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Sectores políticos y militares preparan en Guatemala el relevo del general Ríos Montt

La ruptura del general Guillermo Echeverría con el régimen guatemalteco, que preside su colega Efraín Ríos Montt, reúne todos los ingredientes de un pacto de familia, concebido para reforzar el liderazgo militar de la derecha ante la eventualidad de una salida electoral anticipada por el desastre económico del actual Gobierno.Los partidos más conservadores se han apresurado a expresar su admiración y apoyo al jefe castrense que se atrevió a pedir en los periódicos, mediante un texto pagado, la retirada del Ejército a los cuarteles, la convocatoria de elecciones y, de paso, la suspensión de una reforma tributaria que ha irritado sobremanera al gran capital.

La baja inmediata en el Ejército, decretada a título de sanción por el ministro de Defensa, general Óscar Mejía, se convierte así en una, especie de recompensa para que desde su nueva condición de civil pueda dedicarse a la política a tiempo completo. El propio general Echeverría ha destacado este cambio en el primer contacto con los periodistas tras su retiro.

Los portavoces gubernamentales se han encargado de dar relieve al caso con sus declaraciones, mientras pasaban como sobre ascuas por encima de otro documento, éste, sí, más peligroso, dado a conocer en fecha reciente por la Conferencia Episcopal. En una carga de profundidad que apunta a la línea de flotación del sistema, los obispos guatemaltecos han denunciado la militarización del país y la violación sistemática de los derechos humanos.

La militarización hace referencia a la obligatoriedad que tienen todos los campesinos de encuadrarse en las patrullas de protección civil, bajo amenaza de ser fusilados por colaboracionismo con la guerrilla. En este contexto de guerra total se inscriben las matanzas generalizadas que el Ejército sigue practicando entre la población indígena, que representa el 60% del total.

Nada de esto se menciona en el escrito supuestamente rupturista del general Echeverría, un militar que careció hasta ahora de especiales connotaciones políticas, con fama de buen administrador, lo que le valió ser presidente del comité de reconstrucción nacional tras el terremoto de 1976.

Su denuncia en los periódicos no debe confundirse con la pelea solitaria de un David frente al gigante. El respaldo inmediato ofrecido por el ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional (MLN), el Partido Nacional Renovador (PNR) y el Partido Institucional Democrático (PID), este último, vinculado al general Romeo Lucas, pone en claro que se trata de una operación calculada de la derecha para preparar"el relevo de un Gobierno que se ha revelado inservible.

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La oligarquía guatemalteca y las siglas ya citadas, que son su expresión política, están resentidas ante el exótico Gobierno de Ríos Montt, que si bien ha conseguido algunos éxitos parciales en la guerra contrainsurgente, ha llevado al país a su más grave crisis económica. No le perdonan, sobre todo, algunas medidas de corte populista, el cierre de los créditos externos y la incapacidad de romper el cerco internacional. Para el lanzamiento de esta operación de recambio, la derecha parece contar con importantes complicidades dentro del Ejército. El objetivo es regresar a la legalidad anterior al golpe del 23 de marzo de 1982. Esto es, volver a una democracia de permanente manipulación electoral, de forma que en cada momento esté garantizada la victoria del candidato leal a las dos fuerzas dominantes: la oligarquía y, el alto mando castrense.

La existencia de una virtual guerra civil en extensas zonas del país hace aconsejable, por lo demás, la presencia de un militar al frente del Estado. En definitiva, el mismo esquema que llevó a la presidencia en las tres últimas elecciones a los generales Arana Osorio, Kjell Laugerud y Romeo Lucas, y que hubiera hecho lo mismo con el general Guevara si no se interpone el golpe de Ríos Montt.

Un nuevo general, Guillermo Echeverría, se dispone a reanudar la cadena, con la anuencia del Ejército y la derecha. Tiene razón el. portavoz presidencial, Rafael Escobar, cuando asegura que a pesar de las apariencias no hay división en el seno de las Fuerzas Armadas. El pleito familiar es sólo un valor convenido para que los militares sigan monopolizando el poder.

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