_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El sol de las Navas

Un día del caliente julio que disfrutamos, nos fuimos tres amigos, a recorrer el campo de batalla de las Navas en fechas análogas a las que corresponden a la memorable efeméride. Quisimos identificarnos con el clima en que se desarrollaron las históricas jornadas que pusieron fin, hace más de siete siglos, a la amenaza invasora islámica y a cuyo acontecimiento llamó con acierto "la divisoria de aguas" de la Reconquista, Julián Marías, en su reciente libro. El ambiente de ese extenso territorio, relativamente aislado, no se ha modificado mucho en ese lapso y la toponimia es de tal precisión que cabe señalar con rigor y sin lugar a dudas, los movimientos de los ejércitos en lucha, los distintos episodios del acontecimiento y los lugares exactos en que se desarrollaron los enfrentamientos finales. Dentro de un circo de montañas situado entre el desfiladero de Despeñaperros al Este; el macizo del Muradal por el Norte; los altos de Santa Elena por el Sur y la sierra de la Estrella por el Oeste, tuvo lugar el tremendo choque. El acceso a esos lugares no es fácil, ni cómodo. Pero esa misma condición recóndita lo hace más atractivo y fascinante. La acción ecológica de Icona no sólo ha protegido la naturaleza, sino t4mbién la historia. El vehículo todo terreno y las trochas y caminos forestales hacen posible el recorrido minucioso e imaginativo de los remotos escenarios.El sol de las Navas si que pegaba fuerte ese mañana. Caía de plano sobre los barrancos y las lomas; y descubría el hondón de los arroyos que mostraban el seco curso cargado de pedernales con su repertorio de nombres: Navaquejigo, Navavacas, Arroyo del Castillo, Arroyo de Valdeazores. Los relatos de la batalla a cargo de los máximos protagonistas del bando cristiano son breves y coincidentes. El rey Alfonso VIII escribe al Papa y le da cuenta de lo ocurrido. Don Rodrigo Ximénez de Rada compone la crónica del suceso. El arzobispo de Narbona completa la información. No se pueden poner en duda sus testimonios directos y recientes. Venían los ejércitos cristianos desde el castillo de Calatrava, solos. Quiero decir que los caballeros extranjeros, en su gran mayoría, habían desertado volviéndose a sus feudos ultrapirenaicos. Llegaron las tropas a orillas del río Magaña y allí acampó el grueso del formidable cuerpo combatiente sin pasar el río. Los tres reyes, el de Castilla, el de Navarra y el de Aragón, juntamente con sus estados mayores, montaron sus tiendas en un otero: el llamado hoy día Cerro del Rey. Lo contemplamos asomados desde lo alto del puerto de Muradal. Por este difícil sendero subieron las vanguardias un 12 de julio de 1212. No encontraron al enemigo, pues el poderoso dispositivo musulmán esperaba a los cristianos en el que llama la crónica paso de la Losa, desfiladero tan estrecho y peligroso que "mil hombres eran capaces de defenderlo contra cualquier atacante", según opinaba el rey Alfonso. Era ese vericueto el que utilizaban los arrieros y trajinantes para atravesar Despeñaperros, el grandioso paso cortado a pico entre ingentes peñascos, que hoy se contempla al atravesarlo por la doble carretera, recién completada.

Una pequeña hueste exploradora bajó del alto del puerto para atacar y ocupar el castillo del Ferral haciendo prisionera a la guarnición agarena. Las ruinas de El Ferral que hoy día se conservan son un valioso hito de referencia para explicarse con facilidad los movimientos de la batalla. Se llega a los seculares muros de la derruida fortaleza por un camino forestal recién abierto. Los muñones del castillejo árabe se: yerguen hacia el cielo como un manojo de paredes rojizas de mampostería, ladrillos y piedras sueltas. El Ferral era un observatorio militar de primer orden pues dominaba casi todo el circo montañoso de las Navas. Desde ese pitón los cristianos divisaban a simple vista la tienda de cuero del jefe supremo de los almohades -Anassir- de color púrpura, símbolo de la soberanía, situada a poca distancia hacia el Oeste sobre la crestería del desfiladero de Despeñaperros.

Los reyes subieron con sus ejércitos al puerto del Muradal el 1 37,de julio al tener noticia de este primer éxito táctico. Pero las noticias que les llegaron les hicieron desistir de un ataque frontal al desfiladero, empeño arriesgado que llevaría a una derrota segura a manos del espectacular despliegue islámico. Vacilan los monarcas y discuten entre sí. Hay quien propone abandonar la campaña y volver al punto de partida. Alfonso VIII decide, sin embargo, en contra. Piensa que no se puede retroceder por el grave impacto que ello tendría en las poblaciones de sus reinos. En esto llegó un pastor al alto del Muradal que pidió hablar en secreto con el rey de Castilla. Avisó que no se fuera en ningún caso por el desfiladero, sino por otro itinerario que tenía mayores ventajas. Era una ruta invisible y oculta para los observadores del mando enemigo. Y no resultaba tampoco posible atacar tal movimiento porque lo impediría la compleja orografía del terreno. Además ese sendero desembocaba finalmente en un extenso llano, una meseta que ofrecía un lugar ideal a los ejércitos cristianos para desplegar íntegramente sus formaciones y ordenarlas con vistas a la futura batalla. El rey tenía sus dudas sobre la persona del mensajero y la veracidad de lo que decía. Envió otra vez al grupo de reconocimiento para que explorara el supuesto camino y comprobara la veracidad de lo dicho. Mientras tanto los tres monarcas habían instalado sus tiendas en lo alto de¡ puerto del Muradal. A las pocas horas vol-

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Pasa a la página 12

Viene de la página 11

vieron los exploradores con la noticia: cuanto decía el pastor era cierto. El inmenso ejército se puso en marcha al día siguiente, 14 de julio, para seguir la trayectoria del pastor.

Re corrimos en la mañana calurosísima la ruta de Martín Alhaja y de los 20.000 o 30.000 caballeros armados que lo seguían por el cordel de la sierra de Malabrigo, "árida y pedregosa", según dicen las crónicas. La vegetación es, en efecto, pobre pero aromática: huele la jara requemada, brilla el lustre del madroño, orea la suave ventisca los pinos. Los chaparros, el enebro, el rebollo completan la vegetación de los bordes del sendero. Corren por la ladera ciervos y vuelan los perdigones en torno a la perdiz materna que los ampara. Hay jabalí abundante, zorras y conejos. Seguimos el camino de las cumbres, de Este a Oeste, hasta cruzarnos con una vereda antigua en dirección Norte-Sur.

Es el llamado Puerto del Rey, que atravesando la sierra Morena sigue en parte el trazado de la calzada romana -el empedraíllo- visible a trozos. Por esa vía que desciende hacia la izquierda se llega al cabo de un par de horas de suelo difícil, a los estribos de la meseta que anunció el pastor: la que hoy todavía se llama la Mesa del Rey.

¡Y qué Mesa! El ejército entero de los tres reinos de España cupo sobradamente en el providencial campamento. Se instalaron en él tiendas, talleres, caballerizas, cocinas, hospitales de urgencia, defensas y señales. Y se ordenaron los haces para la batalla. Dijo la misa el arzobispo de Toledo y comulgaron en ella muchos cruzados. Esperaron los Reyes dos días a tener listo hasta el último detalle de la hueste. El dispositivo táctico musulmán hubo de ser modificado a toda prisa. Los combatientes almohades, que esperaban diezmar al enemigo en el embudo de Despeñaperros, hubieron de cambiar el despliegue colocándose escalonadamente en las navas que existen al norte y al pie de lo que hoy es el pueblo de Santa Elena, frente por frente a la Mesa del Rey. El atroz combate, que duró un día entero -el 16 de julio-, acabó en un triunfo decisivo para el porvenir de España y para el Occidente europeo.

En ese período de nuestra excursión pudimos comprobar que el sendero se ocultaba efectivamente de cualquier observador situado en el castillo del Ferral o en las cresterías de Despeñaperros, con lo que el movimiento cristiano resultó un factor de sorpresa para el adversario, que creyó que se trataba de una retirada general sin combatir. También observamos que, existía un error notable en la cartografía moderna del lugar, pues sitúa el llamado salto del fraile -curiosidad geológica y legendaria- en otra ubicación muy distante de la verdadera. El salto del fraile es uno de los hitos mencionados en el recorrido realizado por los ejércitos para llegar a la Mesa del Rey.

La tienda de cuero púrpura, del Miramamolín, se hallaba en la última fase de la batalla, en los altos de lo que luego se llamó Santa Elena, en un cerro que dominaba el campo de lucha. Hasta allí llegó el empuje final de los caballeros cristianos en el famoso episodio que ha sido profusamente celebrado y que originó símbolos heráldicos y nobiliarios de grandes consecuencias. El guarda forestal Julio, que nos conduce al Cortijillo de las Viñas, refiere que en los cimientos del edificio que allí existía, y que fue derribado hace unos años, apareció un gran número de saetas, puntas de lanzas, trozos de metal y restos humanos, por lo que se colige que pudo ser el emplazamiento del célebre palenque del Miramamolín, rodeado de cadenas y custodiado por la guardia de los soldados negros.

El sol de las Navas nos permitió realizar un vídeo de gran calidad de estos paisajes que rezuman historia. Los pueblos antiguos como el nuestro son un palimpsesto que contiene relatos superpuestos en el mismo suelo. Cuando examinamos las ruinas del Ferral filmando sus alrededores, acertamos a distinguir entre el espeso boscaje del barranco próximo un sendero abandonado que zigzagueaba en la verdura. "Ese era un camino de las diligencias de Andalucía que se utilizó hasta bien entrado el siglo pa sado", nos dijo nuestro acompañante. Según las historias que corren por aquí, los asaltos de bandoleros en sierra Morena so lían ocurrir con frecuencia en estos parajes. Lo curioso del caso era que desparecían las diligencias asaltadas ;sin dejar ni rastro. La tradición sostiene que el cerro del Ferral tiene debajo del castillo una gran oquedad. Y que en ella existía una especie de inmensa cochera subterránea en la que metían las diligencias asaltadas para borrar cualquier indicio de lo sucedido. Este escenario de nuestra épica, ¿habrá servido también para protagonizar entre sus riscos un drama romántico de la España de Merimée?

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_