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Las reglas "democráticas" de Garrigues Walker

En unas recientes declaraciones, Garrigues Walker (Antonio), militante de su propio proyecto político, invita a un debate que, desde luego, no carece de interés. Se pregunta: ¿puede o no puede el presidente del Gobierno designar a algunas personas capaces para sacar adelante determinados problemas? Al formular este interrogante, Garrigues plantea el gran tema de la formación de los gobiernos en un sistema de partidos. Antes de entrar en el fondo de la cuestión querría rechazar, por inválido, el ejemplo que él mismo pone para apoyar su tesis afirmativa: el nombramiento de Enrique Fuentes Quintana como vicepresidente para Asuntos Económicos en uno de los Gobiernos del presidente Suárez.De todos es conocida la personalidad de Fuentes Quintana. Es el mejor profesor de Economía de la Universidad española y maestro de una espléndida generación de economistas que prestan hoy sus servicios en diversos ámbitos de la vida del país. Esto ha sido y es Fuentes Quintana: un experto de primera fila, un gran técnico y una personalidad verdaderamente independiente, que no ha tenido nunca la pretensión -al menos no consta- de llevar adelante un proyecto político propio en defensa de una ideología singular. Ninguno de estos rasgos definen la personalidad y trayectoria reciente de Garrigues Walker. Es más, un perfil opuesto es el que mejor serviría hoy probablemente para encuadrar su singladura política y personal en los últimos tiempos.

Pero aún hay más. En los últimos meses Garrigues se ha dedicado en forma casi permanente y con frecuencia muy poco hábil a criticar, en público y en privado, a UCD, a agudizar sus naturales conflictos internos y, en suma, a debilitar, consciente o inconscientemente, al primer partido político de la democracia española para... quizá así poder después pactar con él en mejores condiciones de cara a las próximas elecciones. ¿Qué reacción puede esperar, en este contexto, cuando salta a la luz pública el rumor de su entrada en un Gobierno de UCD? ¿Es que cabe afirmar seriamente que Garrigues es una personalidad independiente cuando visiblemente encabeza un grupo político? Por otra parte, ¿en qué es Garrigues particularmente experto para justificar su entrada en el Gobierno como presunto independiente?

Y vamos a la cuestión de fondo: la formación de los Gobiernos en una democracia de partidos. Aquí cabría sentar la siguiente afirmación basada en la experiencia de los regímenes parlamentarios: la libertad de un presidente de Gobierno a la hora de constituir su gabinete llega hasta el límite en que puede enajenarse el apoyo total o parcial de su propio partido, es decir, del partido que le ha hecho presidente. Y es chusco afirmar que los límites a esta libertad son contrarios a la Constitución. Y ello por tres razones: porque los partidos políticos están en España constitucionalizado como estructuras de poder; porque es el partido quien apoya al presidente en las Cámaras y porque quien responde ante el electorado por su acción de gobierno es el partido y tiene, por tanto, a través de sus órganos institucionales, no ya el derecho, sino el deber, de marcar las líneas para la formación de Gobiernos. Esta es la práctica política en las democracias parlamentarias, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, en que el presidente elige con entera libertad a sus colaboradores. La formación -en este caso deformación- norteamericana de Garrigues le ha llevado a una conclusión que simplemente no se da en la práctica de las democracias parlamentarias. La presencia de independientes en un Gobierno de partido es excepcional y se produce en función de una cualificación técnica que o bien la aprecia y admite el propio partido o se impone de manera evidente por el prestigio generalmente reconocido de que goce la personalidad en cuestión.

Un deber moral

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En su escasamente disimulada irritación, Garrigues sienta otra afirmación igualmente inexacta. Dice: «Suárez debería conocer una regla no escrita pero respetada en todas las democracias donde los ex presidentes de Gobierno se mantienen alejados de la lucha política por un período de tiempo suficiente y a disposición del nuevo presidente? ¿Hablamos de Willy Brandt y Helmut Schmidt? ¿Se refiere quizá a Chirac y a sus pulsos con el tándem Barre-Giscard d'Estaing? ¿Alude a las relaciones entre Martens y Tindemans en Bélgica? ¿Está pensando quizá en los ex presidentes italianos Rumor, Fanfani, Andreotti, Forlani o en el fallecido Aldo Moro? ¿Y la confrontación permanente entre Edward Heath y Margaret Thatcher en el partido conservador inglés? Una vez más el bagaje cultural estadounidense deforma la visión política de las democracias parlamentarias europeas. No es este el momento de hacer una defensa del ex presidente Suárez. Pero estoy en la obligación moral de decir que, si Suárez ha tenido una cierta actividad política -por otra parte muy escasa- en las últimas semanas, ha sido porque tiene la sospecha, por no decir la certeza, de que se ha puesto en marcha una operación para dinamitar UCD, y reaccionar ante lo que tiene todo el aspecto de una operación de destrucción no es volver a la lucha política. Es simplemente un deber moral.

Y, por ahora, termino. Antonio Garrigues Walker tiene las puertas abiertas para entrar en UCD. Somos muchos los que veríamos con agrado su incorporación al partido centrista, que recoge todo lo fundamental de la ideología liberal. Si su opinión fuere contraria, tiene otra opción igualmente legítima: que con sus clubes o con un partido mida su fuerza electoral en las próximas elecciones generales. De obtener el suficiente éxito o fuerza parlamentaria, seré el primero en defender un pacto de Gobierno :con el partido liberal de Antonio Garrigues Walker.

es miembro del Comité Ejecutivo Nacional de UCD y diputado por Toledo. Fue ministro de la Presidencia con Adolfo Suárez.

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