_
_
_
_
_

Los integristas libaneses desafían a Reagan

Irán refuerza su influencia sobre los grupos extremistas shiíes

Husein Musawi retó el pasado martes a EE UU a una especie de duelo a la antigua usanza. "Que envíen a 200 de sus mejores combatientes a enfrentarse con nosotros", dijo el líder integrista libanés desde su cuartel general de Baalbek. "Nosotros estamos dispuestos a enfrentar a un musulmán con 10 norteamericanos", desafió. La militancia proiraní del shiismo libanés afronta la eventualidad de represalías norteamericanas por la captura de rehenes con calma y la convicción de que la primera batalla,librada en 1983 y 1984, fue perdida ya por la superpotencia.

Las declaraciones de Musawi no deben hacer pensar que se trata de un ingenuo idealista. El dirigente shií libanés, que tiene estrechos lazos con el régimen de Jomeini, es todo lo contrario, un hombre extraordinariamente inteligente y vivaz y una de las figuras claves del largo y tortuoso enfrentamiento que sostienen Irán y Estados Unidos sobre territorio libanés.Descontento con el tono moderado que Nabih Berri ha imprimido al principal movimiento shií libanés, Musawi encabeza una escisión: Amal Islámico. Este grupo tiene su feudo en Baalbek, en el Valle de la Bekaa, al este de Beirut.

Los servicios de espionaje y algunos medios de comunicación norteamericanos han citado a Musawi en relación con los secuestros de occidentales en Líbano y los atentados con explosivos que sacudieron Kuwait en diciembre de 1983. Él siempre ha negado su participación en estas acciones, pero nunca las ha condenado.

Musawi afirma ahora que Terry Waite, el desaparecido enviado del arzobispo de Canterbury, no está en sus manos, y añade que si Estados Unidos ataca Líbano "no conseguirá nada". "La sangre vertida no hará más que aumentar el odio y el rechazo", dice.

También Teherán ha desmentido oficialmente que Waite esté en poder de los pasdaran o guardianes de la revolución, basados en Baalbek. Los pasdaran colaboran con el grupo de Musawi y han establecido su sede en el cuartel Sheik Abdula. Ellos se consideran más misioneros que luchadores y, entre otras cosas, han construido un moderno hospital Jomeini en el antiguo hotel Jayam.

Líbano es el único territorio árabe donde Irán ha afianzado una sólida influencia. En ese país sostiene una soterrada competición con uno de sus escasos aliados, Siria, considerada por casi todo el mundo como la potencia hegemónica.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Los retratos de Jomeini se duplicaron o triplicaron en 1986 en el Líbano musulmán; nuevas mujeres shiíes adoptaron el negro chador; beber alcohol se hizo más arriesgado, y los contados occidentales que aún lo habitaban se sintieron más extraños, no sólo por los secuestros sino por la islamización de la sociedad.

Irán influye directamente en la segunda corriente shií libanesa, el Hezbolá o Partido de Dios, poderoso en el sur y en los suburbios musulmanes de Beirut. La militancia de Hezbolá no cesa de aumentar, así como el prestigio de su líder espiritual, el religioso Mohamed Husein Fadlalá, de 51 años casado y padre de 11 hijos.

Fadlalá ha sido descrito como "más pensador que activista". Es portador, como Jomeini, del turbante negro que le proclama sayed o perteneciente al linaje del profeta Mahoma. En 1985 escapó a un brutal atentado con coche bomba que causó más de 80 muertes. Para el shiísmo libanés proiraní, no cabe duda de que el ateritado fue promovido por los servicios secretos norteamericanos.

Por el contrario, Nabili Berri, líder de la principal milicia shií, Amal, gana de día en día nuevas sospechas entre: sus correligionarios. Le encuentran demasiado laico y seguidor del estilo burgués occidental.

La guerra de los campamentos opone afedayin palestinos y milicianos de Amal y ha reforzado el prestigio iraní en los asuntos libaneses. La lejana República islámica adopta una posición neutral en lo que llama "batalla entre musulmanes", y ello le privilegia frente a otros mediadores. Sirla toma claro partido por sus aliados de Amal y contra los palestinos seguidores de Yasir Arafat. Libia es odiada por todas las corriente shiíes libanesas desde que en su suelo desapareció el venerado imam Musa Sadr.

Husein Sheikelislam, viceministro iraní de Exteriores, ha sido el promotor de los escasos altos el fuego más o menos respetados por las dos partes.

Fadlalá llamó a Yihad Islámica "organización telefónica". Quería decir que no existe como grupo organizado, sino que es un nombre que usan militantes clandestinos shiíes para reivindicar sus golpes más espectaculares, como la destrucción, el 23 de octubre de 1983, del cuartel general norteamericano de la,Fuerza Multinacional de Paz, en Beirut.

Ahora la comunidad shií afronta con calma la eventualidad de represalias norteamericanas por la última oleada de secuestros. Los grupos clandestinos que aseguran que tienen los rehenes han anunciado su traslado a "lugares seguros" y han amenazado con "ejecutarlos" si un solo proyectil estadounidense cae en Líbano.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_