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El Madrid ganó sin más arma que la furia

Una vez más, una emoción y tensión sin límites volvió a presidir un encuentro de baloncesto que, también una vez más, hizo vibrar al Pabellón con el público puesto en pie y con el dramatismo como protagonista. Fueron unos momentos finales inenarrables, y hasta el último segundo nadie se movió de su sitio. Un segundo «es toda una vida» en un partido de baloncesto. El triunfo madridista propició el júbilo del público, que sufrió primero, disfrutó después y estuvo, al borde del infarto al final. Ayer, en el Pabellón, todos fueron protagonistas en sus respectivos papeles: el Maccabi, el Madrid y los árbitros, que, junto con el ambiente, actuaron de jueces.Pese a que se trataba de un partido de Copa de Europa, sólo había dos europeos en la cancha cuando el partido empezó. Por si fuera poco tuvo que ser la tradicional «furia española» la que reapareció en un partido de baloncesto para que el legendario y campeón Real Madrid pudiera ganar. Aquello era toda una parada. Además de los muchos americanos del Maccabi, el Madrid alineaba a tres no nacidos en España. Por otro lado, aún no está demostrado geográficamente que Israel pertenezca a Europa. No hay más remedio que incluir el tema dentro de la locura existente a todos los niveles. Verdaderamente no se debe calificar de indisciplina -pese a que fueron sancionados- el que los soviéticos ignoren la competición continental, inmersa en estas características.

Hay que apresurarse a decir que -con perdón- el poco baloncesto que se vio ayer en el Pabellón lo hizo el Maccabi. Mejor que ningún año; no hizo nada excepcional en defensa, pero a veces lo bordó en ataque, con Aroesti en excepcional director, con un Berkovitz que está muy cerca de lo sublime y con Williams como baluarte en la zona y bajo los aros. Cierto que todo sé vio favorecido por la larga ausencia de Meister, que hizo rápidamente las cuatro faltas; pero aun así hay que insistir en que el Maccabi hizo gala de un magnífico juego, y nunca se hubiera podido decir que una victoria suya hubiese sido injusta.

Si usted, de mayor, decide hacerse entrenador de baloncesto, procure tener en su equipo un jugador como Brabender. Es una garantía de las de verdad y de las largas, porque ya son años los que lleva resolviendo. Ayer, otra vez. Pese a ello, el Madrid no encontraba el camino del triunfo y tuvo que recurrir a lo que en fútbol se llama o se llamaba el trofeo al Patricio Arabolaza, es decir, a la furia, que ayer llevó principalmente el nombre de Llorente. Sin pensárselo dos veces, el base blanco se lanzó -nunca mejor dicho- sobre el aro israelí a tumba abierta y le salió bien. Fue algo así como hacer una quiniela con muchas variantes y a la desesperada, porque no había otra solución, y acertó. Efectivamente, la magnífica y elogiable reacción del Madrid en el segundo tiempo. cuando llegó a tener un 48-61 en contra, llegó de esta forma y protegida por una estimable ayuda arbitral, que permitió defender al Madrid fuera de las normas; y a partir de ahí hizo uso del amor propio, la fuerza, la garra y, en fin, todas esas cosas para conseguir un triunfo que técnica, táctica y estratégicamente no pudo conseguir.

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