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La huelga de los mineros británicos amenaza con extenderse a los puertos más importantes

Soledad Gallego-Díaz

Los sindicatos británicos (Trade Unions) clausurarán hoy su congreso anual en un ambiente de incertidumbre sobre el futuro de la huelga de mineros, que ha entrado ya en su sexto mes, y de la de estibadores que amenaza con extenderse en los próximos días a los puertos más importantes del país.

Los incidentes entre piquetes de mineros y policías se reprodujeron ayer con violencia en la zona norte de Inglaterra, pese a que el sindicato nacional confirmó la reapertura de negociaciones el próximo domingo.Nadie espera, sin embargo, resultados de esta entrevista entre lan Mac Gregor, presidente de la patronal, y Arthur Scargill, líder sindical, que llevan tres día calificándose mutuamente de mentirosos. Mac Gregor insiste en que el sindicato debe aceptar el cierre de pozos que no son rentables, mientras que Scargill asegura que las minas son poco rentables porque la patronal no realiza las inversiones necesarias.

Las expectativas de una rápida solución negociada son tan escasas que el ministro del Interior, Leon Brittan, ha anunciado ya una provisión de fondos especial para la policía. Miles de agentes se encuentran destinados desde hace cinco meses en las principales poblaciones de las cuencas mineras, en un movimiento sin precedentes en la historia de las relaciones laborales en Gran Bretaña. Hasta el momento, el Gobierno ha gastado más de 2.500 millones de pesetas en mantener esta fuerza especial cada minero en huelga ha perdido, por su parte, unas 800.000 pesetas en salarios no cobrados y cerca de 6.000 de ellos han sido momentáneamente detenidos.

Arthur Scargill ha salido reforzado del congreso sindical gracias a una moción que conmina a todos los afiliados a no permitir el traslado de carbón. El partido laborista, que se mostró inicialmente frío, ha prometido su solidaridad, aunque su líder, Neil Kinnock, pronunció un discurso muy contenido solicitando a los piquetes que no empleen la violencia. Kinnock pidió que el Gobierno de Thatcher medie en el conflicto y que se celebre un nuevo debate en el parlamento, pero la primera ministra se volvió a negar ayer a ambas cosas.

Los liberales y socialdemócratas, que hasta el momento habían preferido quedar al margen del conflicto laboral, estiman ahora que la situación es demasiado grave como para permanecer silenciosos. El líder liberal, David Steel, se unió a los laboristas exigiendo una nueva discusión en los Comunes. Más que en la entrevista del domingo, la atención se centra en los esfuerzos del sindicato de estibadores para extender la huelga a los principales puertos del país.

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