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Ya Lo esperábamos

La actitud de ciertos medios de comunicación cuando el Papa vino a España, su obsesión constante por aprovechar los más mínimos motivos para retorcerlos y volverlos en contra suya, permitía suponer que no se iba a desperdiciar el que ha brindado su reciente decisión de aplicar a La Editorial Católica el donativo recibido de los católicos españoles. Por respeto al Papa y a nosotros mismos, no queremos descender al ínfimo nivel de cierta polémica; sólo queremos recordar que aun los ataques más sectarios necesitan una mínima base de información objetiva, que en este caso no encontramos.Dar a entender que los obispos españoles han traducido los deseos del Papa, expresados en términos generales, para aplicarlos a un destinatario concreto es pasar por alto que ese objetivo lo señaló inequívocamente el Papa de propia iniciativa; decir a toda plana que ha regalado el dinero a Ya es invitar a que se olvide que La Editorial Católica (auténtica destinataria de la donación) se compone de otros periódicos y tiene diferentes actividades, alguna tan caracterizada como la Biblioteca de Autores Cristianos, cuya labor de siembra apostólica, con mifiones de volúmenes de alta cultura católica, mundialmente distribuidos durante 40 años, es notoria.

Argüir, por último, sobre la perentoriedad de unas necesidades de la Iglesia respecto de otras con quien era el único capacitado para decidir (por su propia dignidad) y por la confianza puesta en él por los donantes puede ser una manifestación ni nueva ni sorprendente del fariseísmo con el que, mediante un falso enfrentamiento de la propaganda y la caridad, se reprocha a la Iglesia que, en vez de encerrarse en las sacristías, pretenda dirigirse a sus contemporáneos, modernizando los medios de comunicación, que hoy son indispensables para difundir cualquier mensaje. Cualquier profesional sabe que la modernización técnica es una necesidad general de esos medios, y no la tapadera de la gestión -buena o mala- de uno concreto.

El valor del donativo del Papa es, aún más que material, simbólico, por cuanto señala a los católicos españoles un objetivo y, consiguientemente, un camino. Pero esto es lo que molesta. Que la Iglesia ponga unas monedas en la mano tendida del necesitado está bien, por supuesto, y no se le discute, pero que hable alto y claro en defensa, por ejemplo, de la vida de millones de inocentes sacrificados al egoísmo no se le tolera. Pues esto es precisamente lo que venimos haciendo y pensamos seguir haciendo: defender los derechos de Dios, que, por añadidura, acaban siendo siempre los derechos del hombre. Lo cual es bastante más importante que perder el tiempo en polémicas con quienes, puesto que se habla de donativos, y antes de hacer reproches a los demás, harían bien en mirarse al espejo.

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12 de julio

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