mientras la comisión se forme y se ponga en marcha, Protección Civil haga suyo el eslogan de "Ni un levantino sin barca y ni una barca sin levantino", al tiempo que se suministran linternas y chanclos para que en riadas futuras la oscuridad y, el barrillo no vayan a desgraciar a más de uno, porque irreversible es la crueldad del agua desbordada, pero tras la tempestad siempre viene la embarrada calma.

En el supuesto caso de que los aviones de repuesto, habida cuenta de la política de austeridad que nos permite luchar tan eficazmente contra la inflación, no inspiren toda la confianza debida, al menos sería necesario que el ritual de la prueba del chaleco salvavidas se complementara con el de paracaídas, molestia real pero mínima ante los efectos estimulantes que podría provocar entre la población la retransmisión en directo del feliz momento en que sus majestades los Reyes, Felipe González o Fernández Ordóñez se prueban el paracaídas, imbuídos de la confianza biográfica que los paracaídas suelen transmitir a los pueblos inocentes, buenos y confiados. El eslogan de "Para que las cosas funcionen" tendría así una prueba, sí no palpable, sí televisable, y bien es sabido que en el conocimiento moderno sólo existe lo que es televisable, y lo que no es televisable, o no existe o es un problema de la Guardia Civil.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

También demostraría esa voluntad de funcionalidad el que todos los pueblos de España periódicamente amenazados de inundaciones no consensuables mediante ningún pacto de Estado recibieran una educación lacustre ad hoc, tan necesaria sobre todo si, como se dice, vamos hacia un período en el que la desertización no estará reñida con los excesos acuíferos de una meteorología enloquecida por las agresiones de la tercera o la cuarta o la quinta revolución industrial. Métase, pues, en el próximo programa electoral la consigna de que hay que saber nadar y guardar la ropa, junto a suministros materiales arriba ya enunciados. Por lo visto, para acabar este milenio desde una cierta tranquilidad no sólo serán necesarios los refugios antiatómicos, sino también azoteas acondicionadas para naufragios colectivos. Bien es cierto que la mala calidad de nuestros aviones oficiales y el espíritu insolidario de las lluvias y las ramblas ávidas forman parte de la nefasta herencia del pasado, por lo poco dado a viajes aéreos que era su excelencia el ex jefe del Extado, y ruego al corrector de imprenta o de lo que sea que me respete la palabra Extado con equis, porque es Extado todo Estado pasado a peor vida. También herencia del pasado la tendencia a no creer que en España llueva, tendencia que en cinco años de Gobierno socialista no ha sido suficientemente contrarrestada con eficaces obras públicas, sin duda aplazadas por esa necesaria austeridad que nos permite luchar contra la inflación que, no lo olvidemos, no es ni de derechas ni de izquierdas.

No tenemos, pues, referentes sobre cuál pudo ser la funcionalidad premoderna en el tema de la aviación oficial, pero consta que ante inundaciones similares también el régimen predemocrático constituyó comisiones inasequibles al desaliento, a manera no ya de huida hacia adelante o hacia atrás, sino de huida hacia la nada, que tampoco la nada es de derechas o de izquierdas, de adelante o de atrás, ni de este, oeste, norte o sur. La nada es la nada. Muy distinto será el destino de las comisiones ahora anunciadas, comisiones orientadas sin reticencias ni resistencias hacia la modernización de España, hacia el cambio, para que esto funcione, en suma, y no hay que añadir al respecto ni una palabra más.

Si el Gobierno sabe estar a la altura de estos desafíos, así en la tierra como en el cielo, conseguirá renovar su mayoría absoluta en 1990 y que santa Lucía nos conserve la vista y Dios la vida para verlo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_