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La fascinación por el ritual en el consistorio vaticano

Juan Arias

Todo consistorio ha mantenido, a través de los siglos, una especial fascinación en el Vaticano y ha estado siempre lleno de simbología y ritualidad. El que se celebró el pasado fin de semana en Roma no ha sido una excepción (ver EL PAIS de ayer). Cada nuevo cardenal, candidato a futuro Papa, llega al Vaticano seguido de una ristra de familiares, amigos y admiradores. Casi una tribu. Esta vez la más numerosa fue la del nuevo cardenal de Nueva York; se notó por el aplauso que resonó en la plaza de San Pedro cuando se anunció su nombre.

Todo consistorio acaba también siendo muy goloso para la crónica menor vaticana por sus inevitables anécdotas. Los cronistas veteranos suelen recurrir a contar las de los anteriores, como cuando las monjas de Roma tuvieron que hacer una colecta para comprarle entre todas los capisayos de seda [vestidura corta que sirve de capa y sayo], que cuestan un dineral, al primer cardenal negro, ya que él había llegado sin una moneda en el bolsillo. También este tercer consistorio del papa Wojtyla ha tenido sus anécdotas graciosas.La televisión italiana retransmitió en directo la ceremonia de la entrega de los billetes de nombramiento por parte del secretario de Estado, el cardenal Agostino Casaroli, a los nuevos purpurados y también la imposición del birrete de manos del Papa. Ya se sabe que los primeros planos de la pequeña pantalla son a veces crueles e impertinentes, así pudo verse el apuro del cardenal Casaroli cuando al tener que entregar el billete al cardenal Tomko, nuevo prefecto de Propaganda Fide, algo no había funcionado y el billete no era el suyo, por lo que el nuevo cardenal se volvió con las manos vacías. Las caras y los gestos del viejo y del nuevo cardenal, que son amigos, resultaban graciosísimas y querían como significar: "¡Da lo mismo, hombre!".

La sonrisa de los veteranos

Otras veces se veía a los cardenales veteranos que asistían a la ceremonia sonreír divertidos como niños viendo el apuro de los neófitos en el momento crucial en que se arrodillaban ante el Papa para la imposición del birrete. Resulta que les ponía primero el pequeño solideo, como el que usan los judíos, pero de color rojo. Encima de él el Papa, con sus fuertes manos, les colocaba el birrete o bonete para después abrazar y besar al nuevo cardenal. 'Éste se ponía en pie para hacer la reverencia ante el Papa y se quitaba el birrete, pero al hacerlo se le caía inevitablemente el solideo.El apuro en algunos casos era claramente visible. Así el cardenal Innocenti no consiguió colocarse bien el solideo que se le había despegado de la cabeza en el momento de hacer la inclinación, y mientras sujetaba con la mano derecha el birrete, intentaba inutilmente colocarse el solideo con la izquierda. Al final el solideo, tras varias tentativas, se le quedó pegado cómicamente en vilo en la parte derecha de la cabeza, casi sobre la oreja.

El cardenal Ángel Suquía prefirió cortar por lo sano y se inclinó ante el Papa con birrete y todo, sin tocarse la cabeza para evitar que se le desbarataran bonete y solideo.

Durante el encuentro del Papa, con cada cardenal y "su familia" dentro del Vaticano, Juan Pablo II sonrió viendo a un joven obispo africano con todos sus capisayos de gala filmar la escena con una cámara de televisión propia que había arrastrado hasta los sagrados palacios.

Tampoco faltó la nota picaresca. Como dicha ocasión es para muchos el único momento en el que pueden estar cerca del Papa, a un señor se le ocurrió, para estar en primera fila, acudir montado en un cochecito de minusválido como si estuviera impedido, ya que, en cierto momento, se le vio claramente ponerse en pie con agilidad, sacar su filmadora y rodar mientras el Papa se le acercaba. Enseguida volvió a sentarse con presteza. Cuando Juan Pablo II pasó a su lado, escondió la filmadora y recibió devotamente la bendición del Papa que le puso las manos sobre la cabeza.

Si el Papa lo hubiese sabido le habría perdonado y bendecido igualmente, porque un consistorio en el que la simbología habla siempre de martirio y de fusión de sangre es al sino tiempo una gran fiesta familiar en la que todo se perdona.

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