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LA LIDIA: LAS VENTAS

Hartos de tanto caballo

Plaza de Las Ventas. Corrida de rejoneo. Toros de las siguientes ganaderías: Javier Moreno de la Cova (primero y quinto), Alonso Moreno (segundo), Tomás Frías (tercero y sexto) y Francisco Ortega (cuarto), desiguales de presentación mansos y manejables. Curro Bedoya (silecio), Manuel de Córdoba (palmas y protestas cuando saluda), Jacques Bonníer (silecio), Leonardo Hernández (silencio). Por colleras: Bedoya-Bonnier (petición y vuelta), Córdoba-Hernández (aplausos).

El atracón de números del caballito que nos está dando la empresa deLas Ventas ha entrado en el terreno del abuso. Con Canorea creímos que se habían batido todas las marcas en la organización de festejos del rejoneo, pero estábamos equivocados: Berrocal le gana. La afición -y nosotros con ella- está harta de tanto caballo.

No diremos que los rejoneadores del domingo estuvieron mal, pues no es ese el caso. En realidad nos hubiera dado lo mismo que estuvieran mejor. Cabalgaron por la candente, clavaron lo que pudieron, se mostraron animosos, uno -el llamado Hernández- se pegó un batacazo y así fue pasando la tarde. Salimos de la plaza tal cual se sale de la oficina: con la ilusionada-creencia de que la felicidad empieza en la calle.

La tarde había sido climatológicamente espléndida. Típíca tarde de, toros, luminosa y tal. De esas que invitan a ver una corrida de toros o una novillada, no importa con qué espadas; el caso es presenciar una lidia en forma, con tercio de varas y todo lo demáñ. Berrocal perdió otra oportunidad de acreditarse como el empresario que necesita Madrid.

Pero como no lo hizo así, nos da el pálpito que a Madrid no le hace falta para nada un empresario cuya imaginación renovadora y cuyas ideas para dar contenido a la teinporada no pasan de montar el número del caballito. Pagará el canon de arrendamiento de la plaza, eso no lo dudamos en absoluto, pero se queda en deuda con la afición a la que debe servir y con el prestigio de un coso, que valía mucho más antes de que entrara en él la Taurina Hispalense con sus pintorescos consejeros delegados, y de que lo administrara una diputación democrática que, por lo menos en este aspecto, no da una.

O cambian de actitud todos -diputación y empresa- o Las Ventas va a ser -quizá sea ya- lo que una plaza de pueblo, sólo que más grande.

Los del caballo del domingo -decíamos- no es exactamente que estuvieran mal. Sencillamente, aburrieron. Curro Bedoya demostró oficio, míentras a sus compafíeros se les veía más o menos verdes. Manuel de Córdoba tuvo vacilaciones. Jaeques Bonnier, elegante y torero, se dejaba tropezar demasiado los caballos. Leonardo Hernández, muy voluntarioso y algo inseguro, resultó alcanzado por el toro y salió despedido del caballo, sin que pasara nada más. Por colleras aún resultó peor: a los toros les aturdían con las dobles cabalgadas para acá y para allá, y les prendían un bosque de rejones y banderillas, a lo largo de la incongruente y desigual liza. Ya lo dice el refrán: Dos contra uno, tierda ta tada tuno.

Cuando fugazmente aparecieron los sobresalientes para concluir pie a tierra la labor que no habían sabido cornpletar los jinetes, nos ilusionábamos como chiquillos. Una lágrima de añoranza nos hurnedecía el iris. ¡Toreo! Eso que no nos deja ver el Berrocal hípico.

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