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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Cebrián

Allá en la década de los sesenta, a la que todos tenemos que remitirnos, como el protagonista de Opera prima, porque fueron los años felices/infelices que nos forjaron o en que nos forjamos como ahora somos, el diario Informaciones, hoy volado como el Madrid, mediante la voladura controlada o sistema de guerra civil fríaicaliente que mandó a los cielos del Greco un almirante, dos periódicos y varias plazas madrileñas, el diario Informaciones, digo, iniciaba un despegue democrático y amarillo con Juan Luis Cebrián y Martín Prieto entre otros jóvenes guardias infrarrojos de la revolución cultural tardofranquista.Yo me daba alguna vuelta, algunas tardes, por el viejo periódico de la calle de San Roque, a ver si metía algún artículo, alguna entrevista, alguna cosa, porque me parecía que aquel desembarco democrático tenía porvenir y, mayormente, porque había que meter y cobrar unos folios donde fuese para pagar a la patrona de la pensión, que era patrón y argentino y tenía la rara costumbre (sin duda importada del extranjero) de cobrar los pupilajes a fin de mes. La verdad es que en el periódico no me hacían ningún caso y Juan Luis Cebrián, que estaba sentado en una mesa, muy formal, muy en primero de la clase, debía mirarme como una especie de quinqui literario y poeta de café que podía haber entrado por la ventana con el mismo pire que un vencejo de aquellosatardeceres de Chamberí. Luego le hicieron no sé qué cosa informativa de la tele, y ya entonces me dijo, cuando yo iba por allí a que me entrevistase Teresa Gimpera, que era la que entrevistaba, que quería utilizarme para algo en televisión, pero lo nuestro nunca llegó a nada. Yo ya iba viendo, entre la arboleda perdida de la propia generación y aledaños, quién era Juan Luis Cebrián, delfín pilarista y romántico, informático y un poco golfo, del nuevo periodismo español. Cuando se inventó este periódico en que ustedes me leen, elogian y reprochan, y me llamó a su despacho, creo que elucidé definitivamente quién era Juan Luis Cebrián; porque me dijo: -

-Dentro de este periódico que ves tan serio, tan objetivo, tan funcional, taneuropeo, quiero que tú me hagas todo lo contrario, o sea, que seas tú y hables de ti.

El pilarista, naturalmente, llevaba dentro, circunférico, un rebelde de bien, burlón y callejero, el informático llevaba dentro, periférico, un escritor entre el estilismo y el terrorismo que Juan Luis, quizá sin saberlo, iba a desahogar en mí. Por poner ejemplos audaces y pugnaces, diré que Felipe González tiene a Guerra para desbravar su majeza andaluza, Areilza tiene a Fraga para desbocar su pujanza franquista y Juan Luis Cebriárt me eligió como vertedero folklórico, como festón y faralae ruidoso, revoltoso y peligroso de su periódico. Quizá, ya digo, porque él mismo lleva dentro y fuera, desabrochado de todas las técnicas informáticas y todo el periodismo cibernético que ha aprendido en las mejores redacciones del mundo, un chico malo de los pilaristas, un rebelde con causa que empieza su rebeldía contra el pilarismo y la termina contra el franquismo, o más bien no la termina jamás, como nos prueba su biografia profesional e incluso sacramental. En esta duplicidad (todo hombre importante consiste en multitudes interiores) se encuentra, me parece a mí, el éxito de Juan Luis, su periódico y su periodismo. Le ha metido al grave periodismo moderno una punta pícara de la mejor picaresca española.

Ahora que Cebrián es consagrado por los círculos internacionales, los procesos judiciales, los registros personales, los agentes especiales (KGB) y los restaurantes menestrales de Cuatro Caminos, como se merece, es el momento de decir en qué consiste este periodista de sonrisa colegial, abrigo loden, perilla romántica y compaginación impecable: es un golfo reprimido de la libertad que cada día nos va resultando más libre y menos golfo. Menos reprimido y más represaliado. Un tronco.

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