La noche mágica de Julio Iglesias fue en el estadio del Real Madrid
Julio Iglesias había repetido varias veces a lo largo del concierto que quería una noche mágica. Que estaba dispuesto a morir cantando. Lo cierto es que las casi 100.000 personas que anoche abarrotaban el estadio Santiago Bernabéu de Madrid aplaudieron y disfrutaron con la actuación. El cantante tuvo que repetir varias veces las canciones más conocidas de su repertorio, y logró despertar el entusiasmo de un público incondicional cuyo comportamiento supercívico evitó que se produjeran presumibles incidentes debido a que, al menos 10.000 personas, ocuparon localidades desde las que no se podía seguir visualmente la actuación.La infanta Cristina, su abuelo don Juan y otros miembros de la Familia Real siguieron el concierto desde el palco presidencial junto a los hijos de Julio Iglesias.
Las gradas del estadio Santiago Bernabéu y las sillas colocadas sobre el césped del estadio estaban prácticamente ocupadas desde las ocho de la tarde, dos horas antes de que diera comienzo el concierto. Entre el público sentado en las primeras filas (4.000 pesetas por localidad) destacaba la escasez de famosos y predominaban las señoras cincuentonas, que antes del concierto se apuraban en darse los últimos retoques del maquillaje.
Instantes después de que entrara en el estadio la ya inevitable marquesa Rosa -a las ocho de la tarde- llegaron, por separado, los padres de Julio Iglesias, cada uno con sus respectivos círculos de familiares. El ministro del Interior José Barrionuevo; el ex ministro José Luis Álvarez; el también ex ministro Marcelino Oreja, y el presidente de la CEIM, José Antonio Segurado, son algunos de los nombres más conocidos que ocupaban las primeras filas. Pero, en general el público que ayer asistió al recital era de todas las edades y condiciones, con una cierta inclinación hacia la clase media alta femenina
El cantante, recibido por miles de lucecitas provenientes de cerillas y encendedores, apareció visiblemente tenso, aunque luego, según pulsaba la entrega del público, fue ganando seguridad. Esa entrega la consiguió, en gran parte cuando él mismo tomó la iniciativa de resolver el problema creado a las casi 10.000 personas que habían pagado entre 900 y 2.000 pesetas por ver la actuación. Después de media hora de canciones suspendió durante 10 minutos el concierto para que la gente bajara hasta el césped y pudiera seguir de cerca la actuación. Mandó también retirar las cortinas de la parte trasera del escenario y siguió cantando, en muchas ocasiones, "para los flacos que no me pueden ver de frente".
El gesto se agradeció y el cantante, ya más relajado, siguió con su repertorio. Cancioncillas de "No te vayas Julio" o "Vuelve pronto, te queremos", eran coreadas por sectores del público como peculiar y sentido aplauso a cada una de sus canciones. La emoción era cada vez más visible en el rostro del cantante, quien en algunos momentos caldeó el ambiente a base de patria chica recordando que Madrid es su ciudad natal y hablando de la enorme emoción que le producía el poder actuar en España, "porque, ante todo, ustedes saben que yo soy muy español".
El final, que parecía imposible por las reiteradas peticiones de canciones, consistió en un constante ventear de jerseis y chaquetas. La gente seguía en pie esperando nuevas interpretaciones cuando Julio Iglesias salía del estadio en una furgoneta de la Policía Nacional hasta su hotel. Después, el cantante recogería 26 discos de platino conseguidos por las ventas de sus tres últimos discos grandes.
Babelia
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