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Raguet, el espía desengañado

- El acusador de Ios GAL, muerto en el abandono, no pudo soportar el fracaso sentimental

Un mes después de la aparición del cadáver de Jean-Paul Raguet, empresario turístico francés de 44 años, afincado en Puerto de la Cruz (Tenerife), cobra cuerpo la versión de que el polémico y presunto mafioso llegado a Canarias hace 20 años cayó en desgracia en el seno de una poderosa trama de intereses turísticos de la isla. Paul, como le conocían sus amigos, pasó en los últimos años de manejar con toda libertad una generosa cuenta corriente en un banco de la ciudad en la que vivía a alojarse en una casa ajena y mendigar entre sus allegados para comer. El juez de instrucción de La Orotava (Tenerife), Enrique Marín, ha abierto un sumario sobre el caso

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Puerto de la Cruz, ciudad turística situada al norte de la isla de Tenerife, fue una de las pioneras de España en desarrollar el sector servicios durante los años sesenta. La red de hoteles y discotecas que creció al socaire del capital extranjero y nacional, generando una floreciente industria, provocó el surgimiento de fuertes intereses económicos con vinculaciones en la Administración y estamentos influyentes en las islas.Raguet llega a Tenerife procedente de la isla de La Palma, adonde había ido al término de la guerra argelina. Nada más instalarse abrió la discoteca Golden, en el mismo Puerto de la Cruz. Su muerte, producida en misteriosas circunstancias tras haber desaparecido el 5 de julio pasado de su último domicilio, en la calle de Inglaterra de dicha ciudad, cierra una vida llena de aventuras aparentes y reales, interminables problemas con la policía y complejos procesos judiciales.

Un informe de la Interpol elaborado a instancias del gobemador civil Luis Mardones en 1979 le describía como "un mafioso internacional que, entre otras cosas, se dedicaba al tráfico de divisas y oscuros negocios internacionales". La policía de Tenerife llegó a implicarle en delitos de hurto, tráfico de estupefacientes, agresiones, daños, escándalo y amenazas, en los que aparecía como denunciante o denunciado.

Expulsado de España

Le calificaba, además, como una persona indeseable y non grata, que "se vanagloria de despreciar nuestra legislación y nuestras autoridades". Con estos antecedentes no extraña que la Dirección General de Seguridad ordenara su expulsión del país en 1975 (de la que se libró gracias a la amnnistía de 1976), retirándole los permisos de residencia y trabajo; que un gobernador civil, cuatro años después, le invitara a abandonar España, y que finalmente otra propuesta de expulsión fuera dictada preventivamente en 1982.

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"Yo tengo documentos capaces de implicar a varias personas. Es evidente que sé demasiado", había dicho en 1981 este robusto karateca de mediana estatura que alardeaba de su pasado mercenario. En su propia discoteca, Golden Blue, ante una mesa siempre reservada, dispuesta al lado izquierdo de la caja, personajes influyentes del sector turístico de Puerto de la Cruz solían reunirse en animadas charlas en las que Raguet no ocultaba su estrecha participación.Sus amigos y sus enemigos coinciden en que las fabulosas historias de espionaje y acción que él divulgaba de sí mismo tenían toda la apariencia de un montaje que podría ser fruto de un complejo de agente internacional frustrado o de una actitud deliberada de esconder tras una cortina de humo otros trabajos menos brillantes a los que en realidad se dedicaba. De forma casi natural se comenta en los ambientes turísticos de Puerto de la Cruz que a Raguet, con buenos contactos en los bajos fondos de Marsella, se le contrataba para ejecutar encargos poco limpios. Viajes relámpago al extranjero para evadir capitales, vigilancia de industriales en sus desplazamientos al exterior, cobros de deudas a acreedores morosos fuera de las islas y, llegado el caso, actos de intimidación pudieron figurar en el repertorio de sus actividades. Su estilo era un tanto sorprendente. En una ocasión, los familiares de un industrial tinerfeño que se recuperaba de un infarto en un hospital de París tuvieron que convencerle de que no habían solicitado el servicio de protección que él por su cuenta insistía en montar con una serie de matones.

Antes de su desaparición, una calurosa tarde de julio en la que vestía deportivamente, había amenazado con "hablar de los GAL". Sin que se hayan descartado sus posibles conexiones con los Grupos Antiterroristas de Liberación, dedicados a la lucha contra ETA, personas que le conocían muy bien aseguran que se trataba de una advertencia en clave dirigida a quienes le habían retirado su apoyo. El francés solía confesar entre sus íntimos que tenía dos cartas escondidas en la manga. Se había decidido a destapar lo que él llamaba un escándalo consistente en un presunto tráfico de diamantes que pasaba por Canarias, en el que estarían envueltos algunos poderosos. En tres entidades bancarias de Tenerife se encontraban depositados los famosos informes de Raguet, un obsesivo recolector de pruebas y escritos que fotocopiaba hasta la exageración. Cuando se perdió su pista, y antes de conocerse la noticia de la muerte, se cree que parte de este material comprometedor fue rescatado y dispersado.Su caída en desgracia se produce en los primeros años ochenta. En los 12 años anteriores había hecho gala de un alto nivel de vida y cierta capacidad inversora. Tenía dos coches, uno de ellos un Lamborghini Jarama, y usaba preciadas joyas personales. El Golden Blue, un "nido de corrupción frecuentado por prostitutas, homosexuales y drogadictos, y donde se practica discriminación racial hacia los españoles", según informes policiales, trajo de cabeza a Raguet, dado el cúmulo de denuncias y sanciones (tres cierres del local, en 1973, 1975 y 1979), originadas por impedir el acceso a españoles concretamente, y en una ocasión, a marinos de la Armada. En medios policiales se estima que esta actitud, más que por racismo, estaba motivada por el deseo de evitar curiosos en algunas reuniones celebradas en la discoteca. Raguet se defendía diciendo que el local estaba lleno y acusaba a la policía de controlarle. No estaba solo, era la época en que daba la impresión de tener amigos dentro y fuera de las islas. Cuando en junio de 1979 se vio obligado a abandonar el territorio nacional con destino a Francia (donde había nacido el 11 de septiembre de 1940, en la localidad de Saint Foy le Grande) entabló amistad con el francés Jean Joubard-Monteux, antiguo secretario general de la organización mundial de la Prensa diplomática.

En el Gobierno Civil de Santa Cruz de Tenerife, su titular, Jesús Javier Rebollo, recibiría una carta, el 10 de octubre de 1979, del secretario general de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo, recabando información sobre el francés, al que Joubard consideraba una persona honorable y recordaba como hijo de su gran amigo el coronel Raguet de las fuerzas armadas del general De Gaulle. El gobierno civil informó a la Casa Real que le había invitado a dejar el país por razones de orden público. "La Zarzuela no presionó. Pidió información y atendimos la solicitud", señala Rebollo.

Sus compromisos en Canarias le hacen volver en régimen de turista. A partir de este momento vivirá cuatro años desenfrenados en los que se enfrentará a viejos amigos, instituciones y políticos. Su mujer, Gredig Sylvia, le abandona, se divorcian y él pierde la patria potestad de su hijo.

Fracasos sentimentales

Un inspector de la Policía Judicial francesa, R. Arnau, que viaja a Tenerife con los gastos pagados por Raguet, emite un informe negativo sobre él mismo, que es decisivo en la corte de Agen (Francia) para la disolución de su matrimonio. Monta en cólera y busca enemigos en todas partes. En la policía cree ver a uno de éstos en el jefe de extranjería de Puerto de la Cruz, Vicente Moratalla, y en el gobierno civil se fija en un funcionario del gabinete técnico, Estanislao Brotons. Les acusa de presunta falsificación de firmas de varios gobernadores civiles en los documentos públicos de su expulsión. El juzgado de la Orotava (Tenerife) inicia entonces la causa 1034/81, que aún se encuentra en fase de diligencia previa.

En su alocada lucha llega a patrocinar una denuncia de un matrimonio alemán contra el vicepresidente del Parlamento autónomo, José Vicente Hernández Díaz, del PSOE, por supuesta apropiación indebida de una cantidad de dinero. La querella contra él de uno de sus denunciados -el funcionario Brotons- provoca, a finales de 1982, que un fiscal de la Audiencia Provincial de Tenerife solicite para Raguet dos años de prisión. Esta noticia, que coincide con otro fracaso sentimental, le producirá un derrumbamiento moral. Sufre depresiones y, según cuenta su amiga Natalie, en cuya casa vivió los últimos meses, crece en él la obsesión de que va a ser envenenado. Al sentir cerradas las puertas de sus antiguos apoyos se revuelve amenazando con contar lo que sabe y dice que hablará sobre los GAL y los diamantes.

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