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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fondo del pesimismo

LAS REUNIONES de primavera del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) han terminado en un clima general de pesimismo que no presagia nada bueno para los próximos meses.Las reuniones se abrieron bajo el impacto de las nuevas previsiones sobre la evolución de la economía mundial elaboradas por los expertos del FMI, en las que se prevé una nueva reducción de la tasa de crecimiento, tanto en los países industrializados como en el conjunto de los países que integran el Fondo. La revisión es pequeña (se prevé ahora que el crecimiento en los países industrializados será del 2,4% en vez del 2,5% anteriormente estimado), pero el mensaje de estas cifras consiste en la aparente imposibilidad de que la actividad económica en los países industrializados supere, en conjunto, la barrera del 3%. Para el próximo año se prevé una modesta aceleración del crecimiento hasta el 2,9%, pero aún es demasiado pronto para hacer previsiones fiables a, este plazo.

Las cifras en sí mismas -no serían demasiado preocupantes de no ser por los desequilibrios que existen actualmente en el mundo. La mayor parte de los expertos sostiene que el inicio de una solución estable al problema de la deuda de los países en vías de desarrollo pasa por un crecimiento del 3% en los países industrializados y del 4% en los endeudados. De no alcanzarse estas tasas de aumento de la producción, los problemas de reembolso de la deuda exterior tenderán a transformarse en problemas políticos de difícil solución por las implicaciones sociales de los ajustes que será preciso llevar a cabo en los países endeuda dos. Y lo que es cierto para los países en vías de desarrollo lo es también para los países industrializados; los excedentes en las balanzas por cuenta corriente de Alemania Occidental y Japón se reducirán tanto más fácilmente cuanto más rápidamente crezcan estas, economías. El clamor mundial para que estos países adopten políticas económicas expansivas está justificado. Lo contrario no hará sino forzar un ajuste duro y traumático para todo el mundo.

Una de las razones que se avanzan para explicar el estado actual de las economías occidentales es la incapacidad de éstas para aprovechar el descenso de los precios del petróleo. Los aumentos y descensos del precio del crudo han actuado de forma asimétrica: tan sólo los efectos recesivos han desarrollado plenamente sus efectos, tal vez porque, con la notable excepción de Estados Unidos, las políticas económicas occidentales se han inclinado más hacia el ajuste que hacia la expansión. El segundo argumento que se ha utilizado a lo largo de estas reuniones para explicar el bajo crecimiento europeo y japonés consiste en la depreciación del dólar, que dificulta las exportaciones del resto de los países industrializados. Pero este argumento es poco convincente, pues hace unos años se utilizó machaconamente el contrario, es decir, la excesiva apreciación del dólar como causa fundamental del estancamiento europeo.

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Por lo demás, en las reuniones de Washington parece haberse iniciado un intercambio de papeles entre el FMI y el Banco Mundial. Este último tiende a condicionar sus préstamos a los países en vías de desarrollo, mientras que el FMI se coloca en un discreto segundo plano para no polarizar, como ha sido el caso hasta ahora, la oposición de los prestatarios. Si el cambio implica una atención preferente a los problemas de medio plazo en los ajustes de las economías de los países endeudados, se trata de un avance positivo en una línea que, de todas maneras, el propio Fondo había iniciado.

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