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Condenas explícitas y tratamiento evangélico

Estos son los aspectos que aparecen como más destacables dentro del texto del documento final de la Tercera Conferencia Episcopal de Puebla. «La Iglesia asume la defensa de los derechos humanos y se hace solidaria con los que los propugnan. La Iglesia ha intensificado su compromiso en los sectores desposeídos, abogando por su promoción integral. Esta intensificación causa a algunos la impresión de que la Iglesia deja de lado a las clases pudientes. » En otro apartado el documento afirma que «En los últimos años, se afianza en nuestro Continente la llamada doctrina de la seguridad nacional, que de hecho es más una ideología que una doctrina, la cual está vinculada a un determinado modelo económico-político, de características elitistas y verticalistas, que suprime la participación amplia del pueblo en las decisiones políticas» y prosigue «Pretende justificarse en ciertos países de América Latina como doctrina defensora de la civilización occidental-cristiana y desarrolla un sistema represivo, en concordancia con su concepto de guerra permanente. En algunos casos expresa una clara intencionalidad de protagonismo geopolítico.»

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Más adelante el texto señala que «La doctrina de la seguridad nacional se opone a una visión cristiana del hombre, en cuanto responsable de la realización de un proyecto temporal, y del Estado, en cuanto administrador del bien común. Impone la tutela del pueblo por élites de poder militar-políticas y conduce a una acentuada desigualdad de participación en los resultados del desarrollo».

La política, para los laicos

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En cuanto a las relaciones entre Iglesia y política, se subraya que «La Iglesia, como madre y maestra, y experta en humanidad, debe discernir e iluminar, desde el Evangelio y Su enseñanza social, las situaciones, sistemas, ideologías y vida política del Continente. Debe hacerlo, aun sabiendo que se intentará instrumentalizar su mensaje. Por eso, -continúa el comunicado final-, proyecta la luz de su palabra sobre la política y las ideologías, como un seriicio más a sus pueblos, y corno guía orientadora y segura para cuantos, de un modo u otro, deben asumir responsabilidades sociales.» Y pasa a establecer luego que «La política partidista es el campo propio de los laicos, cerresponde a su condición laical el constituir y organizar partidos políticos, con una ideología y estrategia adecuadas para alcanzar sus legítimos fines.»

Condena de la tortura y los secuestros

Sobre la violencia el documento establece: «Ante la deplorable realidad de violencia en América Latina, queremos pronunciarnos con claridad. La tortura física y psicológica, los secuestros, la persecución. de disidentes políticos o sospechosos y la exclusión de la vida pública a causa de sus ideas, son siempre condenables. Si dichos crímenes son realizados por la autoridad encargada de tutelar el bien común, envilecen a quienes los practican, independientemente de las razones aducidas.»

A propósito de la lucha guerríllera, el texto dice que «Con igual decisión rechaza la Iglesia la violencia terrorista y guerrillera, cruel e incontrolable cuando se desata. De ningún modo se justifica el crimen como camino de liberación. La violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y esclavitud, ordinariamente más graves que aquéllas de las que se pretende liberar. Pero sobre todo, es un atentado contra la vida, que sólo depende del Creador. Debemos recalcar también que cuando una ideología apela a, la violencia, reconoce con ello su propia insuficiencia y debilidad. »

Libertad de enseñanza

La Iglesia proclama en el documento la libertad de enseñanza «no para favorecer privilegios o lucro particular, sino como un derecho de las personas y comunidades a la verdad». Al mismo tiempo, la Iglesia se presenta «dispuesta a colaborar en el quehacer educativo de nuestra sociedad pluralista».

Se refiere más adelante a que el Estado debería distribuir equitativamente su presupuesto con los demás servicios educativos no estatales «a fin de que los padres, que también son contribuyentes, puedan elegir libremente la educación para sus hijos».

En cuanto a la cultura urbano-industrial «inspirada por la mentalidad científico- técnica, impulsada por las grandes potencias e inspirada por las ideologías», se afirma que pretende ser universal. «Los pueblos, las culturas particulares, los diversos grupos humanos, son invitados, más aún, constreñidos, a integrarse en ella.» Y establece: «La Iglesia de América Latina se propone reanudar con renovado vigor la evangelización de la cultura de nuestros pueblos y de los diversos grupos étnicos, para que germine o sea reavivada la fe evangélica, y para que ésta,como base de comunión, se proyecte hacia formas de integración justa en los cuadros respectivos de una nacionalidad, de una gran patria latinoamericana.»

Tabla de derechos

Como colofón del texto final, la Iglesia proclama la exigencia y realización de los derechos individuales siguientes: derecho a la vida (a nacer, a la procreación responsable), a la integridad fisica y psíquica, a la protección legal, a la libertad religiosa, a la libertad de opinión, a la participación en los bienes y servicios, a construir el destino propio, al acceso a la propiedad. En cuanto a los derechos sociales, el documento destaca, derecho a la educación, a la asociación, al trabajo, a, la vivienda, a la salud, al descanso recreativo, al desarrollo, al buen Gobierno, a la libertad y justicia social, a la participación en las decisiones que conciernen al pueblo y a las naciones.

Para terminar enuncia una serie de derechos emergentes entre los que incluye: derechos a la propia imagen, a la vida privada, a la información y expresión ob jetivas, a la objección de conciencia y a una visión propia del mundo.

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