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Repercusión en España por la concesión del Premio Príncipe de Asturias a María Zambrano

La escritora no descarta su regreso a su patria

El hecho de que el Premio Príncipe de Asturias haya recaído este año sobre la escritora María Zambrano (1904), en su apartado de Comunicaciones y Humanidades, ha sido acogido con honda emoción por numerosos intelectuales españoles, sabedores de la ausencia de reconocimiento público que ha padecido la obra espléndida de esta discípula de Ortega y Gasset. El rey Juan Carlos, calificado por la galardonada como «el primer Rey republicano», ha felicitado personalmente a la escritora. Asimismo, numerosas personalidades han manifestado su satisfacción nada más conocerse la noticia. José Luis Aranguren, Camilo José Cela, Luis Rosales, José Angel Valente y Gregorio Prieto dejan aquí claro testimonio de ello.

En la noche del sábado día 13 del presente mes, María Zambrano hacía las primeras declaraciones para España desde que, en 1939, emprendiera el camino del exilio. Radio Nacional de España (Radio 1 y Radio 3) permitía que una voz necesaria, durante largo tiempo silenciada, llegara a todos los hogares españoles. Y esa voz conmovió no sólo a los intelectuales, sino también, y acaso sobre todo, a la gente sencilla. Al día siguiente, desde las páginas de EL PAIS/LIBROS, la escritora completaba su imagen. En ambas entrevistas, el tema del eventual retorno a su país era, por supuesto, evocado. Hoy vuelve a estar en el aire esa interrogación, reactualizada con intensidad, afecto e interés.María Zambrano se reafirma ahora en su primera declaración: «Si no vuelvo a España es porque no puedo. Porque no puedo, además, volver por esta figura física, por esta privación. Yo he estado sin poder poner un pie en el suelo. Y además, hay esto: ¿qué es lo que hago? ¿Acudo a escribir lo que ineludiblemente está planteado? Si yo escribo, no puedo ir a España. Si voy a España, yo no voy a ir sentada en una silla, a sentarme así, como si hubiera faltado de la oficina el día anterior».

Tocada por la melancolía, la incertidumbre: «Tened en cuenta, amigos míos, que es toda una vida, toda una vida... Y que no sé tampoco lo que me va a suceder, no sé lo que me va a pasar cuando yo oiga hablar el español en la calle, cuando yo vea aquel cielo, aquella luz, cuando yo huela... No sé lo que me va a pasar. Si es morir, no me importaría. Pero no quiero que sea porque yo vaya a eso. Yo creo que está claro ».

Aranguren: admiración y amistad

«Me complace mucho colaborar en esta página de homenaje a María Zambrano. Me ha dolido, es verdad, que en su reciente entrevista de EL PAIS haya olvidado que, cuando menos en dos ocasiones, y hace ya años, una persona de su generación, como yo, elogió públicamente su obra y la originalidad de la síntesis de filosofía, poesía y religiosidad en ella lograda. Pero ello no merma, de ninguna manera, mi admiración ni tampoco la amistad de la que ella posee pruebas».

Cela: una inteligencia aguda

«María Zambrano me parece una de las mejores cabezas de todos los tiempos. Las tres personas que más me ayudaron en mis comienzos fueron ella, Pedro Salinas y Pablo Neruda. Yo entonces componía versos, y empecé a frecuentar, no sin cierta timidez, los ambientes literarios. A casa de María me llevó Carlos Díaz Fernández, que estaba casado con Araceli, la hermana de María. Ella vivía en el Madrid viejo, en la plaza del Conde de Barajas, en una casa acogedora y llena de libros. A los amigos nos recibía los domingos por la tarde y nos daba una taza de té.María me daba mucha beligerancia y hasta me dejaba hablar; no así todos sus contertulios, a algunos de los cuales diagnostiqué de pedantes y engolados sin mayor esfuerzo. A María le cobré gran cariño nada más conocerla, porque era una mujer sensible, de tierno corazón, inteligencia aguda y alma permeable. María, y yo nos hablábamos de usted, porque entonces las costumbres eran otras y más respetuosas, y no nos tuteamos hasta su carta del 10 de junio de 1963.

Cuando la vi en Ginebra el año pasado me regaló la fotocopia de unos versos míos del año 1934, muy influidos por Juan Ramón en el espíritu y por Alberti en la forma, que es posible que no se publiquen jamás, porque no añadirían nada a nada. A María la vi por última vez en Ginebra, en su pisito de la avenida Sécheron, el 16 de junio de 1980. Me acompañó en su coche la señora del doctor Francisco Ifante, a quien los amigos llamamos Juani. María y yo estábamos tan emocionados que no acertábamos a decir nada. Después, cuando nos fuimos haciendo a la idea de que efectivamente éramos nosotros, la cosa fue ya más fácil. Y al final, cuando me acompañó hasta la puerta, a poco más lloramos».

Valente: la opacidad total del medio institucional

«A la luz de este premio, tan deseado por la gente joven, creo que hay que denunciar la opacidad total del medio institucional. Yo entiendo que el mundo institucional español, en contraposición al interés real que el pensamiento de María Zambrano ha ido despertando en los últimos años, ha sido radicalmente sordo, opaco y hasta mezquino. A raíz de la publicación del primer volumen de Obras reunidas, en ediciones Aguilar, sólo hubo dos respuestas en España. Una, la mía, vino de fuera. La otra, escrita por Aranguren, de dentro. A partir de ese instante el pensamiento de María empieza a ser oído.Por vivir al lado de ella yo le tengo tanto afecto como admiración intelectual. De ahí que a menudo haya intentado que el mundo institucional español mostrara reconocimiento. Sólo la Fundación March, durante dos años, mostró, mediante una ayuda, su interés. En cambio, la Fundación de Estudios y Publicaciones del Banco Urquijo respondió con el silencio.

María Zambrano ha hecho bien en aceptar ahora el Premio Príncipe de Asturias, porque ella no ha tenido que solicitarlo. Y espero que esta sea la primera señal de una serie de reconocimientos obligados. La Real Academia y los miembros del jurado del Premio Cervantes ya no pueden, en conciencia, esgrimir ignorancia en la materia».

Rosales: la fertilidad poética

«Para mí, María Zambrano no sólo es una gran escritora en el terreno del ensayo, sino también, tocándome muy de cerca, en la palabra poética que reside en su escritura. La conocí hace muchos años, en el ámbito universitario, cuando Ortega confiaba en ella más que en nadie. Era simpática, atractiva y además la persona más brillante de aquel círculo. El último contacto que tuve con ella fue epistolar. María Zambrano buscaba el último número de Hora de España, donde Antonio Machado publicara un testimonio sobre su padre, Blas José Zambrano. Yo le mandé un ejemplar a Roma, que es donde ella vivía entonces. Luego no hemos vuelto a comunicarnos. Pero yo sigo sintiendo por ella devoción y cariño».

Gregorio Prieto: la gran amistad con Cernuda

«Cuando, próximamente, se inaugure mi fundación, pienso colocar en primer plano el texto que María Zambrano escribió sobre mi dibujo. Es un ensayo filosófico y profundo, lo mejor que me han hecho. Ella tiene desde muy joven una mente excepcional. Yo la recuerdo tímida, agradable y deslumbrante en lo intelectual. Y era muy amiga de sus amigos. Me consta que Cernuda y ella estuvieron unidos por lazos de conmovedora amistad».

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