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CITA EN KUWAIT

Irán pretende que el mundo musulmán reconozca su creciente influencia

La política exterior de Teherán multiplica su dinamismo y su eficacia

Irán ha desempeñado un papel decisivo en gran parte de los acontecimientos ocurridos en 1986 en Oriente Próximo. Ahora pretende que la quinta cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), que se abrirá en Kuwait el próximo lunes, reconozca su creciente influencia. Los dirigentes de Teherán han intentado retrasar y trasladar la cumbre a otro país, conscientes de que sin su presencia quedará seriamente descafeinada. No obstante, parece que Teherán mandará una delegación.

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Todos los análisis sobre Oriente Próximo coinciden en destacar que en 1986 la política exterior iraní multiplicó su dinamismo y su eficacia. Los expertos citan el incremento de la presión militar iraní en la guerra del Golfo; la mejora de sus posiciones en Líbano; su activo papel en el intento de reanimar la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); el acercamiento a Francia y la Unión Soviética, y el discutido intercambio de armas por rehenes con Estados Unidos.El Irangate se está saldando con una importante victoria moral para los revolucionarios islámicos. Causa escándalo en Estados Unidos; afecta a la imagen del gran satán en la región, en particular, entre sus aliados árabes, y da municiones a Irán contra lo que llama la arrogancia mundial.

Irán ha usado en 1986 dos armas diferentes en política exterior. Una es un cierto pragmatismo, impulsado por, el poderoso presidente de su Parlamento, el cerebral Hachemi Rafsanyani. Otra es el respeto y hasta el miedo que su audacia provoca entre sus interlocutores. Un ejemplo elocuente es e¡ asunto de los rehenes occidentales en Líbano. Irán niega toda relación con el terrorismo, pero usa su influencia en los grupos de secuestradores libaneses para obtener liberaciones con cuentagotas.

Con las potencias occidentales, los rehenes han dado buenos resultados. Desde que el primer ministro francés, Jacques Chirac, decidió mejorar sus relaciones con Teherán, cinco de sus compatriotas cautivos en Líbano han recuperado la libertad. El premio por la entrega de armas norteamericanas ha sido la liberación de tres estadounidenses.

1986 fue el año de la reapertura de conversaciones entre París y Teherán. Francia tuvo que realizar dos gestos de buena voluntad: expulsar a opositores iraníes de su territorio y entregar 330 millones de dólares, (42.000 millones de pesetas), como adelanto de la devolución de los 1.000 millones de dólares que recibió del sha.

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Francia y la URSS son los principales suministradores de armas a Irak. Sin cesar de exigirles el fin de esa política, Irán se ha sentado a negociar a la luz del día con ambos países. A mediados del pasado diciembre, Moscú y Teherán firmaron un protocolo en materia de cooperación económica y comunicaciones terrestres y aéreas. Las relaciones entre los dos vecinos están enfriadas desde que en 1983 Teherán proscribió el Tudeh (partido comunista iraní) y expulsó a 18 diplomáticos soviéticos.

Desde la conquista de la ciudad iraquí de Fao, Irán ha tomado la iniciativa en los combates terrestres de la guerra del Golfo, como prueban sus últimas ofensivas Kerbala. Ello ha sembrado la inquietud entre los países árabes moderados que sostienen a Bagdad, y ha forzado a los iraquíes a emplear a fondo la superioridad de su aviación.

Pero Irán agita aún la amenaza de la ofensiva finaL En los primeros días de 1987, sus dirigentes han afirmado que Kuwait no es el emplazamiento adecuado para la próxima cumbre islámica, por su proximidad a los frentes de la guerra del Golfo. El ministro iraní de Exteriores, Ali Akbar Velayati, ha sugerido que la seguridad de los representantes de los 46 países convocados podría verse afectada por la coincidencia de la reunión con la ofensiva final.

Velayati ha acusado también al país anfitrión de prestar sus aguas y su espacio aéreo para acciones militares iraquíes y, en consecuencia, de no ser apto para la celebración de una reunión que tendrá como principal sujeto de debate la guerra del Golfo. No obstante, de celebrarse de acuerdo a lo previsto, Irán no boicoteará el encuentro, según la mayoría de los observadores. En ese caso se limitará a enviar una delegación de bajo nivel.

Carrera en Líbano

Líbano será otro de los grandes temas de la cumbre, y allí Irán ha mejorado seriamente su posición en 1986. La guerra de los campamentos, que opone a la principal milicia shií libanesa, Amal, a los fedayines palestinos, ha reforzado ese prestigio. Hussein Sheike-lislam, viceministro iraní de Exteriores, ha sido el promotor de los únicos alto el fuego más o menos respetados por los contendientes. En Líbano, Irán sostiene una soterrada carrera para ganar influencia con Siria, su principal aliado en el mundo árabe. Teherán, pese a su lejanía, tiene un arma decisiva: casi un millón de desheredados shiíes.

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