Un conflicto ni tan distinto, ni tan distante
La guerra de las Malvinas colocó a España en una grave encrucijada diplomática. El conflicto no era, como quiso el entonces presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, algo "distinto y distante" al contencioso hispano-británico de Gibraltar: el medido apoyo de Madrid a las tesis argentinas, que se tradujo en abstención en las votaciones, en el Consejo de Seguridad de la ONU y en el Consejo de "Europa, chocaba con la inminente adhesión española a la OTAN.El 30 de mayo de 1.982, en plena efervescencia bélica en el archipiélago, España se adhería formalmente a la OTAN: pasaba a ser aliado de un bloque abiertamente contrario a Buenos Aires y favorable, lo mismo que la CEE, a las posturas de dureza del Gobierno Thatcher. Ello no impedía que el entonces ministro de Exteriores, Jose Pedro Pérez-Llorca, emitiese continuos comunicados a través de la Oficina de Información Diplomática condenando las agresiones británicas y la utilización de Gibraltar como base de apoyo a las unidades de la Royal Navy.
Por otro lado, el conflicto, al producir entre sus consecuencias un relevo en la secretaría del Foreign Office londinense, trajo consigo un brusco aplazamiento de las negociaciones hispano-británicas sobre Gibraltar. Así, de distinto y distante, el tema pasaba a ser paralelo y próximo para los españoles.