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Reportaje:10 AÑOS DE GUERRA CIVIL EN LÍBANO

Beirut, 13 de abril de 1975

Más de 300 muertos y 1.500 edificios destruidos en la primera explosión de violencia de un conflicto inacabado

"Casi se puede decir que la guerra empezó porque un conductor no respetó una dirección prohibida", bromeaba un testigo presencial al recordar aquel domingo 13 de abril de 1975, generalmente considerado como el primer día de la guerra civil que aún asola Líbano.Pero en aquella tensa primavera, salpicada de incidentes, en que las diferentes facciones se armaban a marchas forzadas, hacer caso omiso en Beirut de un control callejero de un partido adverso -como hizo el automóvil con la matrícula camuflada en el que viajaban palestinos al saltarse las barreras colocadas en la calzada por los kataeb (falangistas), atropellando a uno de sus miembros- podía ser el detonante de la contienda.

Los muchachos falangistas que cerraban al tráfico una calle del barrio predominantemente cristiano de Ain Rumane, donde su jefe, Pierre Gemayel, y el ex presidente Camille Chamoun inauguraban una iglesia maronita católica, no tardaron en responder a la provocación. Horas más tarde abrieron fuego contra un autobús repleto de civiles palestinos, que regresaban de una ceremonia de homenaje a tres de sus mártires muertos en un ataque contra Kiriat Shmona, en Israel.

Hubo entonces 27 mártires más y 19 heridos palestinos, al tiempo que tres transeúntes fallecieron al ser alcanzados por balas perdidas. Pero el incidente no quedó circunscrito a Ain Rumane. Como un reguero de pólvora, los choques se multiplicaron por toda la ciudad, con ataques de fedayin contra oficinas del partido Kataeb y viceversa, ante un Ejército regular vapuleado por las milicias e incapaz de poner orden.

Mientras el comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), reunido en Damasco, denunciaba ese mismo día "el compló imperialistasionista fomentado por la dirección del Partido Falangista", cuya disolución exigía, Pierre Gemayel se indignaba ante el "estado caótico de la República" y acusaba a la izquierda de "estar a las órdenes del extranjero".

Rostros de miedo

A la mañana siguiente, tras una noche de enfrentamientos con armas de todos los calibres, Beirut ofrecía el mismo espectáculo de desolación con el que amaneciera tantas otras veces en esta última década. Calles desiertas sumidas en un silencio sepulcral, sólo resquebrajado por las sirenas de las ambulancias; comercios cerrados o saqueados, y esos ojos de sueño y rostros de miedo de los escasos transeúntes que se atrevieron a salir de sus casas en busca de una panadería abierta.

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La capital había quedado dividida en dos y con ella todo el país, cuya población musulmana secundaba una huelga de solidaridad con las víctimas palestinas, mientras los libaneses cristianos se manifestaban en apoyo a aquellos "que luchan para preservar la existencia de la patria anienazada".

A pesar de su movilización de entonces, la izquierda libanesa recusa la fecha del 13 de abril como punto de partida de la contienda, por entender que la elección de esa jornada es un intento de presentar el conflicto como una lucha entre libaneses y palestinos. Prefiere la del 26 de febrero de 1975, día en que diputado nasserista de Sidón, Marufsaad, que encabezaba un cortejo de protesta, fue mortalmente herido por el disparo de un soldado.

En esa misma mañana del lunes 14, el primer ministro Rachid el Solh, aun convencido de sus prerrogativas, reveló satisfecho la detención por la gendarmería de 14 sospechosos de la matanza de Ain Rumane; y más tarde el Partido Falangista pretendió demostrar su buena voluntad anunciando la entrega a las autoridades de dos de sus militantes. Pero hasta la fecha nadie ha sido inculpado formalmente por aquel trágico incidente.

Una mediación del secretario general de la Liga Árabe, Mahmud Riad, conseguiría el 16 de abril un alto el fuego "total y definitivo", como todos los cientos de treguas violadas estos últimos diez años nada mas ser proclamadas por los beligerantes. Pero, tal vez por ser la primera, la paz instaurada por el funcionario de la Organización Panárabe se prolongó entonces 32 días, todo un récord.

En los tres días de duración del primer asalto de la guerra civil, 1.500 edificios fueron destruidos o dañados y hubo que lamentar más de 300 muertos.

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