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El superespía de Israel, en el ojo del huracán

Un escándalo político-militar sacude los pilares del Estado hebreo

La identidad de Avraham Shalom, Avrum para los íntimos, acusado de falso testimonio en un caso de homicidio cometido por sus subordinados en el Shin-Beth es un enigma. Como siempre en el ShinBeth -también llamado Mosad, es decir, La Institución, en hebreo-, el más importante de los servicios secreto israelíes, la identidad del jefe no se revela. Su nombre permanece escondido a los ojos del gran público, un halo de misterio rodea al personaje. Sin embargo, el nombre de Avrum corre estos días de boca en boca por todo Israel.

El Shin-Beth trabaja codo con codo con la policía, con el Ejército y con otras fuerzas de seguridad. Su jefe es conocido por el Gobierno, por un buen número de diputados y por los tribunales. Mucha gente en un país tan pequeño. Sin embargo, la divulgación, de su nombre por la cadena de televisión norteamericana ABC fue considerada en Jerusalén como un abuso de confianza, como la violación de un pacto no escrito respetado hasta ahora por los periodistas y por los corresponsales extranjeros.El perfil, en sombras chinescas, de Avrum está ahora en todos los periódicos israelíes. Nunca hasta ahora un jefe del Shin-Beth fue tan discutido, ni estuvo tan en el centro de una polémica nacional. En tales circunstancias debería marcharse. Pero Avrum, seguro de que le asiste el derecho, se niega a dimitir. Es un hombre sólido, chaparro, silencioso. Conocido por su capacidad de planificación minuciosa, por su talento de organizador fuera de lo común y, sobre todo, por su tenacidad. Entró joven en el Shin-Beth y ascendió lentamente por todos los escalones del servicio. Entre sus acciones destaca una: el secuestro del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, en Buenos Aires, en 1960. También cuenta en su haber con el desmantelamiento de una red terroristas judía ultra a finales de abril de 1984.

Un asunto rutinario

Diez días después de este éxito se produce el caso del autobús de la línea 300, un asunto de lucha antiterrorista bastante rutinario que amenaza ahora su carrera. Y no sólamente la suya, pues Isaac Shamir, entonces prirner minsitro, que ha protegido al jefe del Shin-Beth, puede verse también gravemente comprometido.El 13 de abril de 1984, cuatro jóvenes palestinos y presuntos terroristas, secuestran un autobús que salía de Tel Aviv camino de Ashkelon. Lo desvían hacia Dir el-Balah, en la zona de Gaza. Al amanecer del 14 de abril las fuerzas de seguridad asaltan el autobús. Mueren dos terroristas y una pasajera.

Sin embargo, el comunicado oficial afirma que los cuatro terroristas encontraron la muerte en el ataque.

Mala suerte: varios fotógrafos de prensa que se encontraba en el lugar obtuvieron imagenes de dos terroristas capturados y detenidos por soldados, entre estos el teniente general Isaac Mordejai. Un periódico desafía la censura y publica la foto, que provoca un escándalo. El periódico es cerrado durante cuatro días, pero el mal está hecho: se sabe que el portavoz del Ejército ha mentido. Sólo murieron dos terroristas en el asalto, y hay otros dos muertos. ¿En qué circunstancias murieron? ¿Quién les mató? ¿Quién dio orden de acabar con ellos?

Algunos meses más tarde, tras las elecciones de 1984, Simón Peres reemplaza a Isaac Shamir en la cabeza del Gobierno. Llegan tres hombres que acusan, a su jefe, Avrum, de haber mentido ante la comision investigadora del caso. No se trata sólo de una orden misteriosa, dada por radio, de acabar con los dos terroristas, sino de falso testimonio e incitación a él.

Peres intenta convencerles de que no remuevan un asunto de hace dos años. Sin embargo informa a Avrum de lo que sabe. Los tres culpables son expulsados del servicio. Éstos se dirigen al procurador general, Isaac Zamir, quien tras consultar al primer ministro, ordena una investigación policial. El Gobierno trata de minimizar el caso, intenta infructuosamente convencer al fiscal de que retire la denuncia. Se nombra nuevo fiscal general al juez Yosef Jarish. Las altas esferas esperan que Jarish, más conservador y más respetuoso con la jerarquía, acepte suspender la investigación policial.

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