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El Supersindicato

Venían los pilotos, galonados de cielo, venían los marinos con el mar a la espalda, venían batas blancas con su médico dentro, venían profesionales, grupos, organizaciones, cuadros. Era el Supersindicato. Confederación Española de Organizaciones de Profesionales y Cuadros, hombres mercantes y alta burguesía. Se van a llamar CEOPC. Ceopecé. Suena ya a marciano de mil cabezas, a guerra de las galaxias (todas contra la galaxia/Gutenberg), suena a nombre de¡ malo del comic. Son las agrupaciones de elite, ya glosadas aquí, que tienen su padre procesal en Pedrol Rius y su Santo Grial en la orla fin de carrera. Son los profesionales, los técnicos, las profesiones liberales, toda esa burguesía que ha podido hacer una carrera, pero a quien jamás hubiera recibido en sus salones Oriana Guermantes.Quieren constituirse en sindicato "libre e independiente que también pueda ser ofertado a otros grupos de profesionales similares". "¿Ofertado?" Nuestros profesionales de elite no saben decir ofrecido, que es lo castellano y lo que diría cualquier sindicalista no de elite. Por ahí empieza a corromperse siempre nuestra burguesía y por ahí se le nota que no ha hecho la Revolución Francesa: por la gramática. Ironizaba Azaña sobre los extranjerismos importados todos los días, y decía de ellos, "gran mejora". Un Supersindicato, ¿libre de qué?, ¿independiente de quién? Del Estado, naturalmente. El Estado ha sido a veces en España un piloto o un mercante, mucho más que en Francia aquel rey que lo dijo de sí. Haro-Tecglen tiene escrito aquí que cada español se siente "el Estado".

Los convenios/franj a que quiere asaltar el Supersindicato, como trincheras, no son sino el espacio o distancia salarial que se reservan, dentro de su profesión, respecto de los profesionales no-de-elite. Un aristocratismo dinerario y de clase que se calza mal en el concepto histórico de sindicato. Ya nos amenazó el Supersindicato a los españoles, antes de existir -en esto es como Yavé, que maneja a los hombres antes de hacerse hombre en Cristo-, con huelgas y otros facticismos, como primer aviso de "lo que podían conseguir". En principio, se alinean junto a la CEOE y los sindicatos tradicionales para contribuir "a la vertebración y proceso dernocráticos". Pero empresarios y trabajadores mantienen una continua dialéctica capital/ trabajo que los clásicos del tema han llamado alienación (alienación del capitalista tanto como del obrero, que sólo se habla de esta última porque no se ha leído a los citados clásicos, que consideran al patrón/empres ario alienado por la mercancía). De esta dialéctica infernal están afortunadamente libres los trabajadores de elite, los de las profesiones liberales, los que se llaman a sí mismos "profesionales", quizá porque su profesión, que viene defe, son ellos mismos. La profesión del médico, del abogado, del navegante, del escritor, del intelectual, es. ser él mismo: profesión, aquí, se confunde fecundamente con biografia, contra lo que le pasa al obrero, y por eso el profesionalismo del yo se concilia mal con una sindicación elitista, aristocráticamente grupal, peligrosamente insolidaria respecto del tronco laboral de un país. Los sindicatos tradicionales, que saben cuál es su guerra, han experimentado siempre un rechazo instintivo hacia los sindicalistas con botines de piqué. Corporativismo es todo lo contrario de sindicalismo.

Cada verano tiene su serpiente y la de este año es el monstruo del lago Ness, o sea, el Supersindicato, que ahora se constituye y en el otoño empezará a molestar. Cuando hemos llegado al delicado equilibrio de un socialismo burgués, la burguesía mejor se pone a hacer socialismo de mentira. Me llaman para presentar un revival/ King Kong. Les he dicho que King Kong, hoy, es el Supersindicato.

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