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Entrevista:

"Mi misión es tratar de que los hombres aundaluces sean libres"

Parece, a primera vista, un hombre sumamente liberal. A sus 49 años, monseñor Amigo, natural de Medina de Rioseco (Valladolid), es un arzobispo imprevisible. El "amigo Amigo", como le llama el cardenal Tarancón,, va camino de Sevilla -una de las archidiócesis más difíciles de España-, procedente de Tánger.

Pregunta. Los fieles a los que va a dedicar su esfuerzo son los andaluces. Un pueblo que ha votado socialista, lo cual indica no sólo unas preferencias políticas, sino, seguramente, una cierta actitud hacia los valores morales que ha defendido tradicionalmente la Iglesia. ¿No le parece?

Respuesta. Yo tengo que aceptar la situación tal como es. Pero no olvide usted que el pueblo andaluz es muy religioso, como demuestran sus manifestaciones, incluso públicas: la Semana Santa, las romerías. Yo creo que este pueblo no ha claudicado de sus sentimientos religiosos, aunque haya votado al partido socialista.

P. ¿Pero no se desconcierta usted ante esta aparente contradiccíón?

R. No. Mire, yo creo que el pueblo andaluz ha votado en conciencia.

P. Está bien que diga eso.

R. Lo creo. Y yo respeto su voto. Hay que aceptarlo sin más, sin hacer previsiones en ningún sentido. Por otra parte, es que a veces se piensa en la izquierda como si supusiera una serie de tragedias, de cosas raras. Yo no estoy asustado. A veces los términos derecha e izquierda son posicionales. No sé. Yo no puedo ser enemigo de nadie. Procuraré ser amigo de todos. Mi misión es tratar de que los hombres andaluces sean libres.

P. Los periódicos han dicho de usted que es moderado y también que despertó su vocación religiosa don Marcelo González. Este ha sido beligerante contra la ley de Divorcio. ¿Usted también?

R. Mi vocación no la despertó don Marcelo. En realidad fue un primo mío firanciscano que vino a mi pueblo, Medina de Rioseco, a decir su primera misa. Me encantó su alegría, su talante, su manera de comportarse incluso. Pensé que aquello era lo mío. En cuanto al divorcio, mire usted, le voy a explicar una anécdota. Yo daba una conferencia, en Andalucía precisamente, a unos escolares. Al final hicieron preguntas. Un chiquillo de siete u ocho años dijo de pronto: "¿Qué opina usted del divorcio?". Y yo me quedé perplejo. ¿Qué se le dice a un niño? Pues, mira, le dije, lo que, debemos procurar siempre es que las personas se quieran. Tenía que contestar al niño con su lenguaje y expresar un contenido. El niño quedó convencido.

P. Sí, pero yo no.

R. Claro, claro. De hecho hay una realidad. La Constitución ordena el matrimonio y ordena el divorcio. Los obispos se manifestaron en el sentido de lo que esto podría perjudicar a la familia. Nosotros somos unos ciudadanos. Otra cosa es que nos guste o no.

P. Pero en Tánger, donde usted ha estado los últimos ocho años como arzobispo, ha tratado a católicos de varias nacionalidades, de países -como Francia o Italia- donde el divorcio existe hace años. Y tendrá feligreses católicos divorciados. ¿Cuál ha sido su criterio?

R. Sí, sí. He tenido fieles en esta situación. Personas que conservan su fe y que pasan por graves problemas morales. Y hay que ayudarles.

P. ¿Dejarles permanecer dentro de la Iglesia después de un nuevo matrimonio?

R. Sí, sí. La Iglesia es una madre, debe serlo. No sé, la verdad, cómo lleva este tema la Conferencia Episcopal Española.

P. Tánger, una ciudad abierta y tolerante, ¿le ha hecho más tolerante a usted?

R. Creo,que decir eso es quedarse corto. Cuando llegué a Tánger, por carácter o por formación franciscana, ya era un hombre tolerante. Tánger me ha abierto. Aquí he tratado a gentes muy diversas. Piense solamente en la comunidad católica formada por gentes de diversas nacionalidades. Y he sido el obispo de todos ellos, he tenido un contacto muy directo. He conocido mentalidades, idiosincrasias y políticas diversas. Yo tenía que vivir todo eso, meterme con mi gente, en sus problemas. Tánger me ha ayudado muchísimo a querer a las personas tal como son. Está, además, mi relación con otras iglesias, como las protestantes y la mayoría musulmana. Con todas ellos me he tenido que relacionar y lo he hecho con mucho gusto. Aquí, la labor de la Iglesia es la labor de ayuda a la consecución de esos valores universales, como son la salud o la educación. He tenido que comprender y querer a las gentes sin preguntarles cuál era su fe, incluso si tenían alguna. Digamos que este arzobispo, después de haber pasado por Tánger -no me atrevo a decirlo, casi no me atrevo- se ha humanizado.

P. ¿Tal vez antes de Tánger usted pensaba que el Estado debía ser confesional y ahora no?

R. Mi formación ha sido bastante universalista. Pronto me destinaron a Roma, donde viví en una sociedad muy diferente a la éspañola. Luego me hicieron provincial de la orden franciscana en Santiago; viajé a muchos lugares, donde la orden está instalada. Lugares diversos, y todos con problemas diversos. Por las circunstancias de mi vida, nunca he estado indy anclado en un sitio. No sé, me da un poco de apuro hablar tanto de mí. Yo, yo... no sé.

P. ¿Con esto quiere dar a entender que, en su opinión, el Estado no debe ser confesional?

R. Yo creo que es mejor un Estado libre y una Iglesia libre.

P. Le cuesta decir las cosas.

R. No sé. Es por evitar la violencia de las palabras. Los términos tajantes encierran a veces; menos verdad que una explicación. Por otra parte, cuando usted me pregunta sobre teímas muy concretos de la realidad española, debe tener en cuenta que no la conozco muy bien, que a veces lo que sucede en España era visto por mí en un entomo global.

P. Pero sí podrá contestar, por ejemplo, si, en su opinión, el amor, el acto sexual, tiene una justificación en sí mismo.

R. El amor, el acto sexual, tiene una justificación en sí mismo: egoísta, de alteridad. Claro que habría que ver si las actitudes de las personas son materialistas, de desprecio o vejación del otro. Sospecho que en las relaciones sexuales hay casi tantas actitudes como personas.

P. Sí, pero debe haber un criterio general. Y para usted, arzobispo de Sevilla, el placer es lícito.

R. Lo es. Claro, claro.

P. No redactaría una pastoral contra los anticonc eptivos.

R. Tanto como una pastoral... no sé. Pero la escribiría sobre los problemas morales al respecto.

P. Es usted más ambiguo que la política vaticana, decididamente contra el divorcio y los anticonceptivos.

R. Estoy en total comunión con el Santo Padre. Sin cortapisas ni paliativos.

P. ¿Y le parece que este Papa está próximo de los problemas del mundo, más que Pablo VI, por ejemplo?

R. Es otro estilo. Usted sabe lo contestadísimo que estuvo Pablo VI y cómo se le ha reivindicado después. Son situaciones distintas. Entonces era el inmediato concilio y hoy es otro momento histórico.

P. Los comentaristas progresistas dicen que es un papado retrógado, respecto de Pablo VI o Juan XXIII. La Conferencia de Puebla, el conflicto con los jesuitas y su doctrina sobre la familia parecen indicarlo.

R. Es que a veces se piensa en una evolución meramente lineal, en una dirección. Y a lo mejor hay sectores en los que se ha Regado a una evolución y otros en los que se ha detenido. Lo que pasa es que se toman líneas de evolución distin tas. El acercamiento del Papa a los obispos, a través de sus visitas periódicas, es algo revolucionario.

P. Es un Papa populista, que visita países y besa la tierra de los aeropuertos, que provoca grandes manifestaciones de fervor un poco trasnochadas, un fervor exterior.

R. Sí, el Papa tiene un carisma tremendo. Entusiasma. En sus viajes se ve que conoce bien los países que visita, sus problemas. Y luego está su carácter ecuménico. Y, desde luego, para juzgar sus actuaciones se necesita perspectiva histórica.

P. ¿Sabe usted quién le ha recomendado en el Vaticano para la archidiócesis de Sevilla?

R. He sido el primer sorprendido. Mire, cuando la orden franciscana me hizo provincial de Santiago, llamé a mi padre por teléfono. El me dijo: "Hijo, lo que quiero es que seas un buen fraile. Todo lo demás no importa". Y esta filosofía -lo que importa es que seas una buena persona- me marcó un poco. Después me nombraron arzobispo de Tánger y me sorprendí. Y ahora, lo mismo. No tengo idea de cómo ha sucedido. No sé qué decirle. Estoy anonadado. Bueno, no sé qué han visto en mí. Créame que lo digo sinceramente y no con una humildad tontorrona.

P. No sé si es usted un ingenuo o un escapista. Porque sabrá cómo es la burocracia vaticana.

R. No. No sé. El Papa ha decidido que vaya allí y allí iré. Lo acepto con alegría, porque él ha depositado su confianza en mi persona. Uno piensa que tal vez no tiene cualidades y todo eso, pero también hay estímulos, gentes que pueden ayudar.

P. Tal vez lo que pasa es que es usted realmente un fraile.

R. Bueno, soy un obispo. Pero mi satisfacción íntima es ser fraile.

P. ¿Y cómo piensa recuperar para la fe católica a los andaluces tibios o directamente alejados de la Iglesia, que deben ser muchos?

R. Yo no hablaría de recuperar, sino de volver a la fe. Por el camino de la comprensión, del diálogo, conectando con sus problemas más acuciantes. Se trata de lograr que la gente sea feliz.

P. Otra vez utiliza expresiones que no se sabe qué quieren decir.

R. ¿Qué voy a decir? No puedo ir con un plan preconcebido. Me voy a arriesgar con el Evangelio, con fidelidad al Evangelio.

P. Las lecturas del Evangelio son varias. No es la niÍsina la de Marcelo González, la de Tarancón y la de un cura guerrillero.

R. La fidelidad al Evangelio debe interpretarse siempre conectada con las personas de cada lugar y en su situación concreta. Servir a los creyentes, sin traicionar el Evangelio. Eso es.

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