_
_
_
_
Tribuna:ELECCIONES EN LA CONFERENCIA EPISCOPAL
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La reunión de los obispos

No ha habido ocasión tan abierta a la preocupación por lo que van a hacer nuestros obispos como la que se presenta ante la próxima elección del presidente de la Conferencia Episcopal.Periódicos, revistas, radio y televisión están dejando numerosos espacios -mas numerosos que nunca- dedicados a hablar de ello. Opiniones para todos los gustos salen casi diariamente a relucir en los medios de comunicación social.

Unos airean el conservadurismo recatado de monseñor Suquía, el arzobispo de Madrid, que dicen los maliciosos que suele autotitularse en el extranjero "el cardenal de España". Otros, queriendo superar en alguna medida la involución que pretende ahora Roma en todo país católico, quernan hacer un esfuerzo por conservar a don Gabino Díaz Merchán. Y, por último, hay quien opina que pueda salir, en esta lucha soterrada, un tercero en discordia: el moderado Delicado Baeza; o incluso se habla del tranquilo y apacible monseñor Roca, figura de erudito inclinado al escepticismo práctico en su acción. Figuras estas dos últimas que en nada molestarían a Roma y probablemente muy poco a nuestro Gobierno socialista, especialista en moderación gubernativa.

Al final, el ciudadano mira un poco asombrado este ruidoso aparecer de los obispos en la cotidiana palestra informativa. No acaba de comprender por qué puede ser tan importante tener a un obispo o a otro al frente de un estamento social como éste, que ya no posee la fuerza social que tuvo hasta hace bien pocos años.

Porque, por mucho que le parezca al editorialista de EL PAÍS hace pocos días, el asunto no es tan importante para la sociedad española. Para quienes puede ser más decisivo es para muchos católicos españoles, que están inquietos por el rumbo hacia atrás que está adquiriendo poco a poco el conjunto dé la Iglesia española.

Hasta hace pocos años, una veintena de obispos más avanzados se reunía entre sí para preparar las conferencias episcopales y hacer inteligente presión sobre sus compañeros más retrógrados. Hoy, en cambio, mucho será que media docena se reúna para intentar que el carro eclesiástico no se incline persistentemente hacia atrás.

Los aldabonazos de Roma en cuestión sexual, o en la batallona materia de las anulaciones matrimoniales, apenas repercuten en nuestro pueblo, pero desaniman a la mayoría de nuestros católicos, que querrían ver claramente retratada en la Iglesia la apertura que supuso el Concilio Vaticano II, con tanta intervención llena de perspectivas de progreso hacia el futuro, voceada por la mayoría de los 2.500 obispos de todo el orbe allí reunidos.

Jóvenes

Habría que preguntarse sinceramente: ¿qué pretenden las alturas eclesiásticas de Roma y de nuestra Península e islas adyacentes? ¿Creen que la juventud les sigue? ¿Piensan que los sumisos fieles de ayer van a seguir brotando otra vez por generación espontánea entre los más jóvenes de hoy y, sobre todo, entre los adolescentes que mañana gobernarán el país política, social, económica y profesionalmente?

El que mira siempre hacia atrás termina por perder el tren. Y me parece que esto es lo que nos está ocurriendo desde hace años a los católicos españoles en general: los pilotos de su nave no quieren ver los arrecifes que están situados ante la proa del barco. Y así, un día se van a encontrar con que el buque se ha embarrancado definitivamente y va a ser muy difícil volver a ponerlo en marcha.

Y así, no sería extraño que un país con tanta tradición católica se convierta el día de mañana en un erial religioso si se persiste en presentar a las generaciones. futuras una Iglesia sin vida ni atractivo, ni ilusión de porvenir.

Lo que, desde luego, no tiene sentido es que a algunos les parece improcedente hablar de corrientes dentro de la Conferencia Episcopal. No serían humanos nuestros obispos si no tuvieran distintas opiniones y orientaciones. Y.si en los cónclaves para elegir al Papa las hay y se producen luchas de grupos y personas, ¿por qué a nivel nacional no se tiene que producir el mismo fenómeno? Y de hecho se produce, moleste a quien moleste el que se diga. Porque si no sería todavía peor: nos encontranamos con un grupo de obispos anodino.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_