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Manuel Ibarra

Delineante, de 35 años y en paro, paga hasta medio millón de pesetas en metálico a quien le facilite un empleo

Desde hace unos días, la vida de Manuel Ibarra está pendiente del teléfono. Su caso no dista mucho del de miles de españoles que permanecen largo tiempo en paro buscando desesperadamente trabajo. Pero en esta ocasión su situación ha llegado a tal extremo que, gracias a la ayuda familiar, ha anunciado en la Prensa que está dispuesto a pagar entre 250.000 y 500.000 pesetas en efectivo a quien le proporcione un empleo.

Manuel se hizo delineante proyectista con la seguridad de que de esa forma su futuro sería tranquilo. Por entonces la construcción era un sector boyante, y nada hacía prever que después de ejercer durante 17 años su profesión se vería obligado a realizar las actividades más insospechadas, "desde vender Biblias y calefacciones, hasta poner un puesto de alimentación en un mercado en el que perdí definitivamente los ahorros que tenía". Ahora dedica todas las tardes a ir de oficina en oficina buscando empleo, y por las mañanas, al margen de hacer la compra y ayudar a su madre, impedida, en alguna tarea doméstica, se dedica a atender las llamadas de posibles empleadores que, animados por la recompensa, le puedan dar trabajo. Sus condiciones son simples: servir para el empleo propuesto y que éste tenga, como mínimo, una duración de un año. "Y es que hasta ahora", dice, "ha habido varias proposiciones de un empleo temporal por tres meses sin seguridad de prórroga, y no compensa dar hasta medio millón de pesetas para trabajar sólo durante ese tiempo".Hace ya cinco años que perdió su empleo, y ya no tiene esperanzas de ejercer de nuevo su profesión, por lo que mantiene que trabajaría en cualquier cosa "siempre que fuera honrada". Y recalca mucho este aspecto porque mantiene que ahora su máxima preocupación es que no le engañen, "porque yo tampoco lo voy a hacer; quien me dé un trabajo de verdad cobrará el dinero en el momento de firmar el contrato, y duro tras duro, pero tiene que ser algo digno". "Eso", dice, "lo tengo muy claro, y por ello he rechazado ofertas como la de convertirme en camello o la de ir de mercenario a un país africano, como me propuso una persona de raza negra al enterarse de que he practicado el paracaidismo".

A pesar de que sólo tiene 35 años, Manuel Ibarra además ha tropezado con el problema de la edad. "Parece mentira, pero supone una barrera. Por ejemplo, no he podido entrar en la policía, y en muchas empresas me han dicho que es que ya soy muy mayor. Prefieren jóvenes del primer empleo, cuyos contratos tienen más ayudas". Sabe que su profesión ha cambiado mucho durante los últimos años, y le gustaría hacer un curso de reconversión profesional, "pero eso cuesta dinero", y también le gustaría seguir pintando, lo que constituye una de sus aficiones, "pero no estoy en buenas condiciones anímicas".Además de una precaria situación económica, "que en mi caso, afortunadamente, he podido ir solventando gracias a la familia", Manuel lo que más deplora del desempleo son los desequilibrios psíquicos que acarrea. Por eso, cuando se le pregunta qué será lo primero que haga si encuentra trabajo, dice rápidamente que descansar. Hasta ese momento, cada mañana espera ansioso pegado al teléfono lo que él llama "una oferta de verdad".

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