Jornada de protesta nacional en Argentina
Ex secretario general de la Confederación General de los Trabajadores Argentinos
El 24 de marzo de 1976 tuvo lugar en Argentina un golpe militar. No fue el primero en nuestro país ni tampoco con situaciones idénticas a los anteriores. Desde el punto de vista histórico, y sin rememorar el pasado siglo, la escalada de golpes militares iniciada en el año 1930 marca que los alzamientos castrenses -algunos, triunfantes; otros, abortados- se produjeron a un promedio de uno cada dieciocho meses. Esto reafirma que ciertas cúpulas militares, y otras no militares, pretenden conservar una Argentina del tiempo de la máquina a vapor, no coincidente con los objetivos trascendentes de los trabajadores y de nuestro pueblo, así como con la modernización y pleno desarrollo que exige nuestro país.
Sin olvidar tantos agravios a todo un pueblo y el saqueo de nuestras riquezas por un puñado de transnacionales, cabe consignar que ha sido la clase trabajadora la que sufrió las mayores agresiones e inhumanas masacres luego de casi todos los alzamientos castrenses. Fueron también los trabajadores, en primera línea, los que, tras momentáneos repliegues, asumieron la iniciativa para defender sus intereses y salvar a la nación del caos, recurriendo a las huelgas parciales y generales, a las movilizaciones masivas a escala zona¡ o territorial, a las ocupaciones de fábricas y lugares de trabajo, cuidando el patrimonio del país; al llamado a la articulación de esfuerzos y la unidad de la población oprimida, consiguiendo, etapa tras etapa, y a pesar de dolorosos martirios, poner en retroceso los planes de las clases despóticas.
Hoy, a 36 meses de inaugurada esta última dictadura militar, el sindicalismo argentino ha protagonizado más de 170 huelgas parciales en distintas actividades y con duración de una a varias jornadas; alrededor de 300.000 actos de interrupción de sus tareas para reivindicar mejoras salariales en el respectivo lugar de trabajo; un promedio de 1.750 millones horas/año realizadas «a tristeza» (improductividad); incorporación de nuevas formas de reclamación directa en las empresas, debido a la prohibición de la actividad sindical; adopción forzosa por la patronal de premios al «presentismo», en razón de la intensificación del ausentismo, motivado por la desmoralización de los trabajadores, cuyos salarios oscilan de 5.000 a 10.000 pesetas para todo el mes; autoconvocatorias masivas de huelgas sin que los empresarios supiesen con quiénes debían tratar, evitándose así la identificación de cuerpos de delegados y coordinadoras gremiales, obligados a la semilegalidad; combinación de objetivos solidarios y la resistencia junto a entidades de vecinos, de profesionales e intelectuales, de comunidades religiosas, de partidos políticos, de cooperativas, de jubilados y amas de casa, de misiones internacionales sindicales o humanitarias con propósitos fraternales; difusión mano a mano de millares de hojas diarias, volantes, folletos, reflejándose de este modo la prensa sindical y popular; cooperación moral y económica para sostén de compañeros presos, así como a familiares de los mismos y de los desaparecidos; ampliación de la cooperación sindical y de los derechos humanos en el área latinoamericana y mundial, etcétera.
En todos los párrafos precedentes está la explicación de la huelga general del 27 de abril, denominada Jornada de Protesta Nacional. No es la obra de un grupo de iluminados; es la huelga nacional de la dignidad del pueblo contra un grupo de militares elitescos que desprecian la conciencia nacional y colectiva de los argentinos.
No es una huelga general surgida de un arrebato espectacular; es la primera respuesta coordinada en todo el país, luego de ir preparándola tres años, día a día, con la acción anónima de millones de trabajadoras y trabajadores, para confluir en un torrente masivo de libertad que desbordará a los comandos de la represión.
Somos siete millones de trabajadores en Argentina, de los cuales, seis millones se hallan afiliados libre y voluntariamente a sus sindicatos y a su central sindical única. Somos un 80% de trabajadores organizados en sindicatos únicos, con el ejemplo de que en los últimos veinte años nos pasamos quince años en la más férrea oposición a los oficialismos de turno, sin que ni antes ni ahora pudieran destruirnos ni con sobornos ni con intimidaciones, por feroces que fueran.
El 27 de abril reclamaremos también nuestras obras sociales, pues eran, aunque imperfectos, los mejores servicios sociales del país, una prueba más de la eficiencia de los trabajadores y de que la Historia pide a gritos que la clase trabajadora sea el eje y el norte, la cabeza y la columna vertebral que, junto al pueblo, salve a la Argentina del vaciamiento a que fue conducida por las clases parasitarias y privilegiadas.
El 27 de abril nos enseña que, al igual que en otras fechas gloriosas desde nuestra independencia nacional, el actuar unidos, por encima de respetables diferencias, nos posibilitará reconquistar los derechos abolidos, la riqueza que nos succiona, el poder que nos corresponde, instaurando un Estado de Derecho, y donde las estructuras deficientes u obsoletas serán cambiadas de acuerdo a la libre voluntad de los argentinos.
Este artículo fue escrito con anterioridad 1 día de ayer.
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