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Argelia no ha impuesto ningún tema previo de conversación

«Una visita de trabajo destinada a marcar un jalón importante en la consolidación de unas relaciones diplomáticas normalizadas.» Este es el comentario cauteloso y sin relieve particular formulado ayer a EL PAIS por medios cercanos al primer ministro argelino, Mohamed Ahmed Abdelghani, quien constituirá el anfitrión del jefe del Gobierno español (sus conversaciones mano a mano se prolongarán por espacio de cuatro horas).El presidente Suárez tiene una apretada agenda de trabajo durante las veinticuatro horas que permanecerá en Argel: será recibido por el presidente Chadli Benjedid, depositará una ofrenda floral ante la tumba de Huari Bumedian, se reunirá con los representantes de las empresas españolas y participará en una rueda de prensa. En sí, la visita se inscribe en un contexto bilateral y regional que debe justificar la ascendencia de una política exterior española independiente.

El régimen argelino no ha presentado ninguna exigencia o limitación previa respecto a la visita de Suárez y, por el contrario, parece haber contribuido a la preparación del terreno, en espera de los acontecímientos que van a producirse, ineluctablemente, en el marco de la crisis del Sahara occidental. Argelia, con todo, desea brindar al jefe del Gobierno español un completo informe sobre las bases de su postura con respecto al Sahara y la agitada región del Magreb.

Desde hace varios meses no ha habido la menor nota desacorde en la prensa oficial argelina sobre temas que pudieran suscitar la susceDtibilidad de Madrid como la cuestión de la africanidad del archipiélago canario, que permanece en el congelador. Por otro lado, de forma no oficial, como corresponde a un estilo que viene de lejos, los argelinos han rechazado, la idea de un apoyo directo a grupos o movimientos terroristas.

Es notorio, por otro lado, que Argelia es mucho menos sensible que Marruecos a las interpretaciones que pueden formularse de toda visita de un dignatario español a una u otra capital. Esto es así, en primer término, porque el régimen argelino está convencido de que el margen de maniobra de Suárez se halla limitado por el tema de Ceuta y Melilla y la hipersensibilidad de Rabat y, sobre todo, porque de esta parte del Mediterráneo la atención está dirigida preferentemente hacia París, donde puede hallarse la verdadera clave del conflicto sahariano.

El jefe del Gobierno español no firmará en Argel protocolo o acuerdo alguno, pero su visita puede preludiar una serie de viajes de altos funcionarios españoles que desemboquen en un reforzamiento de las relaciones económicas hispano-argelinas que van a más, dígase lo que se diga. De ahí a considerar el viaje de Suárez más «económico» que «político» no hay más que un paso, que puede darse sin excesivo riesgo.

La probable exteriorización marroquí de disgusto sobre el viaje de Adolfo Suárez no es esperada en Argel, donde se achaca a los medios informativos españoles, a su particular «excitación» en todo lo que concierne al «triángulo» Madrid-Argel-Rabat, el haber «inflado» el motivo y los resultados posibles de una visita cuya preparación se remonta a las consecuencias de la conferencia ministerial africana de Trípoli, el año pasado, en la que el tema de Canarias ocupó un lugar preferencial, en gran parte gracias a los talentos de Abdelaziz Buteflika.

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Una participación más acusada de España en la «dinámica de paz» relativa al tema del Sahara debe ir más allá, para Argelia, de asurnir un simple papel de intermediario emtre Argel y Rabat.

Si el citado tema suscita el interés de los «talentos de negociador» que aquí se prestan al jefe del Gobierno español, éste será el resultado máximo al que aspiran los argelinos. Para llegar al mismo depende más de Suárez que de lo que digan sus interlocutores argelinos.

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